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Cristo de la Victoria de Vigo



El Cristo de la Victoria de Vigo o Cristo de la Buena Victoria se asocia, tradicionalmente, a la Reconquista de Vigo a los franceses en el año 1809, con la liberación de la villa por la intercesión divina. Ángel Ilarri Gimeno, conservador del Pazo de Castrelos, encontró un documento traspapelado de las actas municipales de Vigo, un documento de 1740 en el que Bernarda Bello de los Ríos pedía permiso al ayuntamiento para colocar una tarima para su uso y asiento, que fuera retirada cuando el reciente suelo del templo, por el año 1734 y tal como venían haciendo sus mayores.

El Cristo de Vigo también es conocido, por tradición oral, como "Cristo del Sal", pero no existe ningún documento oficial que acredite esta denominación. Vigo creció gracias a la salazón del pescado y que el sal se convirtió en un elemento crucial en su desenvolvimiento económico. Sí a eso unimos que en los últimos trabajos de restauración realizados sobre la talla en Madrid[n 1]​ non se encontraron en esta restos de sal que podían dar veracidad la leyenda, eso formula serias dudas sobre el origen de la actual talla del Cristo.

Cuenta una antigua tradición viguesa, que un barco cargado de sal encontró en altamar una imagen de Jesús Crucificado. Fue recogida por los tripulantes de la embarcación y poco después sobrevivió a una horrible tempestad. Viéndose en peligro de morir envuelto en las enormes olas que amenazaban hundir el barco, los marineros hicieron la promesa de dejar la imagen en el primer puerto en el que pudiesen atracar y asistir descalzos a una misa que mandarían decir. Se calmó la tormenta y el barco llegó, sin más problemas, a Vigo. Una vez en el puerto, libres ya del peligro que los amenazaba, los marineros olvidaron su promesa, y cuando el tiempo mejoró, se dispusieron a salir. Levantaron anclas, desplegaron las velas y comenzó a navegar el buque hacia las Islas Cíes. Al poco tiempo, se levantó un viento borrascoso y se encrespó el mar, además el cielo se iluminó con rayos. De nuevo, volvieron al Puerto de Vigo, esperaron a que el tiempo se calmase. Más tarde intentaron salir de nuevo, y se reprodujo la tormenta, lo que los hizo regresar. Un tercer intento resultó inútil. Fue en ese momento cuando se percataron de la promesa incumplida y llevaron la imagen a la antigua Colegiata de la ciudad donde fue recogida por el prior de esta, escuchando ahí la misa prometida. Aquel mismo día se hicieron a la mar.[1]

En otra versión de la leyenda, el barco encuentra la imagen medio de una terrible tormenta. En el momento que suben la imagen a bordo el mar y el viento calman milagrosamente. Cuando la tripulación llega al puerto de Vigo, cuentan lo sucedido y la gente del Berbés, admirada por el milagro, piden a los marineros que dejen quedar la imagen en la ciudad. La tripulación se niega, puesto que consideran al cristo coma o seucomo su protector, y se hacen a la mar con la imagen a bordo. Pero, pasadas las Cíes, se levanta una tormenta que los obliga a volver a puerto. Calmado el mar, vuelven a intentarlo con el mismo resultado, el temporal no los deja salir de la ría. La leyenda termina diciendo que al fin los marineros entienden la causa de sus problemas. Dejan el Cristo en Vigo y así pueden salir a la mar sin problemas.

Detrás de cualquiera de las dos versiones nos encontramos con un elemento común también asociado a otras leyendas relacionadas con imágenes religiosas de gran devoción, como la de la Franqueira en La Cañiza, la elección. La imagen llega a un determinado sitio por su elección, convirtiendo a los destinatarios, en este caso los vigueses, en su pueblo escogido.[2]

A partir del documento presentado por Bernarda a mediados del s. XVIII, las referencias al Cristo se multiplican, en ocasiones se refiere a él como "El Cristo de la Buena Victoria", "el Christo de la Victoria" o el "Buen Jesús de la Victoria", siendo esta última denominación la que podría dar con la clave sobre el origen de la talla. El término de la "Victoria" tuvo que atribuirse a una imagen ya existente y custodiada en el templo de la ciudad bajo otra advocación, tras alguna acción militar victoriosa de cierta relevancia en la historia local. Curiosamente, lo que si está documentado en el siglo XVII, es la existencia de una talla bajo la advocación del "Buen Jesús" en la iglesia de Santa María, en el año 1605, recogida en una breve relación de "cofrarías, hospitalillos y hermitas" y años más tarde, como talla que acompañaba en una capilla colateral del templo al "Patriarca" San Benito, sobre la que pretendía ejercer el empadronado Diego Arias Taboada y al que se opuso el ayuntamiento.[n 2]​ Quizás solapado por la gran devoción que se tenía en la ciudad a San Benito, esta imagen apenas recibe atención en aquellos años.

Corrían malos tiempos para los campesinos, debido a las escasas cosechas que recogían y ante o temor del azote del hambre y de las enfermedades, los vigueses comenzaron a sacar en rogativa a su Cristo protector, acompañado con frecuencia por la imagen de nuestra Señora de la Soledad, por las calles próximas al templo, pero siempre dentro del recinto amurallado.

Muchas son las referencias sobre el Cristo a lo largo de estos siglos. Los hechos más importantes:

(6 de agosto) Felipe Sánchez, Teniente Coronel de Infantería y Comandante militar de la plaza de Vigo, en la misa del Cristo, cedió la medalla de platino que le concedió el ayuntamiento de la ciudad y que fuera costeada por subscripción popular.

(3 de agosto) Se cambia la imagen del lateral del Evangelio o Presbiterio, pues el pueblo visitaba su Altar y se olvidaba de visitar el Santísimo Sacramento.

El Cristo de la Vitoria de Vigo es una talla venerada de la Concatedral de Santa María de Vigo, edificio neoclásico del arquitecto santiagués Melchor de Prado, que es conocido popularmente como Colegiata de Vigo. El altar del Cristo de la Victoria estuvo situado hasta el siglo XIX en una pequeña capilla situada en la nave localizada a la derecha de la puerta principal del templo y ahí debía llevar años cuando Bernarda solicita colocar una tarima en el interior del templo a mediados del s. XVIII. Desde la Reconquista de la ciudad a los franceses, la imagen ganó en fervor entre los vigueses. Ese lugar no era el adecuado para rendirle culto. Aprovechando la edificación de un nuevo templo parroquial en 1816, el Intendente Honorífico del Ejército y alcalde de la ciudad Buenaventura Marcó del Pont se ofreció a costear de su peculio el nuevo retablo del Santísimo Christo de la Victoria en la nueva iglesia, según lo diseñara Melchor de Prado.[n 3]

La muerte del arquitecto santiagués y las demoras en la construcción del templo hicieron que su construcción se atrasase hasta 1864.

Es tradición cantarlo al final de la procesión, con la imagen en la Puerta del Sol. Resulta, para las personas que acuden a la procesión, uno de los momentos más emotivos de todo el día de celebraciones.[4]

Letra:

Entonemos un himno sin par:

Al Santísimo Cristo de Vigo,

Que es el Rey de este pueblo inmortal.

Cielos y Tierra, canten la gloria

Del Santísimo Cristo de la Victoria,

Del Santísimo Cristo de la Victoria.

Alza Vigo, la frente serena

Y contempla a tu Cristo en la Cruz;

Y verás como envuelve a este pueblo

En torrentes de amor y de luz.

Cielos y tierra…


Vuelve, Vigo, rendido y humilde

A la Fe, en que tus padres brilló;

Pues en ella salvose la Patria

Y el Santísimo Cristo triunfó.



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