El culto heroico era una de las características más peculiares de la antigua religión griega.
En griego homérico, herōs (cognado con el latín vir y el español «viril») significa simplemente «hombre aristocrático». Sin embargo, para el periodo histórico la palabra había pasado a significar específicamente un hombre muerto, adorado en su tumba porque su fama en vida o su forma inusual de morir le otorgó poder sobre los vivos.
El culto griego a los héroes era diferente a la veneración ancestral: suelen ser un asunto más cívico que familiar, y en muchos casos ninguno de los seguidores eran descendientes del héroe.
Por otra parte también era distinto al culto romano a los emperadores muertos, ya que no se creía que el héroe había ascendido al Olimpo o se había convertido en dios: estaba bajo tierra, y su poder era puramente local. Por esta razón el culto a los héroes era ctónico por naturaleza y sus rituales se parecían más a los de Hécate y Perséfone que a los de Zeus y Apolo.
Las dos excepciones a lo anterior fueron Heracles y Asclepio, quienes podían ser adorados como dioses tanto como héroes.
En el culto, los héroes se comportaban de forma muy diferente a como lo hacían en la mitología. Podían aparecer indistintamente como hombres o como serpientes, y rara vez lo hacían salvo que se enfadasen. Un dicho pitagórico advierte que no debe comerse la comida que ha caído al suelo porque «pertenece a los héroes». En una obra fragmentaria de Aristófanes, un coro de héroes anónimos se describe a sí mismo como remitentes de piojos, fiebres y forúnculos.
El culto heroico se ofrecía predominantemente a hombres, pero también a mujeres e incluso niños. Se rendía culto a muchas clases de personas, siendo algunos de ellos los siguientes:
La mayoría de las veces estaban involucradas muertes violentas o inusuales, como en los siguientes casos:
El culto heroico podía ser de la mayor importancia política. Cuando Clístenes dividió a los atenienses en los nuevos demos para votar, consultó al oráculo de Delfos en honor a qué héroes debía bautizar cada división. Según Heródoto, los espartanos atribuían su conquista de Arcadia a su robo de los huesos de Orestes de la ciudad arcadia de Tegea.
En la mitología los héroes solían tener relaciones estrechas aunque conflictivas con los dioses. Por esto el nombre de Heracles significa «gloria de Hera» a pesar de que fue atormentado toda su vida por la reina de los dioses. Esto era más cierto incluso en sus apariciones en el culto. Quizá el ejemplo más sorprendente sea el del rey ateniense Erecteo, a quien mató Poseidón por preferir a Atenea como diosa patrona de la ciudad. Cuando los atenienses adoraban a Erecteo en la Acrópolis, lo invocaban como Poseidón Erecteo.
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