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Cultura de violencia



(Este es un artículo de opinión)

La cultura de violencia es aquella en la cual la respuesta violenta ante los conflictos se ve como algo natural, normal e incluso como la única manera viable de hacer frente a los problemas y disputas. La violencia es un comportamiento que todavía sigue actuando en nuestra sociedad como medio para resolver los conflictos.

Algunos motivos para la cultura de la violencia son: el maltrato, la intolerancia, la falta de diálogo y el dejar que los conflictos se solucionen con violencia. En una cultura de violencia, los conflictos se gestionan a través de la violencia, siendo esta solo la consecuencia de un conflicto mal abordado, en una cultura de la paz, es a través del diálogo.

El concepto de agresividad es distinto de violencia. La agresividad es innata y connatural al ser humano, es un mecanismo defensivo ante un peligro inminente, real o imaginario. A través de los medios de socialización, la agresividad se puede canalizar en tres tipos: la destructiva que seria lo mismo que la violencia, la indiferencia que seria la pasividad y la constructiva, la cual se considera como positiva y que sería igual a la no violencia, es decir, a actuar pero no violentamente. En cambio, la violencia, es aprendida, por tanto, puede ser desaprendida y reemplazada por otros mecanismos, no destructivos, de resolución de conflictos.

Aunque cada ser humano está influenciado por una cultura bélica, esto no es irreversible, existe el potencial y las posibilidades de cambiar la situación forjando una cultura de paz. Uno de los principales problemas en las sociedades es el hecho de las concepciones de la perspectiva de género y de la educación, pudiendo estos dos ejercer una influencia muy positiva, pero también muy negativa, sobre los conflictos, dependiendo de cómo se usen.

Sobre cómo la perspectiva de género puede contribuir a un proceso de paz debemos entender varias cosas. Primero que género no es sinónimo de sexo y también de que no existen dos géneros a pesar de que mucha gente cree en el género femenino y el masculino. El sexismo estructura la sociedad en géneros, ya que todos los ámbitos de la vida tienen el carácter de un género u otro. El aspecto fundamental de la estructura social es la interrelación entre la posición del hombre como superior a la mujer. Esto nos muestra la característica androcentrismo de la humanidad. El concepto de género enfatiza el carácter social de las diferencias y, tal y como están estructuradas la gran mayoría de las sociedades actuales, se dan relaciones desiguales. El poder es siempre el resultado de una relación social en la cual la relación es asimétrica a favor de los hombres sobre las mujeres.

Por tanto, para cambiar el funcionamiento actual de los procesos de paz, en donde las mujeres tienen un papel mínimo, si más no poco visible, debería darse una mayor participación de estas en todos los procesos a la vez que atender sus experiencias y necesidades específicas para que pudieran beneficiarse de forma equitativa de los resultados de los procesos de paz.

Podemos entender que ¿las guerras han sido provocadas por los hombres, mientras que las mujeres han contribuido más a la construcción de la paz? Esta pregunta pienso que es difícil de responder, pero podemos plantearnos que, la socialización diferenciada recibida por hombres y mujeres (es decir, lo que ha ido relacionado con los conceptos de género de mujer y hombre) ha dado como resultado que las mujeres tengan una mayor predisposición para la paz y los hombres para la guerra. Por tanto, la unión simbólica de mujer/paz y hombre/guerra no es biológica sino construida.

El porqué de la importancia de la participación de las mujeres en los procesos de paz es sencilla y creo que evidente: los procesos de paz marcan el futuro desarrollo de la vida en el país a la vez que los proceso de negociación suministran una oportunidad única de reorganizar las instituciones, estructuras y relaciones para la construcción de una nueva sociedad. Por tanto, es cuando pensamos en las negociaciones como un proceso del que depende la estructura social que va a reconstruir la convivencia, cuando se ve la importancia de la participación de las mujeres en él.

Para finalizar con la cultura de violencia (heroica, patriótica y patriarcal) debemos desmitificar los mitos masculinos, con tal de eliminar la idea de que la realización masculina se produce mediante la violencia. Para ello se debe acabar con la relación héroe-guerra.

La educación es el resultado de un número incalculable de pequeñas influencias, de palabras, de gestos, de aceptaciones y de rechazos, de actores y de sujetos. Por tanto, es imprescindible que todos los agentes educativos vayan en una misma dirección. Para ir en contra de una cultura de violencia, debemos educar a toda la sociedad, pero centrándonos especialmente en los infantes, hacia una cultura de la paz, la cual consiste en educar, no solo con palabras sino con hechos, se trata de hacer sentir en la propia piel los problemas, en la medida de lo posible, ponerse en la piel del otro, para sentir los problemas, para vivirlos, para interiorizarlos realmente, no de una manera teórica o retórica, sino práctica, personal. Se trata de que los niños se conmuevan para que reaccionen y modifiquen sus comportamientos, sus actitudes, sus valores, sus conductas. De este modo, irán interiorizando soluciones no violentas para afrontar los conflictos.

El poder simbólico es ese poder invisible que no puede ejercerse sino con la complicidad de los que no quieren saber que lo sufren, lo viven o que lo ejercen. Lo comunicativo, se refiere a todo aquello con objetivo expreso de comunicar, transmitir información.

La violencia simbólica es la representación de la violencia por cada vez más medios, difundida masivamente en las múltiples pantallas, trasladada a la ciudadanía a diario, incluso a las personas más desprotegidas, los niños y los ancianos, en horarios que debieran ser de especial protección, a sectores de la sociedad que consumen violencia de muy distinto tipo a través de los medios de comunicación de masas, que se habitúan a ella, que la banalizan, que no sienten en su propia piel el sufrimiento, las terribles consecuencias de los actos violentos, que pierden así toda capacidad empática, que la legitiman porque la perciben como útil, como eficaz, para afrontar determinados problemas.

Debemos tener presentes a los medios de comunicación y su enorme influencia, tejer complicidades con ellos para que se conviertan en difusores de los valores de una cultura de paz.[1]

Los conflictos son situaciones de disputa en los que hay contraposición de intereses, necesidades y valores. No debemos confundir conflicto con violencia puesto que hay conflictos que pueden resolverse sin el uso de la violencia, aunque no es posible que haya violencia sin conflicto La violencia es un fenómeno social, que se aprende y por tanto también se debería poder desaprender. Por tanto, no se debe pretender eliminar los conflictos, puesto que estos son positivos en tanto que son oportunidades de transformación; se debe luchar a favor del no uso de la violencia para resolverlos.

Los conflictos, entendidos erróneamente como algo negativo, son connaturales a las relaciones humanas y positivos en tanto que implican un cambio. Bien gestionados, pueden ser una excelente herramienta pedagógica. Ahora bien, esto implica un trabajo, tanto de enseñar como de aprender a gestionar los conflictos. El problema con el conflicto empieza cuando las necesidades de dos o más personas/grupos son antagónicas, puesto que esto genera una crisis, difícil de resolver. Por eso, hay que poder abordar el conflicto antes de que llegue a la crisis.

Necesidad → Problema

La violencia, puede ser entendida como el uso o amenaza de uso de la fuerza o de potencia, abierta u oculta, con la finalidad de obtener de uno o varios individuos algo que no consienten libremente de hacerles algún tipo de mal (físico, psíquico o moral).[2]

Diferenciando la Cultura de Violencia con la Violencia Cultural, entendemos esta última, según como la definió Johan Galtung, como “aquellos aspectos de la cultura, de la esfera simbólica de nuestra existencia, ejemplificados por la religión y la ideología, el lenguaje y el arte, la ciencia empírica y la ciencia formal (lógica, matemáticas), que pueden ser utilizados para justificar o legitimizar la violencia directa o estructural. Estos rasgos constituyen aspectos de la cultura, no culturas completas” (Galtung, J. 1990: 289). En cambio, la cultura de violencia es la que, como ya se ha expuesto, cuando una cultura o sociedad concreta tienen interiorizada la violencia en su razón de ser, es decir, como mecanismo para hacer frente a los conflictos.

La violencia, según Galtung, es como un iceberg, refiriéndose a que la parte visible es mucho más pequeña que la que no se ve. Según este tenemos tres tipos de violencia:

En el lado opuesto a la “cultura de violencia”, encontramos la “cultura de la paz”.

La Cultura de la Paz la cual fue definida por resolución de la ONU, siendo aprobada por la Asamblea General el 6 de octubre de 1999 en el Quincuagésimo tercer periodo de sesiones, Acta 53/243, consiste en una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones, teniendo en cuenta un punto muy importante que son los derechos humanos, así mismo respetándolos y teniéndolos en cuenta en esos tratados.

Para ser más concretos, el documento titulado Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, la Asamblea General hace alusión y énfasis en la Carta de las Naciones Unidas, a la Constitución de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, a la Declaración Universal de los Derechos Humanos y reconoce que 'la paz no es solo la ausencia de conflictos'.

Está conformada por nueve artículos, incluye un Programa de Acción con Objetivos, estrategias y agentes principales y una consolidación de las medidas a adoptar todos los agentes pertinentes en los planos nacional, regional e internacional, en el cual se habla de medidas para promover una Cultura de la Paz por medio, principalmente, de la educación.

En dicho documento se hace llamamiento a todos (individuos, grupos, asociaciones, comunidades educativas, empresas e instituciones) a llevar a su actividad cotidiana un compromiso consistente basado en el respeto por todas las vidas, el rechazo a la violencia, la generosidad, el entendimiento, la preservación ambiental y la solidaridad.

Ámbitos de Acción:

Tomando el año 2000 como un nuevo comienzo, se intenta concienciar al mundo sobre la necesidad de tener una cultura de No Violencia y con esto se exige la participación de todos en este cambio evolutivo, en el cual 6 parámetros principales nos ayudarán a forjar un mundo más justo, más solidario, más libre, digno y armonioso, y con mejor prosperidad para todos.

El Manifiesto se encuentra en Internet:[3]



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