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Denarios



El denario[a]​ fue una antigua denominación romana de plata acuñada aproximadamente entre 268 a. C. y 360. Su valor inicial equivalía a diez ases, de ahí su nombre y su símbolo X. También era equivalente a dos quinarios (medios denarios), cuatro sestercios (cuartos de denario), veinte semises (medio as) y cuarenta cuadrantes (cuartos de as). A principios del siglo I se estableció al denario como una veinticincoava parte de un áureo.

Según Tito Livio, la primera acuñación del denario se remonta al año 268 a. C.[1]​ En 212 a. C., el denario pasó a convertirse en la base del nuevo sistema monetario, sustituyendo al as como moneda de referencia al pasar del patrón cobre al patrón plata. Este nuevo sistema monetario estaba formado, además de por el denario, por el quinario, el sestercio y el as, con el siguiente cuadro de equivalencias:

Su peso inicial fue de 4,54 gramos (la sexta parte de una onza) aunque en el año 217 a. C., a raíz de la lex Flaminia, su peso fue fijado en 3,90 gramos, pasando a equivaler dieciséis ases. Con este valor se manuvo hasta el año 64, en el que Nerón reducirá su peso hasta los 3,40 gramos. Las reducciones en el peso del denario continuaron, fijándose en 2,36 gramos bajo el mandato de Marco Aurelio y en 1,70 gramos durante el gobierno de Septimio Severo. La progresiva devaluación del denario continuó hasta que bajo el reinado de Caracalla se introdujo el antoniniano, moneda que acabaría por sustituir completamente al denario bajo el gobierno de Gordiano III.

Los tipos del anverso en los denarios y sus divisores fueron al principio figuras de divinidades romanas, a semejanza de los ases, llevando, al igual que los quinarios, la cabeza de Roma personificada (que muchos confunden con Minerva) cubierta con gálea o casco. En el reverso, llevaban la figura de los Dioscuros (Cástor y Pólux) tirando del carro de la Victoria o una cuadriga arrastrando el carro de Júpiter o de Marte, de donde vienen los nombres de bigados y cuadrigados que se suelen dar a dichas piezas. Mucho más tarde irán desapareciendo, en sucesivas emisiones, las divinidades para dar lugar a figuras muy variadas según el capricho del magistrado que dirigía la acuñación y que consistían en representaciones de antiguos personajes, recuerdos de familia, emblemas o símbolos y, después, hazañas o empresas del magistrado respectivo. Llegado el final de la República o la época de Julio César, empezó a figurar en una cara de las monedas el retrato del personaje que las autorizaba.

En la Biblia se dice que un denario es el pago que se le da a un trabajador por una jornada de labores.[2][3]



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