El despotismo fue una forma de gobierno que tenían algunas monarquías europeas del siglo XVIII, en las que los reyes, que seguían teniendo poder absoluto, trataron de aplicar medidas ilustradas, es decir, trataron de educar al pueblo. La frase que sintetiza al despotismo ilustrado es «todo por el pueblo, pero sin el pueblo».
El despotismo ilustrado pretendía responder a través de sus actos al modelo de «hombre honesto» del siglo XVIII: intelectual, racionalista cultivado, amante de las artes y mecenas de los artistas, e innovador en materia política. Por ello, se rodeaba de auténticos filósofos, como Voltaire o Denis Diderot. En este sentido, fueron significativos los reinados de Carlos III de España y de José I de Portugal.
Durante este período numerosos soberanos de Europa, motivados por el modelo del rey-filósofo del que hablaban Voltaire, Rousseau y otros pensadores, defendieron esta forma de gobierno. Entre los déspotas ilustrados más importantes del periodo están Carlos III, José I “El Reformador” de Portugal, Federico II el Grande Federico II “El Grande” de Prusia y Catalina II de Rusia Catalina II “La Grande” de Rusia. Todos ellos intentaron desarrollar algún tipo de reformas en distintas áreas (educación, justicia, agricultura, libertad de prensa o tolerancia religiosa relacionada)
Aunque las medidas tomadas por los monarcas significaron un avance, sus gobiernos continuaron siendo en cierto modo absolutistas, y el descontento del pueblo era evidente, por lo que se amotinaron en más de una ocasión en contra de su rey, como le ocurrió a Carlos III.
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