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Diario literario



El diario literario es un nuevo subgénero, nacido del diario íntimo o personal y relacionado con la biografía y la autobiografía. Se trata de un texto que de manera fragmentaria y con el registro de la fecha suele destinarse a una lectura pública, normalmente en vida del autor.[1]​ El diario literario no es un diario de escritor, aunque sí un diario con voluntad de estilo.

Del doble estatus del diario literario se ha ocupado la crítica literaria. Su dimensión referencial puede ser explicada mediante el pacto autobiográfico,[2][3]​ pero la lectura ficcional del diario personal requiere la presencia de componentes narrativos.[4]​ Erigido como motor del diario literario, aparecerá el llamado Yo diarístico, que revelará la capacidad del protagonista del texto para constituirse en personaje literario y desarrollar, a partir de sí, el resto de elementos narrativos: espacio, tiempo, personajes. El espacio juega un papel importante en el diario. En especial el espacio íntimo que descubrimos en el diario se convertirá también en una de las cuestiones más recurrentes de los estudios del diarismo: cómo se construye la intimidad en el texto diarístico.[5]

La etiqueta de diario personal, producto del registro cotidiano, normalmente fechado, de cualquier asunto, empieza a usarse como marbete en los siglos XVII y XVIII, cuando su uso de forma individual pasa a ser frecuente. Nace pues el diario personal, que no se hace visible hasta el siglo XIX, momento en el que se publica y evoluciona hasta formar parte del sistema literario. La trayectoria diversa que el diario personal experimenta en las diferentes tradiciones literarias,[6]​ hace que la obra resultante posea diferentes denominaciones: en Francia aparece el sintagma journal intime, que tiene un impacto inmediato en los estudios literarios y que en este contexto se utiliza como etiqueta general en muchos de los acercamientos del siglo XX y XXI.[7]

A lo largo del siglo XIX se producen las primeras publicaciones de diarios personales en Francia, como el de Maine de Biran (1845), el de Maurice de Guérin (1861), el de Stendhal (1888) o el de Benjamin Constant (1895). En la Suiza francófona se publicará el que va a ser el diario más importante del siglo XIX, el de Henri-Frédéric Amiel (1883). [8]

Uno de los primeros diarios literarios en español es Iluminaciones en la sombra (1910), la última obra, aparecida de manera póstuma, de Alejandro Sawa. Tras la Guerra civil española, fue César González Ruano el primero en publicar su Diario íntimo, aparecido en 1951. En efecto, tras el éxito obtenido con la publicación de sus Memorias (1950), la aparición de su Diario íntimo revela la relación del diarismo y del periodismo. En palabras de Álvaro Luque Amo:[9]



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