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Dioses olímpicos



En la religión de la antigua Grecia, los dioses olímpicos eran los principales dioses del panteón griego, que moraban en el monte Olimpo (el más alto de Grecia). A ellos les fueron consagrados tanto templos, como festividades cívicas, actividades artísticas y deportivas, siendo considerados los más importantes dentro del amplio conjunto de las deidades de la mitología griega. En sus orígenes, los primeros cultos se remontan aproximadamente hace 5000-6000 años, hacia el 3500 a. C.[1][2][3]​ El culto a las deidades de la Antigua Grecia permanece vigente en el Helenismo.

El concepto de "doce dioses" es más antiguo que cualquiera de las primeras fuentes griegas. La palabra "Dios" (gr. Διος) ya era atribuida en aquel entonces a Zeus, mientras que "Theo" (gr. θεο) se refería a los restantes.[4]​ Hubo, en diferentes épocas, catorce dioses diferentes reconocidos como olímpicos, aunque nunca más de doce a la vez. De este concepto es como se hace referencia a ellos como los doce olímpicos, también conocidos como Dodekatheon (en griego, Δωδεκάθεον< δώδεκα,[5]​ dōdeka, "doce" + θεοί, theoi, "dioses").

Tal y como se documenta en las fuentes, los escritos de Homero y la Teogonía de Hesíodo (siglo VII-VIII a. C.), los doce olímpicos ganaron su supremacía en la Tierra después de que Zeus, junto a sus hermanos Poseidón y Hades, y sus hijos (que completan el resto del panteón), lograran la victoria en la guerra contra los Titanes.

Como ocurre con otros aspectos y elementos de la mitología, el número e identidad de los dioses que habitaban el Monte Olimpo (el llamado «Concilio de los dioses») es impreciso de acuerdo con la tradición. Su número era doce, siendo este un muy probable listado original:[6]

La primera referencia antigua de sus ceremonias religiosas se encuentra en el Himno homérico a Hermes. El culto griego de los doce olímpicos se remonta al siglo VI a. C. en Atenas y probablemente no tiene precedentes en la época micénica. El altar de los doce olímpicos en Atenas se fecha generalmente en el arcontado de Pisístrato el joven, en 522/521 a. C.

Zeus, Hera, Poseidón, Ares, Hermes, Hefesto, Afrodita, Atenea, Apolo y Artemisa son siempre considerados dioses olímpicos. Hestia, Deméter, Dioniso, Hades, Perséfone, Hebe, Asclepio, Eros, Pan y Heracles, después de ser divinizado, son los dioses variables que completaban la docena. Hestia fue uno de los doce Olímpicos durante mucho tiempo, aunque terminó cediendo su lugar a Dioniso. Perséfone pasaba la tercera parte del año en el inframundo (provocando así el invierno) y se le permitía volver al Olimpo durante los restantes ocho meses para que pudiera estar con su madre, Deméter.[7]​ Y, aunque Hades (mitología romana: Plutón) siempre fue uno de los principales dioses griegos, su morada en el mundo subterráneo de los muertos hacía su relación con los olímpicos más delicada. Por esta razón, generalmente no está incluido en esta lista. No tenía un asiento en el panteón ya que pasó casi todo su tiempo en el inframundo, en el que era el rey.

Herodoro de Heraclea incluyó en su Dodekatheon las deidades siguientes: Zeus, Hera, Poseidón, Hermes, Atenea, Apolo, Alfeo, Crono, Rea y las Cárites.[8][9][10]​ Heródoto también incluye a Heracles como uno de los doce.[11]Luciano también incluye a Heracles y Asclepio como miembros de los doce, sin detallar qué dos tuvieron que ceder su sitio. En Cos, Heracles y Dioniso se añaden a los doce y Ares y Hefesto son olvidados.[12]​ Sin embargo, Píndaro, Apolodoro[13]​ y Herodoro de Heraclea discrepan con esto. Para ellos, Heracles no es uno de los doce dioses, sino el que estableció su culto.[9]Hebe, Helios, Eros, Selene y Perséfone son otros importantes dioses y diosas que a veces se incluyen en un grupo de doce. Eros se representa a menudo junto a los otros doce, especialmente junto a su madre Afrodita, pero rara vez es considerado como uno de los olímpicos.

Platón unió los doce olímpicos con los doce meses y propuso que el último mes se dedicara a los ritos en honor de Hades y los espíritus de los muertos, lo que implica que consideraba a Hades para ser uno de los doce.[15]​ Hades es eliminado en las agrupaciones más tarde debido a sus asociaciones ctónicas.[16]​ En el Fedro Platón alinea a los doce con el zodiaco y excluiría a Hestia de su rango.[17]

En la cultura de la antigua Grecia los "dioses del Olimpo" y los "cultos a los doce dioses" eran a menudo conceptos relativamente distintos.[18]​ Es imposible establecer con precisión un árbol genealógico de los dioses olímpicos. Ello se debe principalmente a que la genealogía es una técnica o ciencia auxiliar de la historia y que por tanto obedece a estructuras del orden de lo humano, de modo que obviamente fracasa en el plano de lo mitológico.

Sin embargo, diversos autores suelen hacer esbozos, más o menos complejos, con fines de organización didáctica del material presentado.[19]

Los doce dioses y diosas que figuran entre los doce con más frecuencia.

Los siguientes dioses y diosas aparecen a veces mencionados entre los doce olímpicos.

Los siguientes dioses, diosas y semidioses no se contaron por lo general como olímpicos, a pesar de que tenían estrechos vínculos con ellos, y también se les rendía culto.

En la actualidad existe la religión Helénica, oficialmente reconocida en Grecia desde el año 2017[23]​, que tras décadas de puja ante el cristianismo ortodoxo, logró, mediante vías legales, y tras un conteo aproximado de seguidores (más de 2 millones)[24]​, obtener el reconocimiento legal, por lo que ha dejado de portar el rótulo de «religión pagana», pudiendo realizar libremente sus cultos y tradiciones. Con sede principal en Grecia, el helenismo se extiende también a Europa y América. El término 'helenismo' se aplica tanto a los helenistas de la actualidad como a la religión y cultura de la Antigua Grecia.[25]​ El Concejo Superior Nacional de los Helenos (YSEE, Ύπατο Συμβούλιο των Ελλήνων Εθνικών), es la primera organización que lidera el renacimiento del politeísmo griego, se refiere a esta religión como helenismo auténtico.[26]Politeísmo helénico, religión helénica, dodecateísmo y olimpianismo también son términos empleados por las diferentes asociaciones griegas.[27][28]

El término helénico (en latín Hellenĭcus, en griego antiguo ῾Ελληνικός) tiene su origen en Hellás (Ἑλλάς), el nombre que dieron los griegos a su tierra. La palabra griega Δωδεκαθεϊσμός ('dodekatheïsmós') es un compuesto de los términos Δωδεκα ('doce') y θεϊσμός ('teismos', dioses).

Los líderes del helenismo griego estimaron en 2005 que había cerca de 2000 miembros honoríficos de la tradición helénica en Grecia, y más de 100 000 seguidores de diversos países involucradas en el movimiento,[29]​ pero en cuestión de años la cifra se multiplicó a pasos agigantados.

Si bien en Roma existía una religión politeísta originaria y campesina, a partir del siglo V a. C. comenzó la «importación» de las deidades griegas, fundamentalmente a través de los etruscos.

En el siglo III a. C. el poeta Quinto Ennio estableció en sus escritos una equivalencia de doce dioses, seis femeninos y seis masculinos: Júpiter (Zeus); Juno (Hera); Minerva (Atenea); Vesta (Hestia); Ceres (Deméter); Diana (Artemisa); Venus (Afrodita); Marte (Ares); Mercurio (Hermes); Neptuno (Poseidón); Vulcano (Hefesto) y Febo (Apolo).

Aunque solo queden fragmentos recopilados de la obra de Ennio,[30]​ su importancia continúa siendo crucial para los estudiosos de la generación mitológica, debido a la traducción al latín que Quinto Ennio hiciera de la obra de Evémero de Mesene. Esta traducción tiene relevancia no solo por el establecimiento de los doce dioses equivalentes, sino principalmente porque permitió una amplia divulgación entre los romanos de una postura teológica diferente, según la cual los dioses del Olimpo no habrían sido ni personajes míticos, ni fuerzas sobrenaturales que influían en la vida de los hombres, sino militares, grandes descubridores y hombres de estado de épocas pasadas a quienes, tras su muerte, se les recordaría de esta manera particular y fuera de lo común.

Esta suerte de «humanización de los dioses» o historicista de la mitología se conoció como «evemerismo». Se sostiene que la versión e intención original de Evémero no es la de una crítica racionalista del mito, sino más bien una crítica motivada políticamente. Su postura fue más tarde fuertemente criticada por Calímaco y no llegó a tener gran influencia en Grecia. Sin embargo, con su traducción, Ennio logró una amplia difusión de estas ideas como una nueva posición teológica entre los romanos. Más tarde, la teoría tiene acogida entre los cristianos fundadores de la iglesia, debido a su potencia explicativa de los mitos desde un núcleo racional, mostrándolos como fábulas, alegorías y representaciones que tenían un trasfondo histórico, un asunto relevante para la imposición temprana de las religiones monoteístas.



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