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Discurso de la infamia



El conocido como discurso de la infamia fue pronunciado por el presidente Franklin D. Roosevelt el 8 de diciembre de 1941, al día siguiente del ataque a Pearl Harbor, ante el Congreso de Estados Unidos para pedir la declaración de guerra al Imperio de Japón. Se conoce con ese nombre por la frase con que comenzaba: «Ayer, 7 de diciembre de 1941 —una fecha que vivirá en la infamia— Estados Unidos de América fue atacado repentina y deliberadamente por fuerzas navales y aéreas del Imperio de Japón».

El 1 de diciembre de 1941 la Conferencia Imperial, presidida por el emperador Hirohito, aprobó la entrada en guerra contra Estados Unidos, Gran Bretaña y Países Bajos.[1]​ Pero considerando que el factor sorpresa era esencial en el éxito del ataque a Pearl Harbor, con el que se iban a iniciar las hostilidades, el gobierno japonés y el Alto Mando decidieron que presentarían la ruptura de relaciones con Estados Unidos solo media hora antes del inicio del ataque (previsto para las 8:00 horas del 7 de diciembre en las islas Hawái; las 13:30 del mismo día en Washington).[2][3]​ Para asegurar el secreto también decidió no informar a sus representantes en Washington, el embajador Kichisaburo Nomura y el enviado especial Saburo Kurusu.[4][5]

Así pues, el gobierno japonés envió el comunicado de la ruptura de las negociaciones —del que se había suprimido la frase que hablaba de la posible declaración de guerra japonesa de acuerdo con la Convención de La Haya[6]​ solo unas horas antes del ataque.[7]​ El comunicado iba acompañado de la orden de que no lo entregaran antes de la 13:00 horas (horario de Washington; 7:30 horas, horario de Hawái, es decir, justo media hora antes del inicio del ataque). Pero la embajada japonesa tuvo problemas con el descifrado y el mecanografiado del documento, que constaba de catorce puntos y una conclusión final,[8]​ por lo que Nomura y Kurusu lo presentaron al secretario de Estado Cordell Hull a las 14:20 horas, cuando hacía una hora que el ataque a Pearl Harbor había comenzado —lo que Nomura y Kurusu desconocían ya que su gobierno tampoco les había informado sobre la operación—[9]​. Cuando Hull los recibió notaron que éste estaba furioso —ni les dio la mano, ni los invitó a sentarse—.[10]​ No podían saber que tanto él como el presidente Roosevelt conocían su contenido desde las 10 de la mañana ya que los servicios de inteligencia lo habían interceptado y descifrado antes que la propia embajada japonesa —de hecho hacia las 12 de la mañana los comandantes de las bases navales y terrestres norteamericanas del Pacífico ya habían sido advertidos del inminente ataque japonés, pero no el de Pearl Harbor, a causa de las malas condiciones atmosféricas (el mensaje llegaría cuando el ataque japonés ya había comenzado)— [10]​. Además hacía pocos minutos que al secretario de Estado le habían informado que la base de Pearl Harbor estaba siendo atacada por aviones japoneses. En un momento determinado Hull dejó de leer el documento que le habían entregado los representantes japoneses y les dijo:[2][11]

Kurusu y Nomura regresaron confusos a su embajada, donde encontraron a la entrada una multitud que los increpaba. Fue entonces cuando supieron que Japón había atacado a Estados Unidos por sorpresa y antes de haber declarado la guerra. [12]​ Después de que se hubieran marchado los dos representantes japoneses Hull los llamó «homúnculos y sinvergüenzas».[9]

La misma tarde del 7 de diciembre el gabinete del presidente comenzó a preparar el contenido del discurso que Roosevelt iba a pronunciar al día siguiente ante los miembros del Senado y de la Cámara de Representantes reunidos en sesión conjunta. El secretario de Estado Codell Hull sugirió que en el mismo se hiciera una relación completa de todas las violaciones del derecho internacional cometidas por el Imperio de Japón en los últimos años. Pero Rossevelt pidió que fuera un discurso corto que no rebasara las quinientas palabras y que se centrara en el mensaje esencial para que llegara al mayor número posible de ciudadanos norteamericanos: que Estados Unidos había sido atacado por Japón por sorpresa y sin una previa declaración de guerra y que Estados Unidos estaba dispuesto a derrotarlo costase lo que costase.[13]

La declaración de guerra a Japón fue aprobada por el Congreso con el único voto en contra de la congresista republicana pacifista por Montana Jeannette Rankin. Roosevelt con su discurso logró excitar las emociones de los norteamericanos y el aislacionismo, que hasta entonces había predominado entre la opinión pública y la clase política, desapareció completamente. El grito de batalla «Recuerda Pearl Harbor» galvanizó a todo el país. El lema procedía de una canción que fue grabada solo diez días después del ataque y que decía: «Recordemos Pearl Harbor cuando vayamos a enfrentarnos con el enemigo. Recordemos Pearl Harbor, como hicimos con El Álamo... ¡Recordemos Pearl Harbor y no nos detengamos hasta la victoria!». [13]​ Como ha señalado la historiadora Eri Hotta: «Antes de la agresión japonesa, a la mayoría de los estadounidenses Hawái les debió parecer un exótico país extranjero… De repente este singular territorio de islas en el océano Pacífico se encontró inextricablemente unido a la narración patriótica estadounidense».[14]

Tres días después del ataque unos desconocidos talaron cuatro de los más grandes cerezos que había sido plantados junto a la laguna del West Potomac Park en Washington D.C. como símbolo de amistad entre Estados Unidos y Japón.[15]



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