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Divina providencia



La Divina Providencia es el concepto religioso por el cual una divinidad crea e influye en el universo, en especial la Tierra para el socorro de la humanidad. Es el dogma del teísmo, en oposición al deísmo que cree en un dios que solo es creador.

Ya Platón en el décimo libro de las Leyes afirma la existencia de la divina providencia (Leyes X, 903 b-d):

Aunque con ello el filósofo de Atenas, como fue propio del mundo griego precristiano, no expresa la idea de la providencia, sino del Destino: una instancia suprema impersonal, cuyo designio irrevocable pesa sobre todo lo que existe, incluidos los dioses y los hombres.

De todos modos, el paganismo en la Antigüedad clásica fue gradualmente asumiendo la idea de una providencia o cuidado que los dioses ejercerían sobre las personas; concepto ya presente en los estoicos y que culminará en las Meditaciones de Marco Aurelio. En los siglos II y III, y bajo el influjo de las doctrinas orientales, esta creencia se generaliza: las monedas del Imperio romano en esta época solían incluir el lema Providentia deorum («los dioses tienen cuidado de nosotros»).[1]​ La postura opuesta la representó el epicureísmo: El filósofo de Samos sostenía que la divinidad, en caso de existir, no intervenía en los asuntos humanos.[2]

Ya en una clave cristiana, afirma San Agustín en el libro octavo de La Ciudad de Dios la existencia de la providencia divina.

Una típica definición es la de Juan Damasceno, en Exposiciones de la Fe Ortodoxa, 2,29: "La providencia consiste en la curación ejercitada de Dios en las comparaciones de eso que existe. Representa, por otra parte, divina gracia de esa voluntad a los cuales cada cosa es recta de un justo mandamiento".

Los antiguos pintaban la providencia bajo la figura de una mujer venerable, ya muy entrada en edad, teniendo en una mano el cuerno de la abundancia y en la otra una vara con que marcaba un globo que representaba el mundo en el cual tenía fija su vista.

El pueblo Himba de Namibia practica una forma de panenteísmo monoteísta y adora al dios Mukuru (creador Supremo). Los antepasados fallecidos de los Himba están subordinados a él, actuando como intermediarios entre Dios y la humanidad.[3]

El pueblo igbo practica una forma de monoteísmo llamada Odinani. El odinanismo tiene atributos monoteístas y panenteístas, teniendo un solo Dios como la fuente de todas las cosas. Aunque existe un panteón de espíritus, estos son espíritus menores que prevalecen en Odinani (ángeles). [4]

El término no solo tiene uso en el campo religioso o teológico, sino también en el campo literario. De hecho en algunos autores la divina providencia actúa como un auténtico personaje que influye en los acontecimientos. Desde el punto de vista de las soluciones narrativas es posible compararla al "Deus ex machina" del teatro griego, pero generalmente el impacto que tiene sobre el desarrollo de la narración es menos específico e inmediato.[5]



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