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Eco (mitología)



En la mitología griega, Eco (en griego antiguo, Ἠχώ: Êkhố) es una oréade (ninfa de la montaña) del monte Helicón que amaba su propia voz. Fue criada por ninfas y educada por las Musas.

La hermosa joven Eco era una ninfa de cuya boca salían las palabras más bellas jamás nombradas. Eco distraía a la diosa Hera mientras Zeus cortejaba a otras ninfas, dándoles así tiempo para escapar. Cuando Hera descubrió el engaño, castigó a Eco quitándole la voz y obligándola a repetir la última palabra que decía la persona con la que mantuviera la conversación.[1]​ Incapaz de tomar la iniciativa en una conversación y limitada solo a repetir las palabras ajenas, Eco se tuvo que apartar del trato humano.

Retirada en el campo, Eco se enamoró del precioso cazador Narciso, hijo de la ninfa Liríope de Tespias y del dios-río Céfiso. Eco lo seguía todos los días sin ser vista, pero un día cometió una imprudencia, pisó una rama, y Narciso la descubrió. Eco buscó la ayuda de los animales del bosque como ninfa que era, para que le comunicaran a Narciso el amor que ella sentía, ya que ella no podía expresarlo. Una vez que Narciso supo esto, se rio de ella, y Eco volvió a su cueva y permaneció allí hasta decaer. Sobre Narciso, algunos cuentan que un muchacho que también se había enamorado de Eco oró a los dioses, pidiendo que Narciso sufriera al sentir un amor no correspondido, como el que había hecho sufrir a otros. La oración fue respondida por Némesis, la que arruina a los soberbios, quien maldijo a Narciso a enamorarse de su propio reflejo. El joven terminó muriendo de desamor (otros dicen que se ahogó mirándose su rostro en el río) y bajó al Inframundo, donde fue atormentado para siempre por su propio reflejo en la laguna Estigia.

Se encuentra Eco con Narciso en el teatro del Siglo de Oro español (Pedro Calderón de la Barca: Eco y Narciso; Sor Juana Inés de la Cruz: El Divino Narciso). El diálogo con el eco pasa a ser en el Renacimiento una verdadera clase poética, ilustrado en las pastorales dramáticas, en la poesía lírica, en la ópera. Algunos poetas, como por ejemplo, Víctor Hugo, utilizan de buen grado la figura de la ninfa Eco o el fenómeno del eco para designar la voz y la actividad poética. Christina Rosenvinge dedica una canción a este mito en su álbum La joven Dolores.




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