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Efecto placebo



El efecto placebo (del latín placēbō, complaceré) es el conjunto de efectos sobre la salud que produce la administración de un placebo, que puede ser en forma de pastilla, una terapia, la automedicación o una simple afirmación sin ningún motivo científico, como puede ser la fe o la esperanza, que reflejan un cambio positivo en la persona que lo está llevando a cabo,[1]​ y que no se deben al efecto específico de ningún acto médico o psicoterapéutico.

En investigación médica, el efecto placebo aparece en diferentes situaciones y depende del grado de sugestión. Los placebos más comunes incluyen pastillas de azúcar, infusiones y cirugías placebo, pudiendo ser también cualquier otro procedimiento en el que se da información falsa al paciente. Los efectos positivos del placebo desaparecen cuando se informa a los pacientes de la realidad del medicamento que están tomando.[2]

También es el causante de que funcionen los métodos de la medicina no convencional, en que los pacientes se curan solo si creen en la curación, no porque el método aplicado sea siempre efectivo contra esa enfermedad. No obstante, en la efectividad de los tratamientos de la medicina convencional se debe en parte al efecto placebo, de ahí que en todos los ensayos clínicos deba tenerse en cuenta este efecto para valorar la eficacia real del medicamento o terapia en estudio. Las terapias no convencionales deberían someterse al mismo cribado y filtros experimentales para valorar el efecto real de las mismas.

La explicación neurocientífica postulada para este fenómeno sería la estimulación (no por parte de la sustancia placebo, de lo contrario no entraría en la definición) de los cortex prefrontal, orbitofrontal y cingulado anterior, así como el núcleo accumbens, la amígdala, la sustancia gris periacueductal y la médula espinal, que influyen en la percepción de la salud, como se ha comprobado en estudios de resonancia magnética funcional.[3]

Hay gran variabilidad en la presentación de este efecto y la aparición del mismo está determinada por factores del individuo, de la sustancia (incluida su forma de administración) y del medio en el que se realiza el tratamiento. Sin embargo, la cuantificación de este fenómeno es muy útil para determinar la utilidad y seguridad de fármacos y otras sustancias en la terapéutica.

El uso más importante de los placebos dentro de la práctica clínica actual es el de los ensayos clínicos controlados. En las investigaciones de laboratorio y en la fase de ensayos clínicos con fármacos la población en la que se prueba el efecto del fármaco se divide en dos grupos seleccionados aleatoriamente (muestra), de modo que uno de ellos recibe la medicación (grupo experimental) y otro recibe una sustancia inerte o placebo (grupo control). Si el fármaco es efectivo, los resultados correspondientes al grupo experimental muestran diferencias estadísticamente significativas respecto de los resultados obtenidos en el grupo control.

Los pacientes que se incluyen en los ensayos clínicos controlados reciben mucho más que una sustancia farmacológicamente inerte. Muchas veces estos enfermos presentan una evolución mejor que el resto de pacientes no incluidos en el ensayo y a veces tan buena o mejor que los pacientes incluidos en el brazo experimental. El medio sanitario en el que están envueltos es curativo por:

El placebo significa también en la psicología la mejora de un paciente con déficit mental. Es la incapacidad para asumir sus defectos físicos.

La palabra placebo es la primera persona de singular del futuro de indicativo del verbo latino placere, que significa ‘complacer’. La palabra placebo se encuentra en latín en la biblia Vulgata, en el Salmo 114, y en el 116 (acción de gracias por haber sido liberado de la muerte) de la biblia en español. Esta palabra se usaba en la Edad Media para designar los lamentos que proferían las plañideras profesionales en ocasión del funeral de alguna persona. En el siglo XVIII, el término fue definido en un diccionario médico como medicamento común y, en una edición posterior, como algo que simula ser un medicamento.[4]

La historia de la medicina presenta muchos ejemplos que reflejan que la historia del tratamiento médico es la historia del efecto placebo.

Los fármacos en la historia de la medicina fueron:

Un estudio realizado por el Sistema de Salud de la Universidad de Míchigan explica los fuertes efectos fisiológicos que presentan algunos pacientes al uso de placebos.[5]

En este estudio, el grupo de neurología de esta universidad ha localizado un área del cerebro que se activa cuando el paciente cree que está tomando un medicamento.[6]

Se usaron dos tipos de escáneres diferentes en personas totalmente sanas:[7]

Los resultados se combinaron. Al grupo de personas completo, se les iba administrando una inyección dolorosa, se registraba la actividad del dolor y luego se les administraba el placebo. A los grupos de 14 y 16 personas se les advirtió que si conseguían describir los efectos de dicho 'analgésico', recibirían una recompensa de 5 dólares. Al grupo de 18 personas se les informó la verdad de lo que se les iba a administrar.[8]

La investigación reveló que en los pacientes más receptivos al uso de placebos se activaba la producción de dopamina, un tipo de neurotransmisor responsable de múltiples actividades fisiológicas como la creación de los sentimientos placenteros.[9]

Por el contrario, en los pacientes a los que se les advirtió de la verdad, no había reacción e incluso alguno podía llegar a experimentar el efecto nocebo.[10]

Los placebos no funcionan en todo el mundo. En 1955, Henry K. Beecher publicó un artículo[11]​ en el que demuestra que el efecto placebo solo tiene lugar en el 35 % de las personas. Pero realmente el rango puede variar desde el 0 % hasta el 100 %. Depende del tipo de placebo administrado y de la condición médica que se pretende tratar. No todo el mundo responde al efecto placebo, del mismo modo que no todo el mundo responde del mismo modo a las drogas.

El efecto placebo también puede afectar al cuidador y a la percepción de este en la evolución de la enfermedad del paciente. Es lo que se conoce en medicina como efecto placebo por poderes (placebo by proxy, en inglés).[12][13][14]​ El placebo por poderes se da, sobre todo, cuando los pacientes son niños o animales.[15]

En 1950 se estudió qué rasgos de personalidad hacen a una persona más proclive a sentir el efecto placebo. Estos resultados no han podido ser nunca replicados[16]​ y por tanto hoy en día se considera que la personalidad no afecta al efecto placebo.

El deseo por superar el dolor, la motivación, y la cantidad de dolor que espera reducir el paciente sí afecta al efecto placebo. Otro factor que potencia el efecto placebo es el grado en que la persona presta atención a sus síntomas corporales, de forma que aquellas personas más centradas en sus síntomas son más susceptibles al placebo.[17]

Las personas afectadas de Alzheimer no experimentan efecto placebo debido a la pérdida de sustancia gris en el córtex prefrontal, lo que conlleva a una pérdida de la capacidad de tener expectativas.

Los niños son más proclives a experimentar efecto placebo que los adultos.[18]

El trastorno de ansiedad social se ha vinculado con la expresión del gen triptofano-hidroxilasa-2 (enzima que sintetiza el neurotransmisor serotonina), y se asocia a una reducción en el tamaño de la amígdala, y por tanto, a una susceptibilidad mayor al efecto placebo.

En 2012 varios estudios centrados en el gen COMT (catecolamina-transferasa) relacionado con el neurotransmisor dopamina, se ha visto asociado en pacientes con síndrome del intestino irritable. Los sujetos con el alelo de metiomina duplicado son más propensos al efecto placebo.

El efecto placebo dificulta la investigación de nuevos fármacos, debido a que si no se controla el efecto placebo no se puede diferenciar si un nuevo fármaco está actuando debido a la efectividad de la sustancia activa, o está dando resultados positivos por mero efecto placebo. De ahí nace la necesidad científica de diferenciar entre la eficacia real y el efecto placebo.

Para controlar el efecto placebo en los ensayos clínicos, se toma a un grupo de sujetos a los cuales se les administrará un placebo con la misma presentación que el medicamento real, pero sin efectos (por ejemplo, pastillas de azúcar). Al comparar los resultados, el fármaco que se pone a prueba debe superar significativamente al efecto placebo.[19][20][21]​ Los ensayos clínicos deben ser de doble ciego: esto significa que los participantes no deben saber si están recibiendo el fármaco real o el placebo, y el administrador del fármaco no debe saber si está dando al participante un fármaco real o el placebo.[22]

Este control genera controversias éticas, dado que para realizar la investigación será necesario administrar un placebo a una persona que podría necesitar un tratamiento efectivo. Pero las condiciones en las que se encuentra la investigación hace que sea necesaria esta situación, por lo que todos los participantes del estudio deben firmar un consentimiento en el que se les informan que parte de la investigación consiste en que podrían estar recibiendo un placebo. La ética de los estudios con control de placebo ha sido ampliamente discutido en el comité de Helsinki.[23]

El efecto nocebo (del latín nocebo, "dañaré") es el efecto opuesto al placebo. Los pacientes que esperan efectos negativos del tratamiento pueden experimentar por esa expectativa los síntomas aunque no haya causa material para ellos. Por ejemplo, a los participantes en un estudio a los que se les administra un placebo se les informa de que van a experimentar una lista de efectos secundarios negativos; desarrollan entonces una actitud negativa hacia el tratamiento que les lleva a experimentar esos síntomas que esperan.[24]

Los placebos confeccionados para los ensayos clínicos deben ser completamente inertes, sin ningún efecto. Comúnmente se utilizan recetas de agua con azúcar, y en otras ocasiones se utiliza lactosa, lo cual es conveniente controlar en caso de personas con intolerancia a la lactosa, dado que dicha pastilla dejaría de ser un placebo al tener consecuencias reales sobre la persona.

El efecto contrario es el "efecto nocebo", que ocurre cuando un paciente niega los efectos esperados de un fármaco.



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