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El «Temerario» remolcado a su último atraque para el desguace



El «Temerario» remolcado a su último atraque para el desguace (1838) (en inglés, The Fighting Temeraire tugged to her last berth to be broken up, 1838) es un conocido cuadro del pintor romántico británico Joseph Mallord William Turner. Se trata de un óleo sobre tela de 91 centímetros de alto por 122 centímetros de ancho. Actualmente se exhibe en la National Gallery de Londres (Reino Unido).

La pintura, una de las preferidas del autor, representa el último viaje del navío de guerra Temeraire al ser remolcado por el Támesis desde la base naval de Sheerness hasta su destino final, el astillero de Rotherhithe, para ser despiezado. Esta obra se ha interpretado como una reflexión del pintor sobre su propia vejez.[1]

El Temerario fue un navío de línea de 98 cañones que desempeñó un destacado papel en la batalla de Trafalgar escoltando al HMS Victory, buque insignia del almirante Horatio Nelson.

Al final de su vida útil, el Almirantazgo decidió despiezarlo en alta mar y remolcar el casco al desguace para vender la madera. El transporte por el Támesis atrajo una considerable atención por parte de la prensa de la época, ya que era el buque más grande jamás vendido por el alto mando militar y también el más grande remolcado por el río londinense para su desguace.[2]

Cuando decidió pintar este cuadro, Turner era ya era un pintor consagrado, que había expuesto durante 40 años en la Royal Academy sus atmosféricas pinturas, en las que reflejaba temas como el cielo, el mar, los fenómenos meteorológicos y los efectos de la luz sobre los objetos.

La composición de este cuadro es inusual en el sentido de que el objeto más significativo, el antiguo buque de guerra, no está en el centro del cuadro sino en el cuadrante izquierdo, desde donde, con majestuoso esplendor, y caracterizado con una llamativa y escueta gama de colores casi espectrales, se eleva contra un triángulo de cielo azul y niebla ascendente que lo realza. La belleza del viejo barco contrasta con el sucio remolcador, ennegrecido con su alta chimenea, que agita a su paso la superficie del río.

El triángulo azul enmarca un grupo de barcos, también de vela, que van disminuyendo de tamaño con la lejanía. En el instante capturado, el remolcador y su ilustre carga están rebasando una pequeña embarcación fluvial con su vela levemente mecida por la brisa. Más allá se desplaza un navío con todo el velamen desplegado. También puede apreciarse río abajo la fina mancha blanca de otra embarcación. A lo lejos, más allá de un segundo remolcador que se dirige hacia ellos, permanece anclado un barco de tres mástiles.

En el lado opuesto, a la misma distancia del marco que el mástil principal del Temerario, el sol, poniéndose tras el estuario, proyecta sus rayos sobre la superficie del agua. Además de reflejarse sobre la superficie del río, el rojo de las nubes se replica en el color del humo del remolcador.

Turner quiso dejar constancia de que el buque ya había dejado de pertenecer a la armada británica. No solo omitió cualquier enseña en el buque, sino que, ahondando en el patetismo del honor perdido, pintó de un color blanco plano la bandera que ondea del mástil más alto del remolcador. De hecho, cuando se exhibió en la Royal Academy en 1839, el cuadro fue enmarcado con unos versos adaptados del poema de Thomas Campbell Ye Mariners of England: «The flag which braved the battle and the breeze, / No longer owns her» [La bandera que desafió a la batalla y a la brisa / ya no te pertenece].

Este cuadro muestra la fascinación de Turner por los temas elementales: el agua, el aire y el fuego. El pintor se adentraba en su fase más abstracta y rica en contrastes: el mundo antiguo frente a la civilización moderna, el orgulloso navío frente al funcional remolcador, la pincelada suelta y el color empastado del cielo frente al detallismo del barco, o los colores fríos del lado izquierdo frente a los cálidos del derecho.[3]

La desaparición de la fuerza heroica de antaño es el tema principal de la pintura. Se ha sugerido que el barco representa al artista mismo, con un pasado glorioso y un artista consagrado, pero que ahora asiste a su propia y humilde condición de ente mortal. Por detrás de la fúnebre comitiva, una franja de luna arroja un rayo a través del río, simbolizando el comienzo de la nueva era industrial.[4]

Uno de los recursos simbólicos favoritos de Turner era teñir el cielo de tonos escarlata con la intención de sugerir muerte o ruina.[5]​​ En este sentido, la puesta de sol vendría a reforzar el sentimiento de ocaso, de decadencia.​ Conforme el Temerario se aproxima a su fin, también lo hace el día, con la luna en el horizonte anunciando la llegada de la noche. «Para el buque de guerra sentenciado, sin duda iba a ser una noche muy larga».[6]

Las tonalidades cobrizas de las nubes replican el ardiente humo del remolcador, mientras que el disco claro del sol encuentra su contrapunto en la oscura boya de la esquina inferior derecha, que desde su posición en primer plano nos introduce en la escena.

A medida que el sol se va, una pálida luna creciente se va elevando sobre la esquina superior izquierda. Turner se había venido interesando desde mucho tiempo atrás en la aparición simultánea del sol y la luna para acentuar la idea de transición.

Asimismo, la quietud de los veleros en segundo plano vendría a simbolizar la ya inevitable obsolescencia de este sistema de navegación.[7]

El autor se tomó algunas licencias para reflejar hondo contenido simbólico que pretendía transmitir.

Por aquel entonces, la Marina Real británica ordenaba desmontar en alta mar cualquier parte aprovechable de toda embarcación que hubiera llegado al final de su vida útil. El Temeraire no fue una excepción, así que lo que el remolcador arrastró realmente fue un cascarón desprovisto de velamen. Pero Turner quiso representarlo intacto, con todos sus mástiles y velas, con el fin de reivindicar su glorioso pasado. Además, para dotarlo de una presencia más majestuosa, lo pintó «en alto», con la quilla apenas oculta bajo la superficie del agua, «como elevándose por encima del mundo terrenal», como si se deslizara sobre las aguas del río en lugar de ir semisumergido en ellas.

Aunque el Temerario había sido transportado por dos remolcadores, Turner representó solo uno tirando del barco (si bien puede observarse el otro a lo lejos, ajeno a la operación).

También intercambió en el remolcador las posiciones del mástil delantero y la chimenea, en alusión a una «visión profética del hierro, el humo, el hollín y el vapor como máximo adelanto de tecnología naval»; quería realzar así el poder de vapor sobre el poder de la vela.​ Esta decisión fue muy discutida entre los críticos, pero Turner defendió su decisión y, de hecho, desaprobó una reproducción en grabado que «devolvía» cada pieza a su posición real.

La hora del día y la posición del sol que enmarcan la escena suscitaron una viva controversia en las páginas del diario londinense The Times. Lo más probable es que el Temerario habría llegado a Rotherhithe a plena luz del día, no al caer la tarde; además, su sol se está poniendo en una dirección imposible: un barco que hubiera navegado Támesis arriba lo haría en dirección oeste y, por tanto, no podría dejar el sol detrás de sí, al este.

La escena muestra, a la derecha, al propio Turner «presenciando» la operación mientras navegaba por el área de Greenwich en compañía de su amigo Clarkson Frederick Stanfield alrededor del mediodía del 5 de septiembre de 1838. Sin embargo, es poco probable que Turner hubiera asistido realmente la escena, y que, de hecho, ni siquiera se encontrara en el país en aquellas fechas.

Turner rechazó sistemáticamente en vida las ofertas de compra que recibió para vender la pintura y prefirió conservarla con él; de hecho, con frecuencia se refería a ella como su «favorita» (darling)​.[8]​ A su muerte, la obra pasó a ser propiedad del patrimonio cultural de Reino Unido.

En 2005, BBC Radio 4 organizó, junto con la National Gallery, una encuesta para elegir la mejor pintura de entre todas las expuestas en museos de Reino Unido. La pintura de Turner resultó ganadora, con 31892 votos sobre un total de 118111. Le siguieron La carreta de heno, de John Constable, y Un bar aux Folies Bergère, de Édouard Manet.[9]



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