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El idiota



El idiota (en ruso: Идиот, Idiot), en algunas ediciones en castellano llamada El príncipe idiota, es una novela escrita por el autor ruso Fiódor Dostoyevski. Fue publicada originalmente en serie en El mensajero ruso entre 1868 y 1869. El idiota está considerada como una de las novelas más brillantes de Dostoyevski y de la "Edad de Oro" de la literatura rusa. No fue traducida al inglés hasta el siglo XX.[2]

La novela se sitúa en la Rusia de mediados del siglo XIX y narra la historia del príncipe Lev Nikoláievich Myshkin (en algunas traducciones, Mishkin),[3]​ quien, al igual que Dostoyevski, sufre de epilepsia.[4]​ Por ello, lo envían a Suiza en la infancia para que reciba tratamiento de un médico que, al morir el tutor del niño, se hará cargo económicamente de él. Huérfano de padre y madre, su única pariente viva (a quien no conoce en persona) reside en San Petersburgo; él le manda una carta, pero nunca recibe contestación, por lo que decide viajar a la entonces capital rusa con el fin de conocer a su prima lejana, Lizaveta Prokófievna Epanchiná. Antes de llegar a San Petersburgo, conoce en el tren a Parfión Semiónovich Rogozhin[5]​ y a Lukián Timoféievich Lébedev,[4]​ con quien sostiene animada conversación.

Al llegar a San Petersburgo, entra en contacto con la familia del general Iván Fiódorovich Epanchín, su esposa Lizaveta Prokófievna Epanchiná, y sus hijas Aleksandra, Adelaida y Aglaya Ivánovna. Su carta de presentación es el supuesto parentesco que existiría entre el príncipe y Lizaveta Prokófievna; Myshkin se presenta en la casa de los Epanchín, vestido humildemente y con un hatillo como único equipaje; el mayordomo lo mira con desconfianza cuando pide hablar con el general Epanchín, y se confunde mucho más cuando el príncipe en su inocencia lo trata como a un igual (gesto tomado luego por los Epanchín como de "demócrata"). El general lo recibe finalmente en su despacho, y el príncipe le aclara que no va en busca de dinero, solo de consejo y para conocer a sus parientes, lo que sorprendió aún más al general e hizo que se interesara en ese peculiar individuo. Le ofreció encontrarle trabajo, y le preguntó qué hacía; el príncipe resultó ser experto en caligrafía, cosa que pudo comprobar también Gavrila Ardaliónovich Ívolguin (Ganya), que entonces era secretario del general Epanchín, y se encontraba con ellos en ese momento. En su primer encuentro con Ganya, el príncipe conoció en foto a Nastasia Filippovna, por quien después sentiría gran compasión (hay que recordar que el príncipe confundía la compasión con el amor para entender el final del libro) y que en la primera parte del libro era la prometida de Ganya. Cuando el general se hubo retirado, el príncipe Myshkin fue presentado a Lizaveta (esposa del general) y sus tres hijas, que estaban desayunando en el cuarto de estar. Ellas lo interrogan satirizando la conversación, sobre todo Aglaya, quien gozaba burlándose de él. Entonces el príncipe les contó sobre su estadía en Suiza, y su opinión sobre la pena de muerte.

El príncipe relata su estadía en una pequeña aldea Suiza, después de comentar que disfrutaba mucho la compañía de los niños y lo inteligentes que eran éstos al entender cosas que los adultos no entendían, y cómo él aprendía cosas de ellos y no al revés ( opinaba que todos debieran aprender de los niños). La anécdota que contó se trataba de una mujer caída en desgracia a la que todo el pueblo despreciaba (había ido en pos de un hombre, pero éste la había dejado al poco tiempo, obligándola a volver luego junto a su madre), y que tenía a su madre enferma. La gente no le daba trabajo, y poco a poco se fue quedando sin dinero para sus necesidades y las de su madre. Empezó a cuidar animales a escondidas, para que los granjeros supieran que podía. La madre murió, dejando a la mujer sola, y además enferma (tuberculosis). Los niños se reían de ella cada vez que la veían pasar, y le tiraban piedras. El príncipe los vio, y les habló para que no lo hicieran más, les hizo entender que era buena persona, y que merecía ser querida. Los niños la empezaron a saludar, le llevaban comida a escondidas de sus padres y le regalaban ropa. Los adultos de la aldea empezaron a prohibir a los niños que la fueran a ver, pero iban a escondidas. El príncipe también la visitaba, y le conversaba, porque le tenía profunda lástima. Antes de que la mujer muriera, el príncipe la besó en los labios, producto de la inmensa compasión que le tenía a la mujer. (Importante para comprender el efecto Nastasia Filíppovna)

Surge luego de conversar con la hermana que pintaba, quien le pidió una idea. Él le sugirió que pintara la cara de un condenado a muerte en el patíbulo, que a su parecer, era la expresión más fuerte posible en un ser humano. Les contó que había visto una ejecución con guillotina, y que nunca podría olvidar la cara del hombre en cuestión. (Eso, Dostoyevski lo sacó de una experiencia propia, puesto que él mismo estuvo condenado a muerte una vez, y fue perdonado al pie del patíbulo). El príncipe ya había filosofado sobre la pena de muerte en el tren con Rogozhin. Menciona una pintura que había visto una vez, y que capturaba la escena a la perfección (más adelante, en casa de Rogozhin, ve una réplica de la pintura de Hans Holbein el Joven El Cristo muerto).

Por causa de su enfermedad, muy enraizada durante su juventud, el príncipe Lev Nikoláievich Myshkin no fue capaz de mantener una educación formal y constante, por lo que dependió de las enseñanzas de un tutor en una casa de reposo en Suiza. Tras la muerte de quien financiaba su estadía en dicho país, el príncipe regresa a San Petersburgo, donde recibe la noticia de que es el heredero de una importante fortuna por parte de un remoto familiar suyo. En un tren de tercera clase que viaja desde Varsovia a San Petersburgo conoce a Rogozhin y al funcionario Lébedev.[4]​ Pronto el príncipe entra en contacto con las altas capas de la sociedad petersburguesa y se enamora de dos damas muy diferentes que marcarán su estadía allí: Nastasia Filíppovna Baráshkova[6]​ y Aglaya Ivánovna Epanchiná.[4]

El príncipe Myshkin no pudo ejercer una profesión y, más allá de sus veinte años, tiene la mentalidad de un niño —no por lo inmaduro, sino por lo ingenuo—. Siempre habla antes de pensar, no ve diferencias entre personas y cree en la bondad de todos, no conoce las malas intenciones. Es por esto por lo que lo han apodado "el idiota". Su ingenuidad es traducida como estupidez por aquellos que lo conocen poco; Aglaya en cambio, puede ver que el príncipe es de hecho un hombre muy inteligente (cándido, pero inteligente) y de buen corazón (por lo que le dedica el poema de El Pobre Caballero en una reunión en su dacha), y no se enoja por lo que él pueda decir, le molesta lo que en los demás provoca.

Myshkin es tremendamente compasivo, y eso lo podemos ver en la anécdota de la aldea suiza y cuando le promete a Nastasia Filíppovna que se casaría con ella. Esa compasión suya lo lleva a perder a Aglaya, a quien amaba verdaderamente, por confundir la compasión que sentía por Nastasia con amor. Al final del libro, traumatizado con la muerte de Nastassia, vuelve a la casa de reposo suiza notablemente enfermo.

Aglaya es un personaje complejo, que se contradice a cada momento. Hija de la noble familia del general Epanchín, ama al príncipe Myshkin, como podemos ver, por ejemplo, cuando le dedica el poema de El Pobre Caballero, y al final, cuando lo lleva a encarar a Nastasia. Al revés del príncipe, ella no es inocente, y se da cuenta de la gente mal intencionada a su alrededor; no confía en Nastasia Filíppovna, y sabe que sus cartas son una maraña de mentiras para hacerla ver bien cuando su plan de casarse con Myshkin resultara. No quiere que Myshkin sepa que lo quiere, por lo que de cuando en cuando lo trata mal (por ejemplo, cuando se quedaban jugando al ajedrez en la dacha de Myshkin y ella se enojó y le dijo que no quería verlo más, o cuando se burlaba de él). Ella pensaba que Myshkin había tenido un amorío con Nastasia cuando desapareció del mapa un tiempo, y que la seguía queriendo; esos pensamientos no fueron infundados, si no que fueron sembrados por los que la rodeaban (Ganya, la generala Epanchiná, entre otros). Ella trata de poner celoso a Myshkin, en un intento de hacerlo reaccionar y ver si la quería a ella o a Nastasia, pero no le resultaba, ya que Myshkin en su inocencia no era capaz de sentir celos. Al final del libro se casa en un matrimonio sin amor.

Durante su infancia, fue cedida al cuidado de Afanasi Ivánovich Totsky, quien le asignó el cuidado y educación necesarias mediante unas instructoras. Después de un tiempo, Totsky volvió, y se encontró con que la niña que había dejado, había crecido para ser una hermosa señorita, además culta e inteligente; decidió llevársela a vivir con él a Petersburgo, en una especie de concubinato. Nastasia odiaba a Totsky, por eso aceptaba todos los mimos y regalos caros que él le daba, y se aprovechaba de él. Que ella viviera con Totsky, era una ofensa imperdonable por la alta sociedad, era vista como una mujer sucia y poco apropiada para cualquiera, sobre todo para un príncipe, como era Myshkin. Para herir a Totsky, ella decidió casarse con Ganya, a pesar de que no lo quería; cuando Nastasia fue a visitar a la familia de Ganya, los trató con desdén y superioridad, para ver si Ganya era capaz de pararla y echarla de su casa para defenderlos; Ganya no lo hizo, y Nastasia decidió que no se casaría con él, sino que con Rogozhin, quien le había ofrecido una gran suma de dinero si se casaba con ella (fue en ese momento, cuando Rogozhin le ofreció dinero, que el príncipe Myshkin le prometió que se casaría con ella).

Nastasia Filíppovna es una mujer autoflagelante, que tiene que vivir en constante constricción en orden de mitigar los fantasmas de su pasado. Ser feliz y buena es algo que no se puede permitir, y suple aquello con dinero y bienes materiales, fiestas y reuniones. Siente que no merece ser parte de la buena sociedad, por lo que se rodea constantemente de lo más bajo de la sociedad rusa, borrachos y gente de bajo nivel. Entregó los rublos que Rogozhin había juntado para ella a Ganya (aunque la forma en que lo hace no deja de ser cruel, arroja los billetes al fuego para ver si Ganya es capaz de rebajarse y quemarse las manos por dinero). Es una mujer violentamente impulsiva y contradictoria. Esto se refleja en el episodio de las cartas que Nastasia le envía a la propia Aglaya instándola a que se case con el príncipe y le proporcione la felicidad que ella no puede darle; este episodio definirá más adelante la novela de forma decisiva. Finalmente es asesinada por Rogozhin.

Heredero de una gran fortuna cae perdidamente enamorado de Nastasia Filíppovna, cayendo en la perdición en búsqueda de ésta. Inicialmente confía en el príncipe Myshkin, para posteriormente sentir celos dada la relación de éste con Nastasia. Su personaje representa la pasión y el instinto amoroso, resultando lo opuesto al amor cristiano basado en la compasión que sentía el príncipe.

Otro detalle importante, es el gran contenido político que aparece en la novela. Dostoyevski reprocha constantemente el sistema burocrático ruso, critica la idea de crear trabajo innecesario:

Uno de los aspectos más relevantes de la novela es su dimensión ética y religiosa, en cuanto que el príncipe Myshkin se convierte en el más acabado arquetipo moral de toda la obra dostoyevskiana. Así lo han señalado críticos tan relevantes como Dmitri Merezhkovski, Romano Guardini, Nikolái Berdiáyev y Luigi Pareyson.




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