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El Trapense



Antonio Marañón, el Trapense o el Trapista (Marañón (Navarra), c. 1777-Vilanova d'Almassà, 1826)[1]​ fue un soldado, monje cisterciense y guerrillero absolutista español, ejemplo característico del tipo de fraile trabucaire activo en Cataluña durante el Trienio Liberal, junto con Misas y Mosén Antón Coll.

Luchó en las guerras de la Convención de 1793 a 1795 y de la Independencia española, en la que participó en el asalto a Jaca.[2][3]​ Distinguiéndose por su fanatismo, en 1814 destruyó por su propia mano la estatua de la libertad que se encontraba en el salón del congreso de los diputados en Madrid.[4]

Terminada la guerra, en la que habría alcanzado el grado de capitán, permaneció durante algún tiempo en el ejército, llevando una vida desordenada. Tras perder al juego su dinero y charreteras, además de la caja de la compañía,[5]​ tomó los hábitos como lego cisterciense de la estricta observancia, «para ocultar su nombre y su existencia de aventurero, durante muchos años entregado a los más despreciables vicios».[6]

En abril de 1822 formó una de las partidas absolutistas más activas de las alzadas en Cataluña para combatir a los gobiernos liberales del trienio constitucional, contando con la financiación de Josefina de Comerford. El 21 de junio de 1822, reunidas varias de esas partidas, tomaron por asalto la Seo de Urgel, con él a la cabeza,[7]​ y por orden suya dieron muerte a su guarnición en Olot, tras haberla hecho cautiva.[6]​ Ocupada la Seo de Urgel, y disponiendo así los realistas de una plaza fortificada por primera vez, se estableció en ella la Regencia absolutista formada por Bernardo Mozo de Rosales, marqués de Mataflorida, Jaime Creus Martí, arzobispo preconizado de Tarragona, y el barón de Eroles.[8]

Modesto Lafuente lo describe al tiempo de su actividad guerrillera como de unos cuarenta y cinco años, de aspecto severo y mirada penetrante. Dándose aire de ascético y virtuoso, escribía Modesto Lafuente,

Como el ejército liberal había entrado en el convento de los capuchinos de Cervera, desde el que se les había hecho fuego, y degollado a los frailes, Marañón, cuenta Lafuente, atacó la población, causó muchas bajas entre los liberales y la prendió fuego por los dos costados.[9]

De Cataluña pasó a Aragón entrando en Barbastro y Huesca. Derrotado en Ayerbe por Zarco del Valle, que le tomó un cañón y una bandera, pasó a Navarra, reuniéndose con las partidas allí alzadas. Desde Navarra planeó la toma de Jaca, donde había logrado algunas complicidades, pero sufrió una nueva derrota en Bolea.[10]​ Uno de los soldados del ejército francés enviado por la Santa Alianza para restaurar en España el absolutismo, nada más cruzar los Pirineos, en abril de 1823, se encontró en Fuenterrabía con el Trapense, «espèce de fanatique» del que tomó un apunte en su álbum en el momento en que se hacía disparar por un compinche con una pistola descargada para hacer creer a los suyos que era invulnerable a las balas y, a cambio de ofrecerles milagros –decía el francés, entre indignado y asombrado– consentía toda clase de crueldades a sus indisciplinados hombres. Dos años después, terminaba, había tenido la satisfacción de verle conducido bajo escolta a un convento, «où sans doute il expie ses erreurs».[11][12]​ Tras la restauración de Fernando VII en el poder absoluto merced a la intervención del duque de Angulema y los Cien Mil Hijos de San Luis, el Trapense acabó convirtiéndose a causa de su fanatismo en un problema también para los realistas y para el conde de España, capitán general de Navarra, que en febrero de 1824 lo envió a Madrid escoltado por una guardia supuestamente de honor, y de Madrid se le condujo al monasterio trapense de Santa Susana, donde habría muerto en 1826.[2][3]

Muy distinto, con algo de justiciero y quizá fantástico, es el relato de la muerte del Trapense que hace Pompeyo Gener en Mis antepasados y yo. Apuntes para unas memorias, apuntes escritos hacia 1911-1914 pero que a su muerte quedaron sin publicar. Contaba en ellos Gener que en el otoño de 1823 entró la partida del Trapense en Cambrils, donde estaba su casa solariega familiar, y en ella apresaron a uno de sus tíos. Su abuela, al percatarse de ello, corrió a abrazarlo en la cuerda de presos cuando Marañón, acercándose por detrás, le abrió la cabeza de un culatazo, siendo luego rematados madre e hijo con las bayonetas. Cuando lo supo su abuelo, capitán de un buque, con sus otros hijos organizó una partida para perseguir al monje. «A los pocos meses» su tío José tuvo noticia del paradero del Trapense, que se hallaba solo, y con sus migueletes lo apresó:

Otro retrato del Trapense hizo Benito Pérez Galdós en El terror de 1824, novela de la segunda serie de los Episodios nacionales:



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