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El Vapor (fábrica)



La Fábrica Bonaplata (1832-1835), en la ciudad de Barcelona, fue la primera industria textil movida por la fuerza del vapor en España.[1]​ Por eso también fue conocida como "Vapor Bonaplata" o simplemente como El Vapor.

La industrialización moderna se inicia en Cataluña precisamente con esta empresa. Hasta 1832, en Cataluña, se habla de etapa preindustrial y a partir de este momento de industria moderna. Esta nueva industria va ligada a dos elementos fundamentales: la máquina de vapor como fuerza motriz y la maquinaria hecha de hierro fundido. En Cataluña las máquinas que utilizaba la industria textil eran de madera: máquinas de hilar, telares y mesas de estampación. Bonaplata será la primera en utilizar las máquinas de hilar y los telares mecánicos de fundición y junto con esta nueva maquinaria las técnicas metalúrgicas para construirla y repararla.

Estas máquinas de hierro fundido pesaban enormemente y no podían ser movidas por la fuerza de un hombre o de un animal. Un sistema habría sido utilizar la energía hidráulica pero esta sólo era posible junto a los ríos. Los fabricantes de Barcelona no tenían esta fuerza motriz al alcance y por eso fue necesario introducir la máquina de vapor.

Por lo tanto la maquinaria textil moderna fue implementada junto con una nueva fuerza motriz suficientemente potente: el vapor.

La familia Bonaplata ya estaba vinculada al textil antes de crear «El Vapor». Así Ramón y Gabriel Bonaplata constan como fabricantes de indianas en 1803.[2]​ Ramón Bonaplata y Roig, casado con Teresa Corriol, tuvo cinco hijos. El mayor, Salvador, siguió con el negocio de estampación de su padre. El segundo, Josep Bonaplata y Corriol, fue el motor de la innovación ayudado por los otro hermanos y por otros fabricantes conocidos suyos con los cuales formó una sociedad.

Josep se dedicó a estudiar la manera de mejorar la hilatura y el tejido. En junio de 1829 obtuvo permiso para importar maquinaria para hilar estambre y en noviembre del mismo año, junto con Joan Vilaregut y Albafull, fabricante de tejidos de algodón, consiguió permiso para importar máquinas de tejer mecánicamente todo tipo de hilos. Estos dos socios instalaron una primera fábrica en Sellent que utilizaba como fuerza motriz dos ruedas hidráulicas.[3]​ En la nueva fábrica trabajaron hasta 300 personas y ya incorporaba la nueva maquinaria de hierro. Pero la experiencia no acabó de funcionar por los problemas de transporte de las materias primas y de los tejidos acabados. También tuvieron problemas coyunturales: algunos de los transportes de materiales fueron robados e incluso incendiados. Con todo esto Josep se decidió a hacer un viaje en Inglaterra para conocer los nuevos adelantos en maquinaria textil y estudiar de cerca la aplicación del vapor.

El proyecto industrial que querían llevar a cabo los Bonaplata y otros socios necesitaba del apoyo de las instituciones políticas. Por esta razón solicitaron ventajas fiscales como la reducción de aranceles de importación de maquinaria y materiales y también subvenciones directas, que se justificaron por la novedad que representaban estos nuevos sistemas industriales. Bonaplata se comprometía a crear una sociedad para hacer una fábrica de alambradas y tejidos con maquinaria inglesa movida a vapor. También se comprometía a hacer una fundición capaz de reparar la maquinaria importada y construir nuevas máquinas. Consiguieron la exención de aranceles, una subvención y unos terrenos cerca de la muralla de Barcelona, con fachada a la calle Talleres.

Los Bonaplata se asociaron con Juan Rull, José Girarlt, Miguel Vilaregut, Valentín Esparó y José Colomer, contando además con el apoyo del famoso Gaspar de Remisa y el 30 de septiembre de 1831 fundaron la sociedad «Bonaplata, Vilaregut, Rull y Compañía» con un capital de 1.600.000 reales. La fábrica, llamada «El Vapor», comenzó a funcionar en abril de 1832 y empleaba a 700 obreros en los telares mecánicos y en la fundición y en el taller de montaje de estos.[4]​ El estampador Joan Rull tenía un taller en la calle Còdols y Joan Vilaregut ya se había asociado anteriormente con Josep Bonaplata.

Se cree que la fábrica fue totalmente operativa a partir del 29 de noviembre de 1833 cuando apareció un anuncio en la prensa en que se invitaba a los industriales a visitar la fábrica y se ofrecían los servicios de la fundición.[5]

La Comisión de Fábricas de Hilados, Tejidos y Estampados no apoyó en principio la iniciativa pero a finales de 1833 cambió completamente de opinión:[4]

La fábrica empezó a funcionar con la muerte de Fernando VII y el inicio de una etapa histórica complicada con el estallido de la Primera Guerra Carlista, que coincidía con una situación económica difícil. La nueva maquinaria fue vista como el enemigo por parte de la clase trabajadora, puesto que competía con ellos y se creía que fomentaba el aumento del paro. Este movimiento obrero, de origen inglés, recibe el nombre de ludismo.

A finales de julio del 1835, en el contexto de la Primera Guerra Carlista, hubo una serie de motines anticlericales conocidos como bullangas. Se quemaron conventos de frailes en Reus, que eran vistos como partidarios de los carlistas, y la revuelta llegó a Barcelona. El 25 de julio, día de Sant Jaume, se incendió el convento de Sant Josep (la actual Boquería) y también los de los carmelitas calzados, los dominicos, los agustinos y los trinitarios. El 5 de agosto el general Balsa que intentaba frenar los disturbios murió.[6]

Esa misma noche del 5 al 6 de agosto la fábrica fue asaltada e incendiada. Los daños se acercaron a los 135.000 reales y los Bonaplata pidieron una indemnización al gobierno, al que culparon de no haber hecho bastante para evitarlo, indemnización que no se llegó a pagar nunca.[7]​ El hijo de Bonaplata, que era capitán de la Milicia, intentó defender la fábrica junto con algunos obreros, disparando contra los agresores pero no pudieron impedir el asalto.[8]

El gobernador militar de Barcelona, general Pastor, redactó el siguiente parte sobre lo sucedido:[8]

Fue detenido un obrero, Aleix Pardiñas, que confesó después de haber sido torturado y fue fusilado el mismo día, el 6 de agosto. Cuatro días después otros tres obreros fueron también fusilados «por participación en los disturbios» y otro muchos fueron condenados a diversas penas de prisión. Por otro lado, propietarios que tenían pensado instalar telares mecánicos en sus fábricas, se asustaron y se echaron atrás. Asimismo el gobernador civil de Barcelona, José Melchor Prat, promulgó unas bases de trabajo —que incluía la formación de una Comisión inspectora de Fábricas— cuyo artículo décimo decía:[9]




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