El prisionero trece es una película mexicana de 1933, orquestada por el director mexicano Fernando de Fuentes. A través de un guion basado en hechos reales de la época huertista, el director forjaba carrera y esto se vería reflejado en sus trabajos posteriores como El compadre Mendoza (1933) y Vámonos con Pancho Villa (1935).
El coronel Carrasco, hombre borracho y mujeriego, un oficial del ejército profiriano y huertista. El coronel maltrata a su mujer Marta, quien decide abandonarlo y llevarse consigo a Juan, hijo pequeño de ambos. Pasado algún tiempo estalla la Revolución y Juan es ya todo un hombre. Por azares del destino, el coronel, sin saberlo, ordena el fusilamiento de su propio hijo, a quien confunde con un agitador.
Filmada en los estudios de la Nacional Productora desde el 3 de marzo de 1933 y estrenada el 31 de mayo de 1933 en el Cine Palacio.
Un día antes de su última exhibición, se publica una nota el 27 de mayo de 1933 en el periódico El Universal. La nota explica que para ganar una entrada a la última función y un boleto de la Lotería Nacional, el público debe de encontrar a 12 personas identificados por una tarjeta en su saco como los compañeros del prisionero en la Avenida Madero. El premio mayor (cincuenta pesos y un billete de lotería), solo podría obtenerse al que encontrara al prisionero número trece.
Una nota el 31 de mayo de 1933 da a conocer que solo fue encontrado uno de los compañeros del prisionero. Ante tal resultado, decidieron repetir la actividad con más pistas y especificaciones, para no causar disgustos a otras personas fuera de la actividad.
La película se estrenó el 31 de mayo de 1933 en el Cine Palacio y duró una semana en exhibición.
Ante la crítica hacia las autoridades militares de la época, la película causó un gran revuelo pues fue considerada como "denigrante para el ejército", así que forzaron un final tranquilizador a lo que De Fuentes concibió como una tragedia esquiliana . Es posible que también contara en esa concepción, y en la otra cinta suya del mismo año, referida a la Revolución, El compadre Mendoza. El sorpresivo final impuesto de El prisionero trece, también tenía un precedente norteamericano (The avengging conscience 1914, D. W. Griffith.
El prisionero hizo sensible el clima trágico de que debió de respirarse durante la revolución, y eso conmovió al público de su época, que tenía muy fresco el recuerdo del hecho histórico.
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