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Elena García Armada



¿Dónde nació Elena García Armada?

Elena García Armada nació en Madrid.


Elena García Armada (Madrid, 1971) es una ingeniera industrial española que lidera el grupo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que ha desarrollado el primer exoesqueleto biónico del mundo para niños con atrofia muscular espinal, enfermedad degenerativa que afecta a cerca de 2.000 menores en España. Es conocida a nivel mundial.

Creció en un entorno científico. Su madre es doctora en Física y profesora de Universidad y su padre era catedrático de Electromagnetismo, creador de la Escuela de Ingeniería de Telecomunicaciones en Santander.[1]

Doctora en Robótica en 2009 por la Universidad Politécnica de Madrid[2]​ y científica titular en el Centro de Automática y Robótica (CAR) CSIC-UPM. Comenzó su trayectoria profesional especializándose en el diseño de robots orientados a la industria, hasta que en 2009 conoció a Daniela,[3]​ una niña que a raíz de un accidente de tráfico quedó en un estado severo de tetraplejia. A partir de ese momento su trabajo se centró en fabricar dispositivos orientados a mejorar las facultades físicas, contribuir a la rehabilitación y aumentar la movilidad de niños que sufren enfermedades neuromusculares degenerativas.[4]

Sus principales líneas de investigación abarcan la mejora en la agilidad de la locomoción en cuadrúpedos; la creación de exoesqueletos de extremidades inferiores y ortesis activas; la estabilidad dinámica en robots caminantes y su adaptación a terrenos complejos con perturbaciones ambientales.[5]

Elena García Armada es además fundadora de Marsi Bionics,[3]​ empresa derivada del CSIC y la UPM, cuyo objetivo es la investigación y creación de exoesqueletos pediátricos, estructuras basadas en soportes que se ajustan a las piernas y al tronco del niño, y que al incorporar motores que imitan el funcionamiento del músculo, le aportan fuerza para caminar y mantenerse en pie.

Uno de sus primeros proyectos fue SILO 4,[6]​ un robot de 30 kilogramos donde se testó el algoritmo de mejora de control y estabilidad de la máquina y que permitía una mayor autonomía por parte del robot, prescindiendo así de supervisión humana. Al mejorar la adaptabilidad del robot al terreno (adaptando las patas según percibe perturbaciones y alteraciones) aumenta su equilibrio e impide que vuelque, lo que es fundamental para tareas de arrastre o transporte de cargas. SILO 4 está pensado para su uso en labores de reconocimiento y rescate en catástrofes y para labores de desminado.

En el campo de la creación de exoesqueletos pediátricos, el proyecto más destacado y premiado ha sido ATLAS 2020,[7][8]​ un exoesqueleto de 9 kilogramos de peso capaz de controlar la rigidez mientras permite un movimiento más ágil y articulado mediante sus diferentes sensores de fuerza, presión y temperatura. Está dotado de articulaciones inteligentes que interpretan los movimientos del paciente detectando cuáles son deseados y cuáles indeseados, algo fundamental ya que en muchos casos existen movimientos espasmódicos que, mal interpretados, conllevan serios riesgos de seguridad al paciente.

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