Eloy Sánchez Rosillo (n. Murcia, 24 de junio de 1948) es un poeta español.
Queda huérfano de padre a los siete años, algo que marcará profundamente su niñez con un gran sentimiento de fugacidad y de pérdida y dará a toda su obra un tono elegíaco. En su adolescencia empieza a sentir afición por la poesía del romántico italiano Giacomo Leopardi y estudia la Licenciatura de Filología Románica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Murcia, obteniendo el Premio Extraordinario de su promoción. Empieza a escribir poemas que publica en diversas revistas y en el verano de 1973 viaja a Italia a estudiar italiano en la prestigiosa Università per Stranieri. Profesor de literatura española en la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia, obtuvo el Premio Adonáis de 1977 con su libro Maneras de estar solo (Ediciones Rialp, Madrid, 1978), que lo dio a conocer en la poesía española contemporánea. En 1982 marchó otra vez a Italia, esta vez a Florencia, para conocer de primera mano los orígenes de Leopardi. A la vuelta de su viaje decide comenzar a traducirlo. Se convierte en padre en 1984 y en 1989 lee su libro La fuerza del destino, como tesis doctoral en la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia, que publica en 1992.
Mientras había publicado otros libros de poemas: Páginas de un diario (El Bardo, Barcelona, 1981), Elegías (Trieste, Madrid, 1984), Autorretratos (Ediciones Península / Edicions 62, Barcelona, 1989; segunda edición, mismo año). Después, La vida (Tusquets Editores, Barcelona, 1996; décima edición, 2008), La certeza (Tusquets Editores, Barcelona, 2005), al que se le concedió el Premio Nacional de la Crítica correspondiente al año de su publicación, Oír la luz (Tusquets Editores, Barcelona, 2008), Sueño del origen (Tusquets Editores, Barcelona, 2011) y Antes del nombre (Tusquets Editores, Barcelona, 2013).
Su poesía completa ha sido publicada hasta la fecha en tres ocasiones: Las cosas como fueron (1974-1988), recopilación de los cuatro primeros libros del autor, con numerosas correcciones (Editorial Comares-La Veleta, Granada, 1992; segunda edición, revisada, 1995) y Las cosas como fueron (Poesía completa, 1974-2003), que recoge los cinco títulos de Sánchez Rosillo mencionados antes en primer lugar, con nuevas correcciones y algunos poemas inéditos (Tusquets Editores, Barcelona, 2004). Hay también dos antologías de su obra, Confidencias, prólogo y selección de Andrés Trapiello (Editorial Renacimiento, Sevilla, 2006), y En el árbol del tiempo, selección y presentación de Juan Marqués (Editorial Pre-Textos, Valencia, 2012).
Ha publicado asimismo el ensayo La fuerza del destino (Universidad de Murcia, 1992), y traducido una Antología poética de Giacomo Leopardi (Editorial Pre-Textos, Valencia, 1998; segunda edición, 2004). Hizo la selección y el prólogo de El volador de cometas, antología poética de Andrés Trapiello (Editorial Renacimiento, Sevilla, 2006). Ha colaborado en numerosas revistas literarias y sus poemas figuran en las antologías más representativas de la poesía actual.
Alguno de sus libros y selecciones más o menos extensas de su poesía han sido traducidos a diversos idiomas.
Los grillos de la infancia no cantan allí sólo;
también cantan ahora, y al oírlos escucho
la música piadosa y dulce de la vida
y un cascabel de sombra y desamparo.
Dueño del mundo fui,
porque unos ojos jóvenes, los tuyos,
enamorados me miraban.
Era en el tiempo de la juventud:
días de sol hermoso y de noches con luna.
Al pensarte aún escucho
las trémulas palabras que solías decirme
cuando el amor hablaba para mí por tu boca.
Y entreveo a lo lejos
tu confiada sonrisa, que por mi culpa, a veces,
se transformaba en lágrimas.
Ya es cosa del pasado casi la vida entera.
Haber tenido mucho no es alivio
si el presente le tiende a nuestra sed un vaso
lleno tan sólo de melancolía.
Y qué dolor tan dulce tu recuerdo,
qué piadosa indigencia.
Haber vivido en este mundo hermoso
inspira confianza. ¿Quién que tenga
cierta experiencia del vivir dirá
que todo fue un engaño? Si escuchaste
al jilguero cantar cuando eras niño,
si has tocado la luz, si conociste
el amor y el dolor, viste la luna,
te dio su sombra un árbol, caminaste
solo o con alguien junto al mar o un río,
sabes de sobra que es verdad la vida
y que somos misterio, que es misterio
cuanto ha existido, o es, o existirá.
También, que aquí te encuentres y que un día
—un día milagroso como todos—
digan que te has marchado y aún se escuche
tu canción a lo lejos.
Después de muchos años,
pasé en un autobús hoy por la puerta
de mi casa de niño, mientras iba
a algún otro lugar de la ciudad.
La casa sigue en pie, con su aspecto de entonces,
aunque desvencijada y ya sin nadie.
Unos momentos sólo
tuve para mirarla, y entreví
a mi madre que, aún joven, salía sonriente
de ese portal, conmigo de la mano,
hacia un día del mundo.
El sol de la mañana cayó sobre nosotros
y luego nos borramos en la luz.
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