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Endecasílabo



El endecasílabo (del griego ἕνδεκα "once" y συλλαβαί "sílabas") es un verso de once sílabas de origen italiano que se adoptó en la poesía lírica española durante el primer tercio del siglo XVI, durante el Renacimiento, gracias al poeta toledano Garcilaso de la Vega, quien lo introdujo junto con su amigo Juan Boscán convencido en Granada por el embajador veneciano Andrea Navagiero de que introdujese la métrica italiana en la castellana, tal y como declara Boscán en la carta "A la duquesa de Soma" que precede al segundo libro de Obras de Boscán y algunas de Garcilaso (Barcelona, 1534):

Porque estando un día en Granada con el Navagero (...) me dijo por qué no probaba en lengua castellana sonetos y otras artes de trovas usadas por los buenos autores de Italia.

La adaptación tuvo éxito y arrinconó, a causa de su ritmo más flexible, el uso del verso de doce sílabas o dodecasílabo, que hasta ese momento dominaba la expresión en versos de arte mayor para los temas importantes y solemnes. Don Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, había intentado introducirlos ya en el siglo XV, pero su intento no había tenido éxito.

La tradición ha fijado una serie de versos endecasílabos posibles basándose en dos ritmos principales: endecasílabos propios o a maiore y endecasílabos impropios o a minore, en función de su acento rítmico. Todo endecasílabo tiene, por definición, su acento final en décima, pero el acento rítmico (es decir, el principal para marcar el ritmo del poema) puede estar en sexta (propio) o en cuarta u octava (impropio). La única sílaba que nunca podrá ir acentuada es la novena, pues constituiría un acento antiestrófico, pero será muy difícil encontrar un endecasílabo acentuado en quinta, ya que en la mayoría de los casos sería antirrítmico, este acento en quinta ha sido muy penalizado por la tradición literaria. Existen un total de veintiocho tipos de endecasílabos tradicionales posibles.

Dentro de los endecasílabos propios encontramos, en función al acento, tres tipos principalmente:

En los endecasílabos impropios se identifica esencialmente el caso sáfico y dactílico:

El verso preponderante entre los isabelinos fue llamado por los ingleses pentámetro yámbico, de diez sílabas, que se corresponde rítmicamente con un endecasílabo castellano.

Lo mismo sucede en una lengua oxitónica como el francés, donde el equivalente de nuestro endecasílabo constará en la inmensa mayoría de los casos de diez sílabas. Por la misma razón, el verso alejandrino francés consta de doce sílabas y el castellano con catorce: en ambos casos, lo esencial es que en cada uno de los hemistiquios el último acento caiga en la sexta sílaba.

La métrica castellana presenta las siguientes composiciones con endecasílabo: octava real, soneto, tercetos encadenados, lira y composiciones en endecasílabo suelto.



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