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Energía maremotérmica



La energía maremotérmica (también conocida como Ocean Thermal Energy Conversion, conversión de energía térmica oceánica, abreviadamente OTEC u OTE) es un tipo de energía renovable que utiliza las diferencias entre las aguas oceánicas profundas, más frías, y las superficiales, más cálidas, para mover una máquina térmica y producir trabajo útil, generalmente en forma de electricidad. Fue originalmente concebida por el físico francés Arsène d'Arsonval.

Hasta ahora ha tenido el problema del rendimiento, pero los nuevos diseños en intercambiadores y otros dispositivos térmicos hacen que este se aproxime al máximo teórico.

En diferentes zonas del mundo el agua tiene distintas temperaturas dependiendo de la profundidad en que se encuentre, en especial en los trópicos,[1]​ donde pueden distinguirse tres capas térmicas:

Así, usando el agua superficial para calentar un líquido con un punto de ebullición bajo (usando un intercambiador de calor) este se transformaría en vapor que podría mover una turbina para generar electricidad. Luego, este vapor se enfriaría en otro intercambiador de calor en contacto con el agua fría de las profundidades para luego reiniciar el ciclo de generación.[2]

Arséne Arsonval presenta en 1881 y por primera vez el concepto de aprovechamiento de energía a partir de la construcción de una central maremotérmica. Posteriormente, en 1926 el ingeniero francés Georges Claude presentó a la Academia de Ciencias de París un modelo a escala que demostraba la posibilidad de aprovechar esta energía.

Sin embargo, las pruebas que se llevaron a cabo en el mar, primero a lo largo de las costas cubanas (1929-30), en la bahía de Matanzas, que tenía un tubo de aspiración de agua fría del fondo de 1,6 metros de diámetro y 2 km de longitud, que funcionó 11 días hasta que fue destruida por una tempestad, y luego en aguas de Río de Janeiro (1934-35), si bien demostraron la viabilidad del proyecto de Claude, acabaron en fracaso a causa de los efectos del movimiento del oleaje sobre la conducción sumergida.

A partir de los años 50 se realizan en este campo grandes progresos tanto teóricos como técnicos, gracias al ingeniero Nizery. El gobierno francés financia el estudio de la instalación de una central para la producción de energía eléctrica alimentada por la energía térmica de los océanos, con 2 módulos de 5 MW netos cada uno; el tubo de agua fría tenía una longitud de 4 km. A finales de los 60 se presentan en E.U.A. tres proyectos de centrales flotantes en ciclo cerrado: los de Lockheed de (160 MW), la T.R.W. de (100 MW) y la Universidad Johns Hopkins (100 MW). A raíz de estos trabajos se empezaron a construir las siguientes plantas experimentales: La MiniC.E.T.O. en Hawái, de 50 kW, y la C.E.T.O.1 en el Caribe, de 1 MW.

En la actualidad está en proyecto la construcción de una central de 40 MW, para luego construir una de 100 MW. Los japoneses han construido una central de 1 MW en la isla de Nauru y proyectan otra de 100 MW. Varios países europeos (Francia, Italia, Alemania) también están realizando investigaciones sobre este tipo de centrales.[3]



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