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Enfermedad contagiosa



Una enfermedad infecciosa o contagiosa puede ser la manifestación clínica de una infección provocada por un microorganismo —como bacterias, hongos, virus, a veces protozoos, etc.— o por priones. En el caso de los agentes biológicos patógenos de tamaño macroscópico, como los gusanos, no se habla de infección sino de infestación.

Cuando la infección o la infestación es causada por protozoos, vermes o artrópodos se habla de enfermedad parasitaria porque dichos grupos han sido estudiados tradicionalmente por la parasitología.

Las enfermedades infecciosas transmisibles (o contagiosas) se pueden propagar directamente desde el individuo infectado, a través de sus secreciones, su piel o sus mucosas o, indirectamente, a partir de la contaminación del aire, de la interacción con aerosoles[1]​, es la forma en la que un virus se conduce de manera frecuente o precisa en la sangre, aire o mucosa de una persona o animal,[2]​ como suele ocurrir con la gripe.

En las enfermedades infecciosas no transmisibles el microorganismo no se transmite de un individuo a otro sino que requiere circunstancias especiales, sean medioambientales, accidentales u otras, para su transmisión. En estos casos en los que las personas infectadas no transmiten la enfermedad los microorganismos necesitan especies de vectores intermediarios (como el mosquito que causa la malaria) o transferencia de líquidos corporales (como la sangre de las transfusiones, las jeringas de uso compartido o el contacto sexual) para provocar la infección.

La frontera entre las enfermedades contagiosas transmisibles y no transmisibles no está perfectamente dibujada, como lo ilustra el caso clásico de la tuberculosis, que es claramente transmisible de persona a persona pero por lo general no es considerada una enfermedad contagiosa. En la actualidad la mayoría de las enfermedades de transmisión sexual se consideran contagiosas pero solo algunas de ellas exigen aislamiento médico.

Por lo general las epidemias solo son causadas por enfermedades transmisibles, pero también se producen excepciones ocasionales, como la de la peste negra. Esto se debe a que las epidemias también pueden considerarse en términos de la proporción de personas infectadas con una enfermedad transmisible.

Debido a la naturaleza de las enfermedades no contagiosas transmisibles, como la fiebre amarilla o la filariasis, su propagación se ve poco afectada por el aislamiento no médico (de las personas enfermas) o la cuarentena (de las personas expuestas). Por lo tanto, una «enfermedad contagiosa» a veces se define en términos prácticos por si el aislamiento o la cuarentena se utilizan como respuesta de salud pública.[3]

Una clasificación útil, y generalizada en la práctica clínica, agrupa las enfermedades infecciosas según las características biológicas del agente patógeno que las produce. A saber:


El cáncer no se considera una enfermedad infecciosa contagiosa pero existen excepciones, como:

Estas enfermedades se caracterizan por la aparición de distintos síntomas entre los que se pueden mencionar fiebre, malestar general y decaimiento. Toda enfermedad infecciosa pasa por tres etapas:



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