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Epístola a los filipenses



¿Dónde nació Epístola a los filipenses?

Epístola a los filipenses nació en ciudad.


La Epístola a los filipenses o simplemente Filipenses es un libro de la Biblia en el Nuevo Testamento. Se trata de una carta que tiene en Pablo de Tarso su autor prácticamente indisputado,[1]​ y en los cristianos de Filipos sus destinatarios. Escrita entre los años 54 y 61 d. C. en prisión,[2]​ consta de 4 capítulos. Su propósito principal fue agradecer a los cristianos de Filipos la ofrenda que ellos le enviaron. Pablo trata también temas como la humildad, el gozo, la unidad y la vida cristiana.

Filipos era una ciudad griega de la provincia de Macedonia, donde Pablo había fundado una comunidad cristiana cerca del año 50 d. C. durante su segundo viaje misional.[3]

Las dataciones de la Epístola a los filipenses suelen agruparse según se sostenga que fue escrita en Éfeso (hacia el año 56), en Cesarea (58-60) o en Roma (61).[1]

Según la datación tradicional, la epístola habría sido escrita alrededor del año 60 a 62 d. C., desde la prisión en Roma, la denominada «primera prisión». Se sabe que fue redactada en prisión porque así lo señala la misma carta, al hacer referencia a sus «prisiones» o «cadenas» (Filipenses 1:7; Filipenses 1:12-17) y al «pretorio» (Filipenses 1:13). La datación tradicional sostiene que el primer periodo de prisión de Pablo en Roma data del 59 d. C. al 61 d. C.

La gran mayoría de los autores modernos datan la carta más tempranamente. Joseph A. Fitzmyer señala que la Epístola a los filipenses habría sido escrita muy probablemente a raíz de un encarcelamiento en Éfeso, ca. 56 d.C.[4]​ Vidal García la data de 53-54, también en la prisión de Pablo en Éfeso, y no en las posteriores en Cesarea y en Roma.[2]​ También la Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén data esta carta de la prisión de Éfeso en 56-57 d.C.[5]​ Las alusiones al pretorio (Filipenses 1:13) y a la «casa del César» (Filipenses 4:22) no ofrecen dificultad, porque había destacamentos pretorianos en todas las grandes ciudades —tal el caso de Éfeso— y no solo en Roma.[5]

Insiste en ello poco después cuando dice: mis cadenas se han a conocer en todo el pretorio (Filipenses 1:13-14).

(Flp 2,6-11)

San Pablo exhorta a los filipenses a mantener la unidad y la paz en su comunidad, y a tal fin los invita a seguir el ejemplo de humildad dado por el Señor: «Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús. Él, a pesar...» (v. 5); estas palabras enlazan con el texto del Cántico que para Nácar-Colunga es de extrema importancia dogmática porque en él se declara el triunfo de Cristo por la cruz y el anonadamiento sin dejar de ser Dios.]

Se rebajó, por eso Dios lo levantó.

Pablo está urgiendo a la comunidad de Filipos la unidad eclesial, cuyo presupuesto básico es la humildad (Flp 2,1-4). Les propone ahora, como acicate, un formidable ejemplo: la humillación de Cristo que desemboca en su glorificación.

Los vv. 6-11 constituyen un precioso himno a Jesucristo. En él aparecen los elementos característicos de los himnos cristológicos.

El tema central de la perícopa es el contraste entre la humillación de Cristo y la gloria de su resurrección, por la que queda constituido Señor de cielos y tierra.

Pablo piensa en el Cristo histórico, en el complejo teándrico: Dios y hombre. Pues bien, como Hijo de Dios, tenía por esencia todos los atributos divinos. Pudo haber manifestado exteriormente la gloria, que desde siempre poseía, y, por lo tanto, aparecer glorioso en su humanidad. Pero no lo hizo así. Hecho hombre, asumió la condición puramente humana, como uno de tantos, cargado con las debilidades comunes a los mortales, excepto el pecado. Su humillación culminó en la obediencia a la muerte de cruz.

Por este anonadamiento y obediencia, el Padre lo glorificó constituyéndolo sobre toda la creación, y ordenando que toda criatura reconozca a Jesucristo como Señor, como Dios.

En Cristo se cumplió, como en ningún otro, lo que él había advertido a los demás: «El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Mt 23,12).

(Flp 2,6-11) 6Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; 7al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera, 8se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

9Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; 10de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, 11y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

http://www.franciscanos.org/oracion/canticofilip2.htm

Estas advertencias y el polémico contenido que viene después sustenta la hipótesis de que esta epístola es en realidad una fusión de dos cartas independientes o que fue escrita con alternancia de dos estados de ánimo diferentes. Los capítulos 1 y 2 serían de la carta laudatoria y el capítulo 3 de la carta polémica. En cuanto al capítulo 4 es en su mayor parte tranquilo aunque algunos versículos pueden considerarse como pertenecientes a la polémica.

La copia más antigua que se conserva de la Epístola a los filipenses es el papiro 16 (en la numeración Gregory-Aland), designado como 16. Contiene los pasajes 3,10-17 y 4,2-8.[9]​ Ese manuscrito fue datado paleográficamente de finales del siglo III.[9]​ Fue descubierto por Grenfell y Hunt en Oxirrinco en 1910.



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