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Eslavofilismo



El eslavofilismo o eslavofilia se refiere al sentimiento de apego, admiración, o afinidad, hacia los pueblos eslavos.

La contraposiciosión de los pensadores rusos a las reformas liberales de inspiración occidental y al absolutismo zarista fue el semillero de la llamada "intelligentsia rusa", grupo de presión que por constituir diferentes enfoque políticos se dividió. De una de estas divisiones surgieron entre otros los eslavófilos, ya en la Rusia del siglo XIX, a partir de la segunda mitad del siglo. Sus principales fundamentos se basaban en la idea de que el racionalismo greco-latino había contaminado con su apego a las leyes al cristianismo occidental, todo lo contrario a lo ocurrido en la Rusia ortodoxa.

Sus principales ideologos fueron Iván Kiréievski, Konstantín Aksákov y Yuri Samarin, el primero de todo fue el más radical en sus posturas implorando siempre la conveniencia de permanecer fieles a los ideales, creencias y cultura eslavos, que se identificaban con la Religión Ortodoxa, en contraposición a las demás etnias y sobre todo a los europeos germanos y latinos, cristianos pero protestantes, los primeros, y católicos, los segundos, así como para justificarse en las guerras contra el Imperio Otomano. De estos ideales surgió un paneslavismo que se reflejó en la obra de Nikolái Danilevski "Rusia y Europa" de 1869, obra muchas veces reeditada y que influyó grandemente primero en el totalitarismo ruso y posteriormente en el soviético. Sus afirmaciones idealizaban el cristianismo ortodoxo previo a Pedro el Grande, donde se usaba la "Unión Libre" de las personas, que imposibilitaba las individualidades por representar estas un egoísmo puro y occidental.

Opuestos a los occidentalistas, consideraban que la solución de los problemas de Rusia estaba en la vuelta a la auténtica tradición pre-petrista y a la ortodoxia. Idealizaban el pasado ruso antes de la apertura a occidente, donde el aislamiento geográfico habría creado una Rusia armónica, sin privilegios, con autoridad pero sin abusos, ponían el futuro en manos del campesinado redimido, donde Moscú era el faro de la regeneración del mundo. Fiódor Dostoyevski llevó estos ideales a la más pura de sus expresiones en sus múltiple obras. Todo esto envuelto en un halo mesiánico que pretendía la pureza religiosa rusa.

La idea de superioridad eslava no era el único fundamento de esta ideología, a ella se añadía la creencia en una elección divina de esta raza para dirigir y salvar al mundo, por ello impulsaban la unificación de los pueblos eslavos. Esta es en el fondo la base sobre la que, si bien con otro aparato conceptual, se apoyó también la URSS para justificar su política de expansión territorial y de influencia directa en los gobiernos y culturas de los países del Bloque del Este, donde se entronizaron regímenes comunistas que, a través del Pacto de Varsovia, permitieron la permanencia de tropas soviéticas en sus territorios, lo cual por ende daba pie a la influencia política. Como corriente antioccidental ha servido de inspiración a corrientes de izquierda en América Latina y Asia, donde se intuye que todo lo occidental, capitalista y católico es contrario a la evolución natural de los pueblos no pertenecientes a la Europa occidental.



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