Espectador o audiencia es quien aprecia una obra o asiste a un espectáculo o a un acto académico. Por definición es el sujeto que el autor de una obra construye para que la aprecie. El papel del espectador está predefinido según la voluntad del autor, sin embargo el sujeto que en la realidad percibe la obra puede no ajustarse a lo que el autor de la obra esperaba.
En el teatro en particular, el espectador reviste una importancia fundamental, no solamente como destinatario de la representación sino también por la comunicación privilegiada que se establece entre él y el actor o los actores en escena.
En un espectáculo en vivo, la condición óptima para el éxito del mismo es la empatía entre el que actúa y el que mira, haciendo que la persona del público participe en la narración.
Según Peter Brook, el espectador es una de las tres cuerdas que el actor debe siempre mantener equilibradas. Inclinarse a favor del espectador hace preponderante el aspecto de exhibición de la representación teatral mientras una escasa atención al destinatario de la representación puede llegar a hacerla débil y privada de sentido, si no en la elaboración privada de quien lo ejecuta.
El teatro del siglo XX ha modificado profundamente la concepción clásica del espectador. Visto en el pasado como un elemento pasivo, importante solo porque era necesario para una representación (de la que constituye el destinatario), varios directores y autores han subrayado en cambio la importancia del mismo como elemento activo.
La evolución del concepto de espectador en el espectáculo en vivo se ha desarrollado a la vez que el cambio de la dramaturgia y del modo de pensar el teatro y por tanto también del espacio escénico: si hasta el siglo XIX el escenario encarnaba una situación distinta de la realidad para intentar imitarla, en el siglo XX los actores y los espectadores se reúnen a menudo en el mismo espacio, como en el Apocalypsis Cum Figuris de Jerzy Grotowsky, que neutraliza la separación del espacio introduciendo al espectador en la representación o en algunas obras de Pirandello que hace iniciar la representación en el hall cuando el público espera entrar en la sala o muchas veces participan del evento en primera persona (valgan como ejemplo algunos espectáculos del Circo del Sol que llevan a los espectadores a responder preguntas directas de los actores).
En el teatro de variedades, en el cabaret y el café cantante, el espectador es de vital importancia para la representación porque a menudo decide el resultado mismo del espectáculo: libre de silbar, reír, gritar, desvinculado de los límites impuestos por el riguroso respeto a la platea, modifica sensiblemente el desarrollo de un evento, volviéndose parte activa del mismo.
José Ortega y Gasset escribió una gran cantidad de artículos, reunidos posteriormente en un ocho tomos, publicados entre 1916 y 1934, con el título El Espectador.
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