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Estilística



La estilística es un campo de la lingüística que estudia el uso artístico o estético del lenguaje en las obras de teatro y en la lengua común, en sus formas individuales y colectivas.

Analiza todos los elementos de una obra o del lenguaje hablado, el efecto que el escritor o hablante desea comunicar al lector o receptor del discurso hablado, y los términos, giros o estructuras complejas que hacen más o menos eficaces esos efectos. Intenta establecer principios capaces de explicar los motivos que llevan a un individuo o a un grupo social a seleccionar expresiones particulares en su uso del lenguaje, la socialización de esos usos y la producción y recepción de significados. Comprende la crítica literaria y el análisis del discurso crítico.

Un género literario puede observarse como un grupo de características que marcan el estilo y lo diferencian; por ejemplo, prosa y poesía. Otros aspectos considerados por la estilística son el diálogo, la descripción de escenas, el uso de voz pasiva o voz activa, la distribución y extensión de las oraciones, la utilización de registros dialectales, las figuras de dicción y las figuras de pensamiento, el predominio de una categoría morfológica o clase de palabra, el uso de los símiles o comparaciones, la selección o predominio de unos determinados tropos, metáforas o imágenes.

Aristóteles se ocupó de analizar el lenguaje figurado en su Retórica y también en parte en su Poética. Los eruditos helenísticos agrupados en Alejandría tuvieron que estudiar el lenguaje figurado para entender y comentar bien los poemas de Homero que pretendían editar. Por otra parte, los romanos estudiaron el lenguaje literario también en la Retórica a Herennio, y Quintiliano le dedicó algún espacio en sus Instituciones oratorias. La estilística en un principio se consideró una rama de la Retórica y de la Crítica literaria. Durante la Edad Media se estableció un modelo estilístico que reflejaba la división tripartita de los estamentos en plebeyos, nobles y clérigos: la "Rueda de Virgilio" o Rota Virgilii, así llamada porque el poeta romano cultivó los tres en su poesía (Bucólicas, Geórgicas, epopeya Eneida)

En el siglo XVIII, el ilustrado francés Buffon afirmó que «el estilo es el hombre»: esto es, lo que de individual, personal o subjetivo queda en su escritura literaria. En el siglo XIX se desarrolló esta visión subjetiva del estilo mediante el Romanticismo. Una visión existencial e historicista de este afirmaba que la obra literaria tenía que reflejar la experiencia vital de los individuos y que la obra no podía ser perfecta ni acabada, sino abierta a evolución para estar realmente viva: Humboldt afirmaba que el mundo interior y creativo, ergon, se manifestaba mediante el lenguaje, energeia; el idealismo lingüístico alemán se alimentó de este postulado, y sus autores —Wundt, Hugo Schuchardt, Benedetto Croce, Karl Vossler y Leo Spitzer— defendieron una concepción del lenguaje puramente individual centrada en el análisis de la energeia o poder creador cristalizado en el lenguaje literario particular de un autor o de una época.

Sin embargo, lo predominante en la enseñanza académica fue analizar el estilo de una forma general y atomizada, poco unitaria, a causa de la gran influencia que aún ejercía la Retórica clásica. El desarrollo de las teorías del Formalismo ruso (entre cuyos aportes se destaca la noción de desautomatización) y el descubrimiento de la función poética por Roman Jakobson y de la teoría del desvío fueron muy importantes al respecto. Grandes teóricos de la retórica realizaron avances importantes al recoger y codificar todo el material de la retórica clásica, como por ejemplo hizo Heinrich Lausberg. En el siglo XX tres grandes corrientes dominaron la Estilística:

La lengua es, en términos cabales, el material del artista literario. Y se puede decir que todo autor escoge de aquel los componentes y rasgos que le han de servir a su propósito, así como el escultor elige el mármol en que va a esculpir su estatua. La imprenta o el sello del autor constituye el estilo.

La palabra estilo proviene del latín. La voz de la que es derivada, en tal lengua clásica, equivale a cincel (stilus, 'punzón para escribir').

El estilo, como concepto, se refiere a un conjunto de rasgos específicos de toda composición artística, determinado por la unión de diferentes formas que en conjunto proporcionan la obra de arte. En las obras literarias —que es lo que ahora interesa— el estilo se relaciona con la riqueza y precisión del léxico, así como con su adecuación o inadecuación; también hace referencia a la estructura de las oraciones, a los giros idiomáticos, al ritmo del lenguaje...

El concepto de estilo fue usado, primariamente, para el arte literario, y a partir del siglo XVIII se desplazó hacia las artes plásticas.

En las épocas primeras el estilo era considerado como algo objetivo, caracterizado o moldeado por el género literario elegido. Dentro de estos límites se posibilitaba cierto margen de variaciones individuales.

Las "maneras de decir" o clases de estilo provenientes de la retórica antigua o medieval constituían fundamentalmente tres: el estilo "sublime", el "mediano" y el "bajo". Cada uno de ellos tenía asignados contenidos o temas específicos.

En la actualidad, el contexto objetivo o preceptivo gravita menos. El análisis estilístico se orienta de modo preferente hacia el conocimiento de los caracteres personales del autor. Todavía en Friedrich Schiller el estilo era depositario del objeto representado, y todo modo de exposición "personal" de un artista era estimado como una peculiaridad "manierista".

Suele hablarse de "ruptura del estilo" cuando de un nivel o estructura el autor se desliza hacia otro, súbitamente. En ocasiones ello puede responder a falta de habilidad estilística del autor, pero en otros casos es un procedimiento seguido deliberadamente en la persecución de determinados efectos de la obra literaria.

Por "medio estilístico" se entiende cada uno de los elementos que conforman una totalidad de estilo. Así se denominan las figuras retóricas y cualquier peculiaridad del habla escrita perseguida y no obtenida por azar.

Dentro de las diferentes modalidades de estilo, puede destacarse un estilo "nominal", en el cual preponderan los sustantivos; y uno "verbal", con predominio de las acciones o verbos.

También se reconocen estilos "encabalgados" y no "encabalgados"; en estos casos, el uso del "encabalgamiento" define las peculiaridades.

El estilo lacónico, conciso, ha sido tradicionalmente conocido como telegráfico: se suprime la mayor cantidad de nexos, y se dio en el expresionismo.

El estilo "hierático" es el excesivamente rígido, muy vinculado a estructuras arcaicas: es el estilo poco espontáneo y vivo.

En cuanto a la relación con el tiempo, se habla de estilo individual cuando lo que predomina son las características de un determinado autor; en el estilo de época lo que pesa es supraindividual, propio de un tiempo en la historia del arte y del arte literario en particular.

La historia del arte ha sistematizado una sucesión de estilos artísticos globales, que disfruta de gran aceptación. Citemos: estilo clásico, gótico, renacentista, barroco...

Resulta fácil y atractivo trasladar estos períodos o estos términos a la historia de la literatura, pero este paralelismo no se puede hacer sin más: se requiere un minucioso esclarecimiento de la relación entre las demás artes y la literatura, un examen científico y diferenciador, si fuera necesario, de tal vínculo.



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