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Etnia zapoteca



Los zapotecos son un pueblo indígena de México. La población zapoteca se concentra principalmente en el estado sureño de Oaxaca y sus estados vecinos. La población actual se estima en alrededor de 800.000 personas, muchas de las cuales hablan su idioma, aunque la mayoría son bilingües con el español. En la época precolombina la cultura zapoteca fue una de las principales culturas de Mesoamérica, llegando a desarrollar un sistema de escritura (ver escritura zapoteca). Parece que los vestigios de Monte Albán, al menos los más recientes, pueden atribuirse a pueblos zapotecas.

Muchas personas de ascendencia zapoteca han emigrado a los Estados Unidos durante varias décadas, y han conseguido mantener sus propias tradiciones en Los Ángeles y la zona del Valle Central de California.

El pueblo zapoteco esta distribuido en cuatro áreas geográfico-culturales: el Istmo de Tehuantepec; los valles centrales, la Sierra Norte y la Sierra Madre del Sur.[1]

Los zapotecos del Istmo se denominan a sí mismos Binni záa, palabra que significa "gente que viene de las nubes", mientras que los zapotecos del Sur Mèn Diiste, que significa "gente que habla la palabra antigua". El origen de la denominación zapoteca es el nombre náhuatl que los conquistadores mexicas dieron a este pueblo; este nombre era el de tzapotēcah (en singular tzapotēcatl), que viene significando "habitantes del país del zapote".

De acuerdo con el Censo de Población del año 2015, actualmente existen 450.419 hablantes de la lengua zapoteca.[2]​ En el aspecto literario, existen varios escritores del zapoteco, del que se destacan Andrés Henestrosa (fallecido en 2008), Gabriel López Chiñas, Nazario Chacón Pineda, Macario Matus (fallecido en 2009), Mario Molina Cruz (fallecido en 2012) y Esteban Ríos Cruz.[3]

La religión zapoteca era politeísta. Las deidades principales eran Cocijo, Coquihani y un anónimo dios murciélago-jaguar. Cocijo es el dios de la lluvia, y tenía una cabeza no humana, pero en el pueblo tenían una veneración particular para él (quizás porque la lluvia depende de él, de la lluvia depende la cosecha, y de la cosecha depende la vida del pueblo). Coquihani es el dios de la luz del sol, del cielo y tal vez rey de los dioses zapotecas. El dios murciélago-jaguar probablemente sea el dios de la vida y de la muerte, como el dios murciélago Camazotz, de la religión maya.

En Oaxaca, las mujeres desempeñan una variedad de roles sociales en sus familias y comunidades, tal como ocurre con muchas otras culturas. En el caso de las mujeres zapotecas, estas han tenido históricamente un lugar diferente en la sociedad que los hombres, desarrollando roles centrales en ámbitos como el matrimonio, la maternidad y el trabajo.

Antes de la llegada de los españoles a la región, los ideales de género en Mesoamérica eran muy diferentes a los actuales. Las costumbres españolas se centraban en un ascético auto-control y la limitación de las expresiones sexuales como una cuestión de honor, haciendo hincapié en un sistema de género fuertemente dicotómico y jerárquico que valoraba los hombres y la masculinidad muy por encima de las mujeres y la feminidad.[4]

Los pueblos indígenas de las Américas eran muy diversos en sus concepciones sobre el género y sus ideas acerca de lo que constituía una conducta sexual apropiada. A diferencia del sistema europeo, que favorecía a los hombres sobre las mujeres, en las concepciones mixtecas y zapotecas los roles masculinos y femeninos eran mutuamente complementarios. Bajo esta concepción, las mujeres tenían numerosas posibilidades, teniendo incluso la capacidad de participar en el sistema de tribunales.

La existencia actual de roles masculinos, que coloca a los hombres en posiciones de dominio sobre las mujeres, sugieren la influencia del sistema de dos géneros colonial español, que dio lugar a la jerarquía de género y, a menudo, la subordinación de la sexualidad de las mujeres.

Gran parte de los aspectos de la vida social zapoteca presentan una fuerte segregación por género. Hombres y mujeres a menudo trabajan por separado, aunque se reúnen para comer en la mañana y por la noche, así como durante las ocasiones rituales, en las que normalmente se mantienen separados, excepto al comer o bailar.[4]

La pureza de las mujeres es muy valorada, por lo que a menudo su autonomía sexual y social puede verse obstaculizada por terceros. La mayoría de las mujeres de una comunidad, ya sean viejas o jóvenes, viven con una constante preocupación por cuidar su reputación sexual. En nuestros días un número importante de niñas aún son estrictamente vigiladas y no se les permite caminar solas por las calles después de cumplir la edad de diez u once años. Aunque esto es visto como una manera de proteger la integridad de las mujeres, constituye en última instancia un serio límite a su comportamiento.

En lo referente al noviazgo y el matrimonio, las mujeres son generalmente libres de elegir a sus parejas sentimentales; asimismo se valora la monogamia, y se condena el tener múltiples parejas sexuales. Sin embargo, para con hombres y mujeres, la actitud social hacia el hecho de tener numerosas parejas es ligeramente diferente. Dentro del matrimonio, el grado del libertad de acción de las mujeres depende en última instancia de su marido. Mientras que algunas mujeres son muy libres y tienen la capacidad de hacer lo que deseen, otras se ven severamente limitadas por maridos muy controladores. En este ámbito, lo mismo existen casos de maridos extremadamente celosos que llegan al extremo de escoltar a sus esposas al mercado, que casos de hombres que permiten a sus esposas e hijas una considerable independencia.[4]



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