Puesto que denota cierto ritual de duelo y tormento, se ha dicho que el trabajo artístico de Bellotti insinúa con frecuencia una "tauromaquia latente".
Lo más antiguo que se ha escrito sobre Bellotti data de principios de la década de 1980, ya que fue entonces cuando sus esculturas comienzan a mostrarse, ofreciendo sus enigmáticos cuerpos de mármol en medio de la febril movida madrileña. Volvía la pintura y la escultura se revitalizaba a medida que avanzaba esa década.
El trabajo de Bellotti apareció entonces como una avanzadilla. "Los primeros escritos sobre su obra introducían términos que destacaban su inmersión en el mundo clásico: mitología, arqueología, memoria, tiempo, ciudades y templos. A aquella época llegaba Bellotti con una sólida formación intelectual y de oficio: labraba el mármol y pensaba en Grecia" (C. Bernárdez). Su interés por lo clásico y mediterráneo alentaba un discurso esforzado por hallar ciertas claves donde las formas triunfantes del clasicismo se combinaban con tradiciones vernáculas. Un modelo de sincretismo muy propio del Sur.
En este proceso, Bellotti acudió a la modernidad espectacular de Nueva York y más tarde, a finales de los noventa, a la modernidad eterna de Roma. Como habitante hechizado de la periferia del Imperio, le interesaba el barroco de su tierra andaluza. Su escultura se volvió de madera y yeso y se transfiguró en columnas salomónicas, pasos, cunas y misterios encajados en urnas de cristal. Una cierta dimensión procesional ocupó parte de la década de los noventa. En ella hubo también encuentros accidentales con maderas procedentes de cualquier cosa que acababan siendo primitivas Venus, reyes, lunas, barcos o flautas mágicas.
En 2001 una gran exposición sirve para hallar la coherencia de sus propuestas en materiales y cosmogonías aparentemente diferentes. Luego vemos aparecer la fuerza del color en acrílicos vibrantes sobre ramas talladas, objetos cotidianos ocultos en escayola y coloreados, logrando el artista formas abigarradas en un universo blanco.
Existen dos hilos conductores en la biografía artística de Bellotti: el dibujo y la palabra. Con el primero, el grafito explora el esquema de los contornos. Con la segunda, teje su trama de pensamientos y miradas hacia las cosas, las gentes, la poesía.
Sus textos publicados y los que están inéditos dan cuenta, con humor y agudeza, de la curvatura incansable de un universo que se tensa en la hermandad de polos opuestos.
Texto de Ignacio Castro
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