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Falacia del continuo



Al considerar una gama de situaciones en donde existen dos casos extremos, y en donde los intermedios no son claramente diferenciables entre sí, la falacia del continuo se produce al incurrir en las siguientes asunciones:

La forma del argumento es la siguiente:

Cuando los extremos en cuestión dependen del tiempo se incurre en un caso particular denominado falacia de potencialidad, los mismos se tratan de igual manera a pesar de que sean casos distintos al haber transcurrido el tiempo.

La idea de que la Tierra es plana es errónea y la idea de que es perféctamente esférica también es errónea, sin embargo el margen de error es muy distinto para ambos casos (la segunda aproximación se ajusta mucho más a la realidad). La falacia ocurre cuando se piensa que dos afirmaciones son igual de erróneas.

El interrogante de "¿cuándo un adulto se vuelve anciano?" es falaz porque asume que existe un momento exacto en el que esto sucede.

Ocurren cuando efectivamente hay un punto divisorio claro o cuando no hay diferencia entre los extremos.

La edad jubilatoria es un ejemplo de esto, ya que se trata de una convención legal y el punto de inflexión es claro.

Cabe destacar que muchos de los casos se tratan más que nada de un debate semántico, en donde sólo es necesario establecer una convención.

Determinar la muerte cerebral de un humano puede ser un asunto complejo ya que existen muchos términos medios entre el funcionamiento normal y la muerte total.

Puede expresarse mediante el planteo ¿en qué momento específico un feto ya siente lo suficiente para ser digno de la consideración moral de la que sería objeto una persona? Sin embargo, esta pregunta presupone una afirmación discutible, a saber, que el individuo de la especie humana no es esencialmente un ser personal. Dicho de otra forma, la pregunta parte de la siguiente postura: es éticamente admisible que un individuo de la especie humana (en este caso uno que se encuentra en etapa fetal) no sea respetado como persona, porque en ese momento una de las capacidades orgánicas de ese individuo (en particular la sensibilidad al dolor) no presenta el nivel de desarrollo identificado, por una particular concepción antropológica subyacente a dicha postura ética, como una de las características esenciales de los seres personales.

Si se respeta a un individuo por considerar su capacidad de sufrir o disfrutar (para lo cual se presupone que el motivo por el que ha de respetarse a un ser humano no es porque es humano, sino porque en ese momento está en condiciones de experimentar placer o displacer), entonces es necesario reconocer la gradualidad de sintiencia que hay entre especies (e individuos de una misma especie).


Ahora bien, es posible que alguien que declara la diferencia esencial entre el ser humano y el resto de las especies animales, esté convencido de que existe realmente un punto específico claramente identificable en función del cual se distingue a los humanos del resto de las especies animales. Sin embargo, no admitir la diferencia real entre los seres humanos y los animales de las otras especies basándose en que no se ha podido identificar un punto claro de distinción entre ambos polos implica caer en una de las modalidades de la falacia del continuo al afirmar el supuesto carácter indiscernible de los dos extremos del espectro basándose en la dificultad de encontrar entre ambos un punto de distinción satisfactoriamente claro.

El pensamiento de que existe un punto exacto en que una persona pasa a ser apta sexualmente es falaz. Sin embargo, legalmente se establece una edad exacta para evitar casos en donde esto no sea así.



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