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Falaris



Falaris (Astipalea, ? - 554 a. C.) fue un tirano de Acragas, la actual Agrigento, desde el año 570 a. C. hasta su muerte.

Falaris (o Fálaris), quien había recibido el encargo de construir el templo de Zeus Atabirino en la acrópolis, aprovechó su puesto para autoproclamarse tirano.[1]​ Bajo su gobierno, Agrigento parece haber obtenido una prosperidad considerable. Proporcionó agua corriente a la ciudad, la adornó con bellos edificios y fortificó sus murallas.

La ciudad de Himera, ubicada en la costa septentrional de Sicilia lo eligió como stratégos autokrátor, es decir, general con poder absoluto, pese a las advertencias del poeta Estesícoro.[2]​ Según la Suda, consiguió hacerse amo de toda la isla. Finalmente fue depuesto por una rebelión general encabezada por Telémaco, antepasado de Terón (tirano c. 488 - 472 a. C.), y quemado vivo en su toro. Falaris era conocido por su excesiva crueldad. Entre sus supuestas atrocidades se encuentra el canibalismo: se dice que comía bebés en período de lactancia.[3]

En el llamado toro de Falaris, la estatua hueca de bronce de un verraco que usaba como instrumento de tortura y ejecución, que se dice fue inventado por Perillo de Atenas, las víctimas del tirano eran encerradas y, mediante una hoguera encendida debajo, cocinadas vivas mientras que sus gritos representaban el bramido del toro. La leyenda cuenta que el mismo Perillo fue la primera víctima.

Sin embargo, alrededor de cuatro siglos después prevaleció una nueva tradición según la cual Falaris era una persona de naturaleza humanitaria, protector de la filosofía y la literatura. También es descrito en las declamaciones atribuidas a Luciano (quien era de herencia fenicia o siria) y en cartas que llevan su propio nombre (pero que siglos más tarde Richard Bentley demostró haber sido escritas mucho tiempo después, cerca de la época de reivindicación de Falaris, posiblemente por Adriano de Tiro quien fue secretario del infame Cómodo alrededor del año 190). Cerca del año 100, en medio del cambio de esta tradición y pese a tomar partido por la visión desfavorable de Falaris, Plutarco mencionó que los sicilianos se referían a la severidad de Falaris como «justicia» y «odio a los delitos».

Aristóteles, Moral a Nicómaco. Libro VII. Capítulo V.



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