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Ferrocarril La Habana-Güines



El Ferrocarril La Habana-Bejucal-Güines fue la primera línea férrea de Cuba, España y de Hispanoamérica, se inauguró el 10 de noviembre de 1837, adelantándose casi once años a la primera línea ferroviaria abierta en la España peninsular, Barcelona-Mataró.

En 1767 Lorenzo de Montalvo y Montalvo, Conde de Macuriges, solicita la construcción de un Canal de Navegación que enlazara Güines con La Habana con la finalidad de facilitar el transporte de riquezas forestales, café, azúcar y sus derivados.[1]

En 1830 el gobernador general de Cuba, Francisco Dionisio Vives, crea la Junta de Caminos de Hierro para estudiar la construcción del Ferrocarril La Habana-Güines. En diciembre de ese año el proyecto se paraliza y es retomado en 1832 cuando el habanero Claudio Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva, es nombrado presidente de la Real Junta de Fomento de La Habana.

El 12 de octubre de 1834, la Reina de España Isabel II, autoriza la construcción de la primera línea La Habana-Güines. La Real Junta de Fomento llevaría a cabo la construcción del ferrocarril consiguiendo un empréstito de 2 millones de pesos negociado en Inglaterra. La obra tuvo al norteamericano Alfred Cruger, como ingeniero principal. El 19 de noviembre de 1837, se abrió a la explotación el primer tramo de 27,5 km desde la capital cubana hasta Bejucal, solo 12 años después del primer servicio de ferrocarril público inglés. Sería el primer ferrocarril en América Latina y el primero también de España, y el segundo país en las Américas, solo después de Estados Unidos. La España peninsular contaría con este medio de transporte únicamente a partir de 1848.

A fines de 1839, el ferrocarril habanero fue completado hasta los 44,5 km, alcanzando su destino proyectado, la ciudad de Güines, entonces cabecera de una rica comarca agrícola y azucarera al sureste de La Habana.

El desarrollo de los ferrocarriles en Cuba tuvo como motor a la industria azucarera, la cual necesitaba un medio de transporte eficaz para el traslado del azúcar y las mieles hacia los puertos para su exportación. En consecuencia, primaron los intereses privados locales en su estadio inicial de desarrollo. Además de la red de La Habana, se desarrollaron impetuosamente redes ferroviarias locales partiendo de Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos y Sagua La Grande, en el occidente y centro de la isla, o sea, donde se concentraba la producción azucarera.

Promovida por el publicista andaluz Marcelino Carrero Portocarrero con la denominación de El Camino de Hierro Habana-Güines, solicita autorización al gobernador y Capitán General de Cuba, Francisco Dionisio Vives.

La reina gobernadora -María Cristina de Borbón-Dos Sicilias-, autorizó a la Junta de Fomento el 12 de diciembre de 1834 a hipotecar sus rentas para amortizar el préstamo con Inglaterra, lo que permitió la realización de las obras.




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