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Fuego de San Telmo



El fuego de San Telmo, Santelmo, o el Cuerpo Santo de Santo Elmo, es un meteoro ígneo que consiste en una descarga de efecto corona electroluminiscente provocada por la ionización del aire dentro del fuerte campo eléctrico que originan las tormentas eléctricas.[1]

Aunque se le llama «fuego», es en realidad un plasma de baja densidad y relativamente baja temperatura provocado por una enorme diferencia de potencial eléctrico atmosférica que sobrepasa el valor de ruptura dieléctrica del aire, en torno a 3 MV/m. Físicamente, es un resplandor brillante blanco-azulado, que en algunas circunstancias tiene aspecto de fuego, a menudo en dobles o triples chorros surgiendo de estructuras altas y puntiagudas como mástiles, astas, vergas, pináculos y chimeneas.

El fuego de San Telmo lleva el nombre de San Erasmo de Formia (también conocido como San Telmo), el santo patrón de los marineros. El fenómeno, que puede advertir de un relámpago inminente,[2]​ los marineros lo miraban con asombro y, a veces, se lo consideraba un buen augurio.[3][4]

El fuego de San Telmo es una forma de plasma. El campo eléctrico alrededor del objeto afectado provoca la ionización de las moléculas de aire, produciendo un débil resplandor fácilmente visible en condiciones de poca luz. Las condiciones que pueden generar el fuego de San Telmo están presentes durante las tormentas eléctricas, cuando hay diferenciales de alto voltaje entre las nubes y el suelo debajo. Se requiere un campo eléctrico local de aproximadamente 100 kV/m para comenzar una descarga en aire húmedo. La magnitud del campo eléctrico depende en gran medida de la geometría (forma y tamaño) del objeto. Los puntos afilados bajan el voltaje necesario porque los campos eléctricos están más concentrados en áreas de alta curvatura, por lo que las descargas ocurren preferentemente y son más intensas en los extremos de los objetos puntiagudos.

El nitrógeno y el oxígeno en la atmósfera terrestre hacen que el fuego de San Telmo fluorezca con luz azul o violeta; esto es similar al mecanismo que hace que las luces de neón brillen, aunque con un color diferente debido al gas diferente involucrado.[5]

En 1751, Benjamin Franklin planteó la hipótesis de que una vara de hierro puntiaguda se encendería en la punta durante una tormenta eléctrica, similar en apariencia al fuego de San Telmo.[6][7]

Recientemente, los experimentos realizados en el MIT han demostrado que el fuego de San Telmo se comporta de manera diferente en los objetos en el aire en comparación con las estructuras conectadas a tierra.[8]

El fuego de San Telmo se observa con frecuencia en los mástiles de los barcos durante las tormentas eléctricas en el mar, donde en tales circunstancias también era alterada la brújula, para mayor desasosiego de la tripulación. Este fenómeno toma su nombre de san Erasmo de Formia (Sanct’ Elmo), patrón de los marineros, quienes habían observado el fenómeno desde la antigüedad y creían que su aparición era de mal agüero; aunque otros marineros lo asociaban con una forma de protección de parte de su patrono, como en el caso de los marineros españoles durante la conquista de América.[9]​ Cuando había tantos fuegos como mástiles, además de san Telmo se creía que aparecían san Nicolás y santa Catalina.[10]​ Como comenta el explorador británico George Dixon en su libro de 1789 A voyage Round the World, los marineros ingleses en cambio en ocasiones atribuían este fenómeno a un duendecillo al que llamaban Davy Jones.[10]​ Los marineros españoles harían referencia a san Pedro González Telmo.

También se da en los aviones y dirigibles. En estos últimos era muy peligroso ya que muchos de ellos se cargaban con hidrógeno, gas muy inflamable, y podían incendiarse, tal como ocurrió en 1937 con el dirigible Hindenburg.

Se cuenta que el fuego de San Telmo también puede aparecer en las puntas de los cuernos del ganado durante las tormentas eléctricas y en los objetos afilados en mitad de un tornado, pero no es el mismo fenómeno que el rayo globular, aunque pueden estar relacionados.

En la Grecia antigua, la aparición de un único fuego de San Telmo se llamaba «Helena», por su sentido original de "antorcha", y cuando eran dos se les llamaba «Cástor y Pólux» los dioscuros o hijos gemelos de Zeus, patrones de los marineros que calmaban las tormentas a petición de estos.[11]

Benjamin Franklin observó correctamente en 1749 que es de naturaleza eléctrica.

Cristóbal Colón se topó con el fuego de San Telmo el 26 de octubre de 1493, en el contexto del segundo viaje a América, y este hecho fue redactado por su hijo:

Antonio Pigafetta en la crónica que escribió durante la expedición de Magallanes-Elcano titulada Relación del primer viaje alrededor del mundo, menciona que observaron el fenómeno el 3 de octubre de 1519 navegando por la costa de África, a la altura del ecuador. Cuenta que la luz flameó durante dos horas, hasta que desapareció proyectando un fuerte destello.[12]

Se hallan referencias al fuego de San Telmo en las obras de Julio César (De bello Africo 47), Plinio el Viejo (Naturalis historia ii.101) y Herman Melville.

Otra referencia:

Charles Darwin observó el efecto mientras estaba embarcado en el Beagle una noche que estaba anclado en el Río de la Plata y describió el episodio en una carta a J. S. Henslow:



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