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Fuente (periodismo)



Por fuente periodística se entiende todo aquel emisor de datos del que se sirve el profesional de los medios de comunicación para elaborar el discurso narrativo de su producto informativo. Es cualquier entidad, persona, hecho o documento que provee de información al periodista para que este tenga elementos suficientes para elaborar una noticia o cualquier otro género informativo.

Los periodistas no siempre pueden estar presentes en el momento en que se desarrollan los acontecimientos. Muchos de ellos no son previsibles y tan solo una casualidad puede hacer que el periodista sea testigo presencial, como un accidente o un atentado. En el caso de estos acontecimientos imprevisibles, o de otros a los que el informador no puede acceder fácilmente, el periodista debe recurrir a las fuentes informativas para que le proporcione información sobre lo ocurrido.

Las interrelaciones entre el periodista y las fuentes son analizadas en un estudio elaborado por Walter Giener y Walter Jonson titulado: The City Hall Beat: a study of reporter and sources roles.[1]

La relación entre el periodista y la fuente informativa en ocasiones puede ser motivo de conflicto; el mantenimiento del secreto profesional es un ejemplo de ello. La Deontología profesional periodística, como orden normativo, intenta regular estas relaciones.

La actitud de la fuente puede afectar directamente a la información que se quiera publicar, ya que de la atribución que se dé a los datos conocidos dependerá, en mayor o menor grado, la fiabilidad de la información. Es posible diferenciar varios casos:

En cuanto a su uso, se puede distinguir entre fuentes utilizadas y las fuentes mencionadas. En principio, las fuentes mencionadas son también utilizadas, pero no todas las utilizadas son mencionadas. Es decir, nos encontramos en dos niveles distintos: uno el de la producción y otro el de la manifestación.

En el uso de las fuentes mencionadas se debe destacar:

La clasificación más extendida de la tipología de fuentes periodísticas es aquella que distingue entre fuentes primarias y fuentes secundarias, donde la diferenciación se basa en la relación con el objeto de conocimiento. Así, fuente primaria es aquella que está informada por su propia participación en el hecho noticiable, como parte participante o como testigo de lo que ha ocurrido.

Por su parte, la fuente secundaria es aquella que interpreta, pone en contacto y analiza las fuentes primarias. Esta clasificación permite distinguir el grado de manipulación al que ha sido sometida la información antes de llegar al periodista y ofrecerse a la audiencia.

Un factor importante es la diferenciación entre la fuente de procedencia de la noticia y las diferentes fuentes que se consultan para la confección de la misma. Así se puede observar fuentes de origen de la información, que son fuentes de las que nace directamente la noticia. Por otro lado están las fuentes complementarias, que son aquellas que sirven para completar y contrastar la noticia.

En función a la exclusividad del uso de la fuente se distinguen fuentes exclusivas del medio y fuentes compartidas. Para el medio de comunicación es garantía de reconocimiento el poder ofrecer una información en exclusiva que proviene de una fuente de la que tan solo ese medio puede beneficiarse. A veces no se trata solo de la exclusividad de la información sino de la fuente, que puede tener complementos de valor añadido.

Otra característica que sirve para clasificar las fuentes es la temporalidad de la relación de la fuente con el medio. Según Mauro Wolf, las fuentes se clasifican en estables o provisionales. Las fuentes estables son aquellas que mantienen relaciones fijas con el medio, como por ejemplo una agencia de noticias. Las fuentes temporales o provisionales son las que se relacionan solo durante un cierto período o lo que dure la cobertura de un tema informativo concreto. Dentro de las fuentes temporales podemos diferenciar entre aquellas que han sido utilizadas una única vez y aquellas a las que, sin llegar a ser permanentes, se recurre más de una vez.

Otro baremo para clasificar las fuentes es aquel que las distingue según su grado de implicación institucional con el ítem informativo. En función de esta variable se distinguen entre fuentes oficiales, aquellas directamente relacionadas con la producción de la información (gobierno, ayuntamiento, asociación, ONG...) y fuentes no oficiales, las que aun teniendo su propio punto de vista o datos que aportar sobre el suceso no están ligados a su origen o carecen de una autoridad reconocida.

Podemos establecer una categorización en función a la confidencialidad de la fuente: fuentes públicas y fuentes anónimas. Por fuente pública se entiende aquella que puede identificarse y definirse como origen o complemento de la información. Las fuentes anónimas son las que no podemos publicitar y que forzosamente han de quedar ocultas en el proceso de recolección informativa. El uso de las fuentes anónimas puede estar justificado cuando esta prefiere reservar su anonimato para protegerse de eventuales consecuencias negativas

Una característica cada vez más común a la fuentes de información es la profesionalización de los interlocutores que han de tratar con los medios. El autor Fernando Martínez Vallvey señala que “las fuentes, cada día más, están formadas por profesionales de la comunicación que atienden a los intereses de la entidad o institución”.

Los distintos gabinetes de prensa o de relación con los medios se han percatado de las ventajas de contar con periodistas en su plantilla. Es lo que Eric Neveu califica como profesionalización de las fuentes. Los profesionales que trabajan en estos gabinetes de comunicación conocen perfectamente los condicionantes de los medios con los que tienen que tratar y saben cómo anticiparse a las expectativas de los periodistas y presentarles la información lo más atractiva posible. Estas fuentes dan la información redactada, ofertando imágenes de calidad sobre la noticia, facilitando el trabajo del redactor. El resultado es que la fuente redacta prácticamente la noticia.

En un primer momento, fueron los partidos políticos los que se atrevieron a comparecer ante los medios de comunicación sin admitir preguntas. Siguiendo el ejemplo, un gran número de gabinetes de comunicación institucional elaboran precisas, claras y sencillas notas periodísticas con algún CD o incluso presentaciones en Power Point. El objetivo es que el periodista llegue a la rueda de prensa y pueda volver a la redacción con información suficiente, sin necesidad de hacer preguntas.

Con malestar, la Asociación de Prensa de Madrid ha emitido una nota de prensa en la que pide a los políticos que “destierre la reiterada mala práctica” de no admitir preguntas en las comparecencias públicas ante los medios de comunicación, ya que supone un “desdén hacia los periodistas y, especialmente, hacia los ciudadanos”.

Cuando hablamos de periodismo es imprescindible referirse y recurrir a fuentes periodísticas fiables y verificables. Obtener la información a través del acceso a las fuentes y comprobar su confiabilidad, son las tareas centrales del periodismo para iniciar la construcción de la noticia.

Es necesario, antes de publicar una información, comprobar todos y cada uno de los datos que aportemos, por sencillos que parezcan. Hay que contrastar la información que aporta nuestra fuente, que corresponde con la realidad de los hechos, para lo cual, habrá que consultar con más de una fuente.

Existen varios principios que guían la labor del periodista, pero cabe destacar como principal el respeto a la verdad, el rigor en la búsqueda de la información fidedigna y verificable. En general, se considera buen periodista al que consigue información relevante, breve y exacta en el menor tiempo posible. Sin embargo, en muchas ocasiones estos objetivos chocan entre sí y el ejercicio de uno puede perjudicar al ejercicio de otro. Por ejemplo, cuando en un medio se busca la exclusividad y ser el primero en dar la noticia, el tiempo juega un papel esencial. Ser el primero significa llegar antes que otros a una información que será publicada lo antes posible y así ser el medio de referencia. Pero esta falta de tiempo puede perjudicar con toda seguridad a otro objetivo indispensable del periodismo y es la verificación de los datos y las fuentes que nos proporcionan esos datos exclusivos. Si actuamos de esta manera estaremos dando una información anticipada y en muchos casos incorrecta o incompleta, llegando a la desinformación.

En cualquier medio se dan criterios de valoración de las noticias y las etapas de producción como rutinas periodísticas. La posibilidad de que la construcción de la noticia se organice en una rutina facilita el trabajo y permite enfrentar más eficazmente una información de último momento.

La disponibilidad de fuentes confiables, productivas y accesibles son las condiciones básicas para el desempeño de la tarea periodística. Sin embargo, la relación de los periodistas con las fuentes en una rutina periodística se puede traducir en lealtades complejas y de “contratos” tácitos, tanto por parte del medio como de forma personal con los que alcanzar una supuesta exclusividad en un momento dado. La relación entre el periodista y la fuente está construida sobre la presunta confianza que entre ambos se establezca. Pero un abuso de confianza entre ambas partes puede llevar a la falta de rigor informativo y a caer en el intercambio de informaciones interesadas, provocadas o poco objetivas.

El hecho de que las agendas temáticas de un medio sean habituales provoca recurrir a fuentes productoras de información también habituales, y así los medios se aseguran de tener una continuidad y homogeneidad de los temas tratados. Y es aquí cuando suele olvidarse o dejarse en segundo plano la verificación de las fuentes, pues el trabajo organizado y rutinario, la agenda establecida, además del escaso tiempo del que se dispone, hace que no se contrasten las informaciones adecuadamente y se caiga en una “rutina” de información basada argumentos pobres y, en ocasiones, interesados. Por ello es beneficioso tener una serie de contactos o fuentes habituales de las que servirnos, en ocasiones, para contrastar o consultar posibles informaciones, pero sí es contraproducente una abundante confianza o una estrechez entre un periodista y la fuente.

Ofrecer una información falsa o incompleta puede traer consecuencias no solo para el medio que publica esas informaciones, que puede ver dañada su credibilidad, sino para terceras personas que se vean afectadas por los contenidos que se deriven. Las consecuencias pueden variar y diferir mucho entre sí:

Un verificador de datos es una figura que nace en el periodismo estadounidense. Se trata de una persona encargada de comprobar la verosimilitud de lo que se publica en un periódico o revista. La principal preocupación de un verificador es cerciorarse de que lo que ha escrito el periodista tiene un respaldo documental o testimonios de personas que acrediten que lo que aparece en el artículo podría pasar con éxito la prueba de una demanda en un tribunal de justicia. Los verificadores de datos aportan seguridad y certeza a las piezas informativas, traduciéndose en mayor calidad y precisión.

Ventajas de la verificación:[2]

Este proceso de verificación de datos lo llevan a cabo medios como The New Yorker, People, Time o Fortune.

En los Estados Unidos existen los departamentos de verificación de datos en la prensa desde principios de siglo XXI. Según afirmó Andy Young, verificador de The New Yorker, la función de un verificador es comprobar la exactitud de lo que se publica en periódicos y revistas. Su principal fin es cerciorarse de que lo que llega al lector tiene un respaldo documental que evite litigios judiciales y proteja el prestigio de la publicación. Artículos, editoriales, portadas, reseñas, hasta las viñetas son sometidas al control de los verificadores. Si alguien escribe un artículo sobre un tema concreto, el verificador debe encontrar la manera de comprobar todos y cada uno de los datos, por muy simples que parezcan.

El periodista mantiene una relación bidireccional con las fuentes. Los profesionales de la información necesitan contenidos; y las fuentes que esos contenidos salgan reflejados en los medios. Las fuentes van a tratar en todo momento de cumplir esos objetivos y por ello van a poner en marcha diferentes mecanismos que las lleven a conseguirlos. Uno de ellos es el pesebrismo.

Esta palabra se creó para significar, por extensión, una manera de ejercer la profesión que se basa sobre todo en un seguimiento servil de determinadas fuentes informativas de las que se obtiene algo más que una información socialmente útil. Se trata de un intercambio de información de dudoso interés a cambio de agasajar a los asistentes. Algunos ejemplos de ello son un “almuerzo-rueda de prensa”; un pesebre puede ser una convención empresarial en la que se regala a los representantes de los medios de comunicación un objeto de valor, o la inauguración de una discoteca con barra libre.

Hay autores que aseguran que este problema se acentúa en el caso de los medios audiovisuales. Un ejemplo de ello sería las ocasiones en las que los conductores de programas de televisión son solicitados para colaborar en todo tipo de actividades por parte de empresas e instituciones que esperan así sacar partido de la proyección pública que esos profesionales han obtenido tras aparecer en las pantallas.

La aceptación de comidas o de regalos y la participación de los conductores en actividades ajenas a la labor informativa, pueden parecer, según cómo, temas bastante diferentes. Tienen sin embargo, algo en común: la posible colisión de intereses, con el consiguiente peligro de deterioro de la información. Actualmente algunos medios de comunicación han ido tomando medidas para evitar que la generosidad de las fuentes influya de alguna forma en los contenidos informativos. En algunos códigos deontológicos se prohíbe que los periodistas acepten los viajes pagados o incluso que se dejen pagar las comidas. Pero este tipo de normas, en la práctica, es de difícil concreción. A falta de una regulación firme desde los medios se recurre a sus propias normas éticas. Juan Pedro Valentín, el que fue el Director de la Segunda Edición de los Informativos de Telecinco, es uno de los pocos casos que encontramos en los que se guien a través de unas reglas deontológicas. Este tenía como norma no participar, ni él ni la gente a su cargo, en ninguna actividad publicitaria y comercial en la que se pudieran aprovechar de su aparición en las pantallas.

Es el reconocimiento del derecho del periodista a no revelar alguna información, o la manera en que ha sido conseguida, para proteger a las fuentes, a sí mismo y a su ejercicio profesional. No significa únicamente que el periodista decida no publicar algunos datos sino que supone la posibilidad de ocultarlos si lo considera necesario. La FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España) lo define de la siguiente manera:

En el ámbito del periodismo, la polémica acerca de cómo debe ser regulado o hasta qué punto debe ser respetado el secreto profesional ha sido su principal característica. La diversidad de opiniones e intereses al respecto hace que la discusión parezca no tener una solución universal. Desde que el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos fuese aprobado, el derecho al secreto profesional ha constituido una de las reivindicaciones tradicionales de los periodistas, con resultados diferentes en cada país. Ya es reconocido (aunque en distintos grados) por los ordenamientos jurídicos de la mayoría de los países democráticos con un sistema de prensa considerado independiente; no obstante, hay países como Francia, Bélgica, Gran Bretaña y algunos estados de Estados Unidos en donde se niega.

Uno de los objetivos principales de los periodistas es conseguir una información privilegiada, novedosa, de máximo interés para el público, y por ello mejorar la comunicación. Pero aquí cabe preguntarnos si vale cualquier método para obtener este tipo de noticias con respecto a la fuente. ¿Todo es válido?

En relación a las formas de sonsacar información se plantean diferentes problemas éticos. Uno de ellos es la mentira, engañar a la fuente en la relación que se mantenga. Janet Malcolm lo planteaba en su obra El periodista y el asesino. Expone la circunstancia de cómo un periodista para ganarse la confianza de la fuente le hace creer que está a su lado y que lo apoya, pero luego el texto que publica es radicalmente distinto. También podemos hablar de los casos en los que se hace decir a la fuente lo que no quiere decir, otro método más de engaño. Y, por último, nos enfretamos a una de las formas que más debate ha despertado en la actualidad: la informacíón Off the record. Se trata de otro de los caballos de batalla de los profesionales del periodismo. En muchas ocasioneslos políticos u otras personalidades ofrecen informaciones de gran importancia e interés, tras ello recapacitan en cuestión de segundos y entonces dicen: "Bueno, pero esto no lo pongas, que lo he dicho en confianza". ¿Qué ha de hacer el periodista?

Miguel Gónzalez Pino planteaba un caso ilustrativo en un capítulo del libro “La Ética Periodística en el Nuevo Milenio”. En él expone un ejemplo que surgió en Chile tras las declaraciones de un obispo sobre temas políticos y su petición de tomarlo como una información off the record. A pesar de esa petición, un periodista de un diario local publicó la noticia y se abrió un amplio debate sobre esta forma de obtener la información. El director y los compañeros del periódico apoyaron la actuación del periodista, pero el obispo decidió presentar su queja al Consejo de Autorregulación. Finalmente se aceptó la denuncia y un consejo dictaminó el fallo: se había cometido una grave infracción ética y debía ser amonestado. Se consideraron algunos aspectos:


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