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Fuerzas de Defensa de Sudáfrica



Ejército de Tierra
Armada
Air Force Ensign of South Africa.svg Ejército del Aire

La Fuerza de Defensa de Sudáfrica (SADF) (Afrikáans: Suid-Afrikaanse Weermag) comprendió las fuerzas armadas de la Unión Sudafricana desde 1957 hasta 1994. Poco antes de que el Estado post-apartheid se reconstituyera como la República de Sudáfrica en 1961, la antigua Fuerza de Defensa de la Unión fue reemplazada oficialmente por la SADF, que fue establecida por la Ley de Defensa (No. 44) de 1957. La SADF, a su vez, fue reemplazada por la Fuerza de Defensa Nacional de Sudáfrica en 1994.[1][2][3]

La SADF se organizó para realizar una doble misión: contrarrestar la posible insurgencia en todas sus formas y mantener un brazo militar convencional que pudiera defender las fronteras de la unión, realizando ataques de represalia según fuera necesario. A medida que las fuerzas armadas se expandieron durante la década de 1970, el personal general de la SADF se organizó en seis secciones: finanzas, inteligencia, logística, operaciones, personal y planificación; excepcionalmente, el Servicio Médico Sudafricano (SAMS) se hizo igual al Ejército Sudafricano, la Marina Sudafricana y la Fuerza Aérea Sudafricana.[4]

El ejército estaba compuesto principalmente por sudafricanos blancos, que eran los únicos sujetos al servicio militar obligatorio.[5][6][7]​ Sin embargo, los sudafricanos negros eran el segundo grupo más grande, y los ciudadanos asiáticos y de color con ascendencia mixta eran elegibles para servir como voluntarios, varios de los cuales alcanzaron el rango de comisionado. A partir de 1971, se formaron varios batallones negros en el Cuerpo de Infantería y Servicio sobre una base tribal, la mayoría de los soldados negros sirvieron en estos batallones tribales exclusivos, que tenían suboficiales negros pero oficiales comisionados blancos. El primer personal negro fue aceptado en rangos comisionados solo a partir de 1986, y luego solo para servir a soldados y suboficiales negros. La Comisión regular no estaría abierta para los bantúes hasta 1991, y luego nuevamente servirían solo en unidades negras o unidades de Apoyo / Servicio de Apoyo, para evitar tener una posición de autoridad sobre el personal de armas de combate blanco. El primer oficial negro en ser ascendido al rango de teniente coronel y tener el mando de una unidad del tamaño de un batallón solo fue designado en febrero de 1994, momento en el que la antigua SADF ya estaba en su lecho de muerte. Sin embargo, los candidatos a oficiales negros de las diversas Fuerzas Nacionales y de África Sudoccidental/SWATF habían sido aceptados desde 1981.[8]​ Unidades como el Batallón 32 incorporaron muchos voluntarios negros, al igual que el Batallón 101. Organizaciones como End Conscription Campaign se opusieron al reclutamiento, pero en general, la moral de los blancos se mantuvo alta, como lo indican los pocos reclutas juzgados por delitos disciplinarios graves.[9]

Durante el apartheid, las tropas armadas de la SADF se utilizaron para sofocar la oposición al gobierno de la minoría, a menudo apoyando directamente a la policía sudafricana.[10][11]​ Las unidades militares sudafricanas estuvieron involucradas en las guerras civiles de Angola y Mozambique de larga duración, apoyando con frecuencia a los aliados de Pretoria, la Resistencia Nacional Mozambiqueña (RENAMO)[12]​ y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA).[13][14]​ El personal de SADF también se desplegó durante la guerra de la frontera de Sudáfrica.[15][16]

Las Fuerzas de Defensa de Sudáfrica estaban bajo el mando del Presidente de Sudáfrica, elegido periódicamente.

Se componía de cuatro armas:

Gracias a la población, al PNB sudafricano y al apoyo de numerosos países occidentales como Reino Unido, Francia, Israel y Estados Unidos llegó a contar con una tecnología muy superior a la de sus vecinos y una cantidad de armamento sólo igualado, en el mejor de los casos, por los grandes países de África como Egipto o Nigeria.

Paulatinamente la propia industria sudafricana fue haciéndose cargo de la producción de nuevos modelos autóctonos y la fabricación de repuestos. Así mismo, varias naciones occidentales como Israel colaboraron con la industria sudafricana en la transferencia de tecnología para modernizar modelos obsoletos y perfeccionar la fabricación de componentes. Así el A41 Centurión pasó a ser el Olifant MK 1A con apoyo israelí y el Mirage III se modernizó al Atlas III también con apoyo de esa nación.

En los años 70 Sudáfrica contaba con suficiente uranio proveniente, entre otros lugares, de Namibia y varias centrales nucleares con las que pudo obtener suficiente uranio y plutonio como para fabricar armas nucleares.

Al parecer, el 22 de septiembre en 1979 detonó su primer artefacto en una isla del océano Índico, extremo del que no hay pruebas pero los indicios apunta a Sudáfrica (véase en Incidente Vela)..[19]​ Así mismo colaboraba con Israel en la fabricación y desarrollo de misiles balísticos para, entre otras misiones, el lanzamiento de ojivas nucleares.

Pese a que la información, especialmente la oficial, es muy escasa; se considera que Sudáfrica llegó a producir seis armas nucleares.[20]​ Pero con la llegada del Congreso Nacional Africano al poder las instalaciones fueron desmanteladas y el programa abandonado, lo cual aumentó notablemente el prestigio del país en el exterior.[19]

La principal acción de la SADF fue la lucha contra la SWAPO y la invasión de Angola durante la Guerra de la Frontera. En ella la superioridad sudafricana quedó demostrada por varias operaciones en territorio enemigo.

Unidades helitransportadas atacaron bases de SWAPO en Zambia y Angola. En ataques más grandes sus unidades mecanizadas invadieron Angola desde casi el primer momento de su independencia y llegaron incluso a asediar su capital, Luanda, hasta que la intervención cubana y la negativa de Estados Unidos a proporcionarles más armas si seguían avanzando les hicieron retroceder.

Su fuerza aérea no tuvo una superioridad tan clara. Pese a comenzar dominando espacio aéreo, la llegada de los MiG-23 les hicieron perder el control del cielo y finalmente fueron los cubanos los que, a partir de la Batalla de Cuito Cuanavale, hicieron retroceder al ejército sudafricano de vuelta a Namibia, provocándole serias derrotas.

Las FAR cubanas jamás atacaron Namibia. Avanzaron en dirección a la hidroeléctrica de Ruacaná y realizaron un ataque aéreo sobre la reguladora de agua de Calueque, ubicada en territorio angolano.

El 5 de mayo de 1978 fuerzas helitransportadas de los Recces (término por el que se conocen a las Fuerzas Especiales de Sudáfrica) llegan a la base de SWAPO en Cassinga y realizan un fuerte ataque. La base era para los sudafricanos un centro logístico de SWAPO y para los namibios un campo de refugiados, según el CICR era ambos cosas al mismo tiempo.

La intervención fue más peligrosa de lo que suponían los sudafricanos porque a pocos kilómetros de Cassinga estaba acantonado un contingente cubano del que no tenían constancia. Finalmente los Recces destruyeron el campamento y tomaron un millar de prisiones; pero la intervención resultó una matanza que empequeñece a la de los estadounidenses en My Lai. La fuerza de élite sudafricana se ensañó con la población civil, matando a más de 600 refugiados, incluidos mujeres, niños y ancianos incapaces de defenderse.

Algunas de las fuerzas más destacadas de las SADF, como los Recces, sólo estaban formados por blancos y en algunas ocasiones dejaban entrar a desertores de la SWAPO,[21]​ útiles por la información y experiencia que podían aportar.

Fue la mayor batalla de África Subsahariana y en ella se decidió la guerra de Angola. En un principio fue una operación lanzada por las fuerzas angoleñas (FAPLA) para destruir las bases de la UNITA (la guerrilla de Jonás Savimbi, apoyada por Washington y Pretoria) al sureste de Angola. Cuba, que dudaba de los éxitos de esa operación, se mantuvo al margen, pero la FAPLA siguió adelante con asesores soviéticos. La ofensiva empezó bien, el ejército angoleño consiguió penetrar cientos de kilómetros sin que la UNITA pudiera detenerlos. Sudáfrica decidió intervenir en apoyo a Savimbi y lanzó sus fuerzas contra los flancos de las FAPLA, que se vio sorprendida y no tuvo más remedio que replegarse al norte. Las fuerzas sudafricanas apoyadas por la UNITA se lanzaron entonces a una contraofensiva que les hizo recuperar territorio de forma rápida y contundente. Las FAPLA retrocedieron hasta el pueblo de Cuito Cuanavale, y ante el peligro de que fueran exterminadas sus mejores unidades, solicitó a Cuba un apoyo urgente. Cuba puso como condición tener el control de las operaciones (en detrimento de los generales soviéticos) y respondió enviando a la zona efectivos que triplicaban a las fuerzas sudafricanas.

Entre noviembre de 1987 y marzo de 1988 se produjeron los combates más duros. El uso de los MiG-23 cubanos que eran muy superiores a los Mirage sudafricanos resultó ser uno de los factores decisivos para inclinar la balanza del lado de las tropas de Cuba-FAPLA. Sin apoyo aéreo, las fuerzas sudafricanas no tuvieron más remedio que replegarse, esta vez perseguidas de forma coordinada por angoleños y cubanos. Para garantizar la superioridad aérea, Cuba construyó un aeropuerto en la aldea de Cahama que permitía a sus aviones atacar las bases sudafricanas en Namibia. Eso complicó aún más las operaciones del ejército sudafricano, que temía que la ofensiva cubano-angoleña cruzara la frontera. En junio de 1988 un escuadrón de mig-23 destruyó la presa de Calueque, pegado a Namibia, provocando la muerte de una importante agrupación sudafricana. Dos días después, Pretoria solicitó el alto el fuego y el inicio de conversaciones que llevaron a la firma de la paz en diciembre de 1988. En ellas Sudáfrica se comprometió a abandonar Angola y aceptar la resolución 435 de las Naciones Unidas sobre la independencia de Namibia.

Tras esta batalla la Guerra civil de Angola dio un giro hacia la salida de todas las tropas extranjeras de su territorio y la continuación del mismo hasta la muerte de su líder con lo que el movimiento UNITA desapareció como fuerza armada. Las fuerzas sudafricanas sufrieron un duro golpe que tuvo su coste político para el régimen, y terminó contribuyendo al fin del sistema del apartheid.



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