El griego antiguo (en griego Ἑλληνικὴ γλῶσσα) es una de las principales lenguas de la Antigüedad clásica en la región mediterránea, hablada especialmente en la parte oriental del Mediterráneo, aunque con importantes enclaves en el Mediterráneo occidental.
En la antigua Grecia no existía una lengua uniforme, sino que había diferencias fonológicas y gramaticales en las lenguas de diferentes regiones. Este artículo describe esencialmente el griego jónico-ático y su forma estandarizada, el griego clásico. La gramática y las particularidades lingüísticas las variedades diferentes del jónico-ático se muestran en la voz indicativa.
De la gramática del griego clásico, aquí se recogen los aspectos fundamentales, que están fundamentadas casi totalmente en el dialecto ático, hablado en Atenas, e impuesto sobre el siglo V a. C., pero fue como lingua franca panhelénica, y a causa de la hegemonía militar, política, económica y cultural de Atenas. Esta variedad lingüística junto con el griego jónico que fue el segundo más o menos fuerte del lugar, fue la base de la κοινὴ διάλεκτος, la koiné del periodo helenístico, la lengua franca del Mediterráneo también prevaleció en el griego común, griego alejandrino y griego helenístico. Todavía no coincide plenamente con el griego ático puro.
Tipológicamente, es una lengua flexiva (con un elevado grado de sinteticidad). Filogenéticamente, es una lengua indoeuropea, dentro de la familia indoeuropea muestra afinidades cercanas con el armenio y también con lenguas más fragmentariamente conocidas como el antiguo macedonio y otras lenguas paleobalcánicas.
Es una lengua con gran relevancia cultural dentro de la cultura occidental, ya que en esta fueron redactados los primeros escritos literarios, filosóficos y científicos de la civilización occidental.
El griego antiguo usó una ortografía particularmente refinada y depurada. En esta se detallan las características sobresalientes del alfabeto y de la ortografía del antiguo griego ático. El alfabeto griego estaba compuesto por veinticuatro letras de uso común, más algunos caracteres caídos en desuso en edad arcaica como caracteres fonéticos, exceptuándose en la escritura del numeral de la letra en desuso.
Seguidamente se enumeran las letras del alfabeto griego jónico, que a partir de la Jonia micro-asiática viene suplantando los antiguos alfabetos locales (alfabeto epicórico), de la segunda mitad del siglo VI a. C.:
El alfabeto griego, aunque bastante preciso en muchos aspectos, no aclara todos los detalles de la pronunciación del griego antiguo. A partir de la base proporcionada por el alfabeto y otras evidencias lingüísticas y comparativas se reconstruyó, a partir del siglo XIX, la fonología de esta lengua muerta. La fonología aquí expuesta es la más plausible para el ático clásico.
En la edad media y en el primer renacimiento predominaba entre los humanistas otra pronunciación, la considerada “roicliniana”, así llamada por el humanista Giovanni Roiclinio, para mantener la validez. Tal lectura estaba unida a la pronunciación itacística considerada bizantina pero en realidad era mucho más antigua, visto que destacaba en los escritos de la edad helenística y el primer vestigio de esta evolución de la fonética antigua del griego suena ya ampliamente a la realidad fonética sostenida en alguna reflexión lingüística sobre los diálogos de Platón.
La lectura itacística fue importada en Italia por los intelectuales bizantinos sobrevivientes de la conquista y el pillaje de Constantinopla (1453), efectuada por los turcos. Aquellos intelectuales (entre los cuales destaca el filósofo neoplatonico Manuel Crisoloras y el cardenal Besarión) imprimieron en la lectura de los clásicos griegos la lectura de los acentos y la inflexión. Ellos leían como ι las letras η y υ y los diptongos ει y οι, y pronunciaban como ε el diptongo αι; además pronunciaban /v/ la letra υ en los diptongos αυ y ευ, primera vocal o consonante sonora, y /f/ primera consonante sorda; como /v/ era leída también la β. Fue otro gran humanista, el holandés Desiderio Erasmo de Róterdam quien se opuso a la pronunciación itacística del griego antiguo. Este, estudiando las figuras de sonido en los poetas cómicos, en particular las onomatopeyas descubrió que la pronunciación antigua era diferente a la roicliniana: el balido de la oveja en Cratino es en realidad imitado con βῆ, y que revelaba el verdadero sonido de la letra griega que componía esta particular onomatopeya: no /vi/, sino / ̀bɛ:/. Por tanto, Erasmo buscó y encontró la forma de representar la verdadera pronunciación clásica, que por él recibe el nombre de erasmiana.
La pronunciación erasmiana se aproximaba a la pronunciación reconstruida por los métodos de la lingüística histórica. Esta pronunciación, en principio, refleja la verdadera pronunciación griega clásica del siglo V a. C. Tanto la pronunciación erasmiana como la modernamente reconstruida difieren en diversos aspectos de la pronunciación tradicionalmente enseñada en las escuelas convencionales españolas:
El griego antiguo posee nueve clases de palabras: artículo determinado, sustantivo, adjetivo, pronombre, verbo, adverbio, preposición, conjunción e interjección. A diferencia del latín, posee un artículo determinado. Las palabras variables (artículo, sustantivo, adjetivo y pronombre) se declinan en cinco casos; y el verbo, que también es variable, posee flexión verbal, esto es, se conjuga.
La declinación del griego antiguo cuenta con tres géneros: masculino, femenino y neutro, cuyo valor y empleo es el mismo que en latín, y tres números: singular, dual y plural; el dual sirve para designar un grupo de dos personas o de dos cosas, especialmente cuando se considera que forman un par o pareja natural e indisoluble, como las manos o los ojos. De uso muy raro, es substituido ordinariamente por el plural. Y cinco casos: nominativo, vocativo, acusativo, genitivo y dativo. El ablativo latino es substituido en parte por el genitivo (lugar de donde, privación), y en parte por el dativo (lugar en donde, instrumento, manera, causa).
Al igual que muchas otras lenguas antiguas la declinación de nombres y adjetivos es común en alto grado, y está basada en los fonemas finales de la raíz o tema. Dentro de cada paradigma o declinación se distinguen cinco casos (nominativo, vocativo, acusativo, genitivo, dativo).
Los pronombres personales en griego heredan la flexión heteróclita del proto-indoeuropeo, por lo que en el paradigma de cada pronombre aparecen formas derivadas de varias raíces. Los pronombres varían de forma según el número (singular, dual, plural), género (masculino, femenino y neutro) cuando se refieren a la tercera persona, y caso (nominativo, vocativo, acusativo, genitivo y dativo).
Como en todas las lenguas, el verbo es la parte de la oración que expresa más valores gramaticales e incluye más distinciones. El sistema verbal griego es bastante complejo. En griego clásico un verbo normal puede cambiar morfológicamente según las siguientes categorías:
Las demás palabras del griego antiguo cumplen diferentes funciones gramaticales pero no presentan flexión. Entre ellas están los adverbios, las preposiciones, las conjunciones, las interjeciones, además de algunos nombres propios de origen foráneo.
Tradicionalmente el estudio de la sintaxis del griego antiguo se limitaba a señalar las concordancias obligatorias y marginalmente el orden de palabras. Otro asunto importante en la gramática tradicional son las condiciones de uso de cada uno de los diferentes casos gramaticales y las funciones de cada uno de estos casos.
La concordancia gramatical es una característica que poseen muchas lenguas por las que se exige que la forma morfológica de una palabra “concuerde” o exprese el mismo valor en una cierta categoría gramatical que el valor expresado por otra palabra. Así por ejemplo el sujeto de una oración y el verbo de la oración deben concordar en número gramatical, esto significa que, por ejemplo, si el sujeto tiene una forma morfológica que corresponde a un plural el verbo morfológicamente debe ser también una forma de plural. Las concordancias típicas encontradas en griego clásico son:
Existen circunstancias pragmáticas en que algunas de estas concordancias quedan en suspenso, particularmente en lo que se refiere al género y el número (esto también sucede en español). Por ejemplo:
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