La Orden de la República Española fue la segunda distinción civil, por orden de precedencia, de la Segunda República Española, y fue creada en 1932.
La Orden de la República Española fue instituida por el Gobierno de la Segunda República Española como orden civil de la República, mediante un Decreto en 1932. Previamente, en 1931, se habían suprimido todas las órdenes civiles de la Antigua Monarquía menos la Orden de Isabel la Católica y la Orden Civil de África.
Fue otorgada a todas aquellas personas que hubiesen beneficiado a la República y al pueblo español con sus méritos y obras personales en el ejercicio de su profesión.
Tras la derrota de las fuerzas republicanas en la Guerra Civil Española, el Gobierno de Francisco Franco derogó todas las órdenes republicanas y remodeló la Orden al Mérito Militar, la Orden al Mérito Naval, la Orden al Mérito Aeronáutico, la Orden de Isabel la Católica, la Orden de la Cruz Roja Española y las demás medallas españolas al nuevo régimen (cambio de la corona mural por la antigua corona real abierta o el coronel heráldico de caudillaje, etc.).
La Orden de la República Española constaba inicialmente de ocho grados:
En 1934 se añadieron la categoría colectiva y dos categorías específicas para damas.
El grado de Collar se reservaba a los jefes de Estado extranjeros y podía ser lucido por el Presidente de la República como Gran Maestre de la Orden.
En el ámbito militar se podían otorgar cruces colectivas a las tropas, que consistían en la insignia de la Orden con las iniciales GC coronadas con la corona mural en el centro y acompañadas de la fecha de entrega. No se montaba en la estrella de plata ni sobre cinta alguna, sino que se llevaba en el uniforme, como la Placa Laureada de Madrid.
En el ámbito civil la cinta de pasador era de seda de color rojo fuerte, con franjas blancas estrechas a los bordes.
Al ser muy corta la vida de esta orden, las distinciones otorgadas han adquirido un valor extraordinario para los coleccionistas internacionales, y cada vez se ven menos piezas, ya que representan para el coleccionista un bello ejemplar de una orden ya extinta que puede llegar a adquirir un alto precio en el mercado, sobre todo en sus grados más elevados.
En el Museo de la Legión de Honor de París se conserva el Gran Collar concedido al Presidente de la República Francesa Albert Lebrun en 1932.
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