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Grutas de los Mil Budas



Las cuevas de Mogao[1]​ (chino: 莫高窟, Wade-Giles: Mo4kao1 K'u1, pinyin: Mògāo Kū) son un conjunto de 492 templos situados cerca de la ciudad de Dunhuang, en la provincia de Gansu de la República Popular China. Se las conoce también como las cuevas de los mil Budas (chino: 千佛洞, pinyin: qiān fó dòng), las grutas de Mogao o las cuevas de Dunhuang. En el año 1987 fueron declaradas por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

Las cuevas de Mogao son el mayor ming-oi de Asia central, formando un conjunto de más de 400 templos, decorados con pinturas murales y donde encuentran miles de esculturas, manuscritos, etc. Estas grutas se encuentran en un importante enclave de la Ruta de la Seda, que hasta la Edad Moderna y desde la prehistoria fue una red comercial que llegó a comunicar en su época de esplendor el gran Imperio chino y el Imperio romano. Durante muchos siglos fue un importante centro de oración budista, posiblemente debido a su importante posición geográfica, que a pesar de que se encuentra en medio del desierto del Gobi, hizo que este enclave se convirtiera en la puerta occidental de China o del este asiático.

Según la leyenda local, en el año 366 d. C., un monje budista local, Lo-tsun, tuvo una visión de miles de Budas en los reflejos de los rayos de sol que centelleaban como bengalas sobre la pared de arenisca de un acantilado y convenció a un acomodado peregrino de la Ruta de la Seda para que fundara el primero de los templos.

Desde el siglo IV hasta el siglo XIV, los monjes budistas de Dunhuang coleccionaron escrituras traídas del oeste. Muchos peregrinos pasaron por la zona, pintando murales en el interior de las cuevas. Estos murales cubren una superficie de 42 000 . Contienen más de 2500 esculturas pintadas. En el siglo XIV las cuevas fueron abandonadas.

Las cuevas de Mogao son las grutas budistas más famosas de todas China. Junto con las de Longmen y las de Yungang forma el grupo de sitios esculturales antiguos de China de más renombre.

Los murales, construidos durante la dinastía Wei del norte, tienen un aspecto bastante simple y están fuertemente marcados por la influencia india. Los que se construyeron durante la dinastía Sui son más realistas y detallados. Las cuevas que se pintaron durante la dinastía Tang son mucho más desarrolladas y sus paisajes incluyen multitud de personajes. Durante la dinastía Song se continuó con esta perfección que entró en decadencia durante el periodo de la dinastía Yuan.

Los monjes budistas valoran la austeridad en la vida y esperaban que estas cuevas remotas les ayudaran a alcanzar la iluminación. Las pinturas servían de ayuda a la meditación como representación visual de su búsqueda de la perfección y como herramientas para informar a los chinos sobre las creencias e historias budistas.

A principios del siglo XX, un chino taoísta de nombre Wang Yuanlu, se nombró a sí mismo guardián de algunos de los templos. Wang descubrió una importante cantidad de manuscritos. Algunos expedicionarios occidentales acudieron a la zona interesados por el hallazgo. Wang se embarcó en el ambicioso proyecto de reconstruir algunos de los templos. Para ello, solicitó donaciones a las ciudades vecinas y a algunos de los exploradores interesados en los manuscritos como Aurel Stein y Paul Pelliot.

Dunghuang y sus santuarios sobrevivieron durante siglos hasta que en el siglo XX fue descubierto, o redescubierto, por los europeos. Es aquí, concretamente, un 12 de marzo de 1907 cuando el arqueólogo británico de origen húngaro Aurel Stein, junto al monje taoísta, Wang Yuanlu, comenzaron las excavaciones en Mogao. Tres meses después el sinólogo francés Paul Pelliot, que dominaba el chino clásico y otras lenguas centroasiáticas, trazó por primera vez el mapa cartográfico de las Grutas de Mogao; las enumeró, fotografió exhaustivamente, registró todas las transcripciones de los murales y describió la estructura de las cuevas y sus decoraciones internas. Sentó así las bases para el estudio de una nueva disciplina específica denominada Dunhuanglogía. [1].

Pronto se descubrió una cantidad inimaginable de material, documentación en lenguas como el sánscrito, sogdiano, tibetano y chino, entre muchas otras desconocidas. Abundantes pinturas murales budistas sobre papel o seda, que tenían gran importancia al tratarse de obras de la dinastía Tang. Cabe recordar que durante esta dinastía las rutas de la seda tuvieron uno de sus momentos de mayor esplendor. Los murales son en su mayor parte de temática budista: retratos de budas y divinidades, narraciones de los sutras expuestas mediante la sucesión de pequeñas escenas, huellas de personajes budistas históricos y mitológicos difundidos desde la India, China y Asia Central, etc. Por lo demás, los murales nos ofrecen numerosos detalles sobre la historia de la vida cotidiana, el vestuario, la arquitectura, la música, la danza y hasta las artes acrobáticas. A todo ello hay que añadir diversos testimonios de los intercambios culturales entre China y el exterior a lo largo de varios siglos. Se comprende así que los estudiosos occidentales consideren estas cuevas como una biblioteca escrita en la pared de un precipicio.

Posiblemente, una de la piezas más valoradas y conocidas es la Sutra del diamante, ejemplar del libro impreso más antiguo del cual se tiene noticia, y que estaba hecho a partir de placas de madera de más de mil años de antigüedad. Se trata de un manuscrito de cuatro metros de largo y que podría datarse el 11 de mayo del año 868. Además de esta pieza extraordinaria, podríamos hablar también de una importante colección de manuscritos y de un modelo de carta china ideada para que los invitados ebrios puedan disculparse delante de sus anfitriones por su comportamiento, entre otras muchas piezas.

El gobierno chino ha invertido 200 millones de yuanes en los trabajos preliminares de las obras de construcción de las "Grutas virtuales de Mogao". Como su nombre indica, estas cuevas permitirán a quienes las visiten experimentar la sensación de que entran en las cuevas auténticas y ver claramente sus construcciones, esculturas y murales. Según los expertos, la construcción de las grutas virtuales no solo contribuirá a evitar el deterioro de este antiguo tesoro del arte budista, sino que facilitará el registro y la conservación de las piezas que lo componen.



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