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Guerra luso-neerlandesa



Tratado de La Haya

La guerra luso-neerlandesa (Guerra Luso-Neerlandesa en portugués) (Nederlands-Portugese Oorlog en neerlandés) fue un conflicto armado acaecido entre 1588 y 1654 en el que las fuerzas navales de las Provincias Unidas de los Países Bajos invadieron las colonias del Imperio portugués en América, África y Asia. Inglaterra apoyó a los neerlandeses durante el transcurso de la guerra, beneficiándose de la rivalidad entre sus dos principales rivales en oriente.

Por el contexto político y temporal en el que se inició, esta guerra podría considerarse una extensión de la guerra de Flandes librada en los Países Bajos entre España y las Provincias Unidas, puesto que en estas fechas Portugal formaba parte de la Monarquía española en una unión dinástica aeque principaliter.[1]​ Sin embargo el conflicto tuvo poco que ver con las ansias neerlandesas de independencia y de libertad religiosa que originaron la de Flandes; las causas que desencadenaron la guerra luso-neerlandesa fueron las necesidades económicas neerlandesas de recuperar el control del comercio de las especias y las ansias expansionistas de extender un imperio en ultramar; de hecho, las hostilidades continuaron incluso después de la separación de Portugal y de la firma de la paz entre España y las Provincias Unidas de los Países Bajos.

El resultado de la guerra fue la formación de un Imperio neerlandés con fuerte presencia en el lejano oriente y algunas colonias en la costa oriental de Sudamérica y la costa africana.

Hacia 1566-68, las provincias del norte de los Países Bajos, dependientes del Imperio español, comenzaron a librar una guerra contra España para conseguir su independencia, la que se llamaría la guerra de los ochenta años o guerra de Flandes.

En 1580, Felipe II de España se convertiría en rey de Portugal, comenzando así una unión dinástica que se prolongaría hasta 1640. Durante el siglo XVI, tanto Castilla como Portugal habían extendido sus dominios hacia América, África y Oriente, conquistando cada uno de ellos un vasto imperio colonial.

A finales de este siglo España se encontraba económicamente debilitada: la quiebra de la Hacienda Real española en 1575, la guerra con Inglaterra que incluyó la derrota de la Armada Invencible en 1588 y la participación en las guerras de religión de Francia condujeron a España a una debilidad económica que se extendió a Portugal tras la unión de ambos países. La situación financiera de las Provincias Unidas de los Países Bajos no era mucho mejor, después del embargo comercial decretado contra ellas por España durante el transcurso de la guerra de Flandes.

Antes de producirse la unión dinástica en 1580, Portugal utilizaba los Países Bajos como base para distribuir las especias por el norte de Europa. Tras la unión de Portugal con el resto de reinos españoles, el comercio portugués quedó sujeto al embargo comercial que España había impuesto a las Provincias Unidas de los Países Bajos. Esto significó que a partir de entonces todo el comercio sería dirigido desde las provincias del sur, que de acuerdo a la Unión de Arras estaban sometidas al poder de la corona española. Así, los neerlandeses perdieron su alianza comercial con Portugal, importante fuente de ingresos para la financiación de la guerra contra España. Adicionalmente, perdieron el monopolio de distribución con Francia, el Sacro Imperio Romano y el norte de Europa. La pesca en el mar del Norte y el comercio de cereales en el mar Báltico no eran suficientes para mantener económicamente a la república.

En 1602 se fundó la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, con el objetivo de compartir los costes de exploración de las Indias orientales y restablecer el comercio de las especias, una fuente de ingresos vital para la república de las siete Provincias Unidas. 20 años después, a imitación de la anterior, se creó la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales. Ambas compañías llevaron a cabo numerosas expediciones, mezcla de operaciones comerciales y militares, en las colonias portuguesas de todo el mundo.

En agosto de 1661 Alfonso VI de Portugal y los Estados Generales de los Países Bajos firmaron el tratado de La Haya, mediante el cual se ponía fin a la guerra luso-neerlandesa. Según las condiciones del acuerdo, Portugal quedaba en posesión de todas las plazas de la costa de Brasil a cambio de una sustanciosa indemnización a las Provincias Unidas, mientras las conquistas hechas en otros lugares del mundo quedaban bajo soberanía de quien las ocupara en el momento de la firma del tratado.

Al término de la guerra las Provincias Unidas habían conseguido controlar varias zonas de Oriente, la costa africana y América, formando el Imperio neerlandés.



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