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Guillermo Rendueles



Guillermo Rendueles Olmedo (Gijón, 1948) es psiquiatra y ensayista español. Su obra se centra en la crítica de la psiquiatría ortodoxa, la teoría social y la política radical. Es padre del filósofo César Rendueles.

Realizó los estudios de bachillerato en la Academia España de Gijón, que dirigía su padre y en la que nació, y en el Instituto Jovellanos de la misma ciudad. Desde muy joven recibió clases del filósofo anarquista José Luis García Rúa y en la adolescencia comenzó a militar en el Partido Comunista de Asturias.[1]

Licenciado en medicina por la Universidad de Salamanca (1971) y doctor en medicina por la de Sevilla (1980) con una tesis sobre la izquierda freudiana, inició su trabajo en 1972 como médico residente en el Hospital Psiquiátrico de Oviedo. Allí participó en un movimiento antipsiquiátrico que promovió la transformación de la asistencia a los enfermos mentales, lo que provocó una dura represión del gobierno franquista y el despido de la mayoría de médicos de ese centro.[2]​ Tras realizar como represaliado el servicio militar en la isla de La Gomera, continuó participando en los movimientos de renovación psiquiátrica en el Hospital Psiquiátrico de Ciempozuelos y el Hospital Provincial de Gerona.[3][4][5][6]

Desde 1980 trabaja en Asturias como psiquiatra del Insalud. Entre 1980 y 1989 fue profesor asociado en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Oviedo. En 1989 se incorporó a la UNED como profesor tutor de Psicopatología en el centro asociado de Gijón. Ha sido impulsor de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, a cuya directiva ha pertenecido. Tiene publicaciones en una docena de libros en diversas editoriales españolas y casi una centena de artículos en distintas revistas. Por algunos de esos trabajos ha sido premiado por la Real Academia Española de Medicina (1982) y por la Asociación Española de Neuropsiquiatría (1983).

A principios de los años noventa del siglo XX, tras cierto tiempo apartado de la actividad política, participó en los grupos antimilitaristas que promovían la insumisión y volvió a colaborar con colectivos y medios de comunicación de la izquierda radical,[7]​ además, escribe regularmente en el periódico asturiano La Nueva España.

Los textos de Guillermo Rendueles se mueven sin solución de continuidad entre, por un lado, la reflexión social y política y, por otro, una amplia variedad de temas psiquiátricos y psicológicos.

Guillermo Rendueles ha publicado numerosos textos académicos sobre cuestiones médicas en libros y revistas especializadas.[8][9][10]​ No obstante, es conocido particularmente por sus críticas de las pretensiones científicas de la psiquiatría estándar. En la década de los setenta estuvo vinculado a los movimientos antipsiquiátricos y desde mediados de los años ochenta ha explorado aspectos epistemológicos de la crítica psiquiátrica.[11][12]​ En particular ha criticado la arbitrariedad de algunos de los criterios clínicos psiquiátricos más populares:

En ocasiones Guillermo Rendueles ha utilizado estrategias de investigación cercanas a la arqueología foucaultiana.[13]​ De forma destacada, en El manuscrito encontrado en Ciempozuelos reconstruye la historia clínica de Aurora Rodríguez, madre de Hildegart Rodríguez. También ha ampliado esta metodología a la memoria oral de los trabajadores industriales y las luchas obreras del siglo XX.[14][15]

A menudo, Guillermo Rendueles ha atacado lo que considera un tratamiento espurio de problemas sociales —como la crisis industrial—[16]​ o dilemas de orden moral –como las adicciones– mediante categorías psiquiátricas. A partir de esta premisa, ha desarrollado un versión izquierdista y anticapitalista del comunitarismo, muy hostil a las versiones débiles de la identidad personal. Según Rendueles, la ampliación del campo de intervención de la psicología clínica es un correlato importante de la desactivación de los proyectos radicales de transformación política. Así, una característica significativa de las sociedades postmodernas sería el tratamiento de los problemas sociales colectivos únicamente en el nivel de sus consecuencias o manifestaciones psicológicas individuales. Desde este punto de vista, existiría una retroalimentación entre la economía neoliberal que produce una creciente fragilización de los vínculos sociales, la crisis personal de grandes masas de individuos que carecen de una red social de referencia y las pretensiones de la psiquiatría de solucionar una gama de problemas cada vez más amplia. Como señala Alba Rico en su reseña de Egolatría:

Respecto de la educación, afirma que en la sociedad moderna hemos empezado a mezclar democracia y narcisismo. No queremos que se nos formulen exigencias. Queremos estar bien y que otros estén bien pero sin que nadie se tenga que esforzar. En lugar de discutir éticamente qué se debe hacer, convertimos las preguntas vitales en psicología; en vez de discutir en qué consiste lo bueno o qué es el bien común, desviamos la discusión hacia la pregunta de qué es satisfactorio para nosotros. Nos convertimos en centro de cualquier juicio. Y cuando digo que algo es bueno, sólo significa «a mí me gusta»; el juicio es egoísta y estético. El siglo XX se ha caracterizado por una voluntad de liberación y estamos a punto de liberarnos también de la cultura, la tradición y la moral, como si fueran una cárcel de la que tendríamos que salir para expresar nuestro propio yo. Todo es absurdo y eso da una imagen trágica del ser humano. La insociabilidad (no la asociabilidad en el sentido de criminalidad) expresa este tipo de comportamiento de vivir sin deber apoyar activamente la colaboración social.



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