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Hacienda de San Antonio del Muerto



La Hacienda de San Antonio de las Salinas; también conocida como Hacienda del Muerto y Hacienda de San Antonio de Arista, es una exhacienda en el municipio de Mina en el estado de Nuevo León, México. La hacienda es representativa del modelo agrícola decimonónico y es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura de Nuevo León del siglo XIX, por lo que en el ha despertado interés en el siglo XXI a pesar de encontrarse en ruinas al no tener protección alguna.

El nombre “Hacienda del Muerto” se debe al Arroyo del muerto que pasa cerca de la hacienda, que a su vez toma su nombre de la Sierra del Muerto,[1][2]​ ese nombre dio pie a varios mitos de dudosa procedencia sobre la hacienda.

La llegada del capitán Bernabé de las Casas, y la fundación de San Francisco de Cañas (hoy cabecera municipal de Mina) en 1611, fueron hechos que facilitaron el surgimiento de asentamientos mineros y de haciendas en el Valle de las Salinas, estos asentamientos serían parte de las herencias repartidas entre los cinco hijos de Bernabé de las Casas. En sus remotos orígenes, la zona correspondiente a la Hacienda del Muerto, no tenía un asentamiento durante este período, ya era una región poca explorada. Estas grandes extensiones de tierra le fueron otorgadas a la mayor de las hijas de Bernabé, al igual que las tierras de San Francisco de Cañas, y las haciendas de El Barrial, Capirota, y Poterillo Tomás dentro del Valle de las Salinas, como dote para su matrimonio con el capitán andaluz Don Juan Alonso Fernández de Córdoba, recibiendo dichas propiedades las cuales a su vez fueron heredadas por varias generaciones. Sin embargo, no sería hasta la mitad del siglo XIX, cuando Antonio de la Garza Elizondo descendiente directo de Bernabé de las Casas por parte de María de las Casas, decide establecer en una de sus propiedades de tierra heredadas, la Hacienda de San Antonio de Arista como un centro productivo y de defensa en contra de los ataques de indios comanches provenientes de Texas. Iniciando la construcción de lo que sería de la Hacienda de San Antonio de Arista o Hacienda del muerto, en la actualidad solo queda la capilla y una parte de lo que realmente abarcaba territorialmente. Su nombre se debe a que su fundador Antonio de la Garza Elizondo, decidió bautizarla de tal manera en honor a San Antonio de Padua debido a que Antonio, nació el día de la conmemoración de dicho santo patrón.

Desde tiempos coloniales, los nativos hostiles habían penetrado a territorio nuevoleonés ocasionando muchas devastaciones entre los pobladores criollos neoleoneses.[3]​ Precisamente, estas correrías se habían llevado a cabo en tres etapas: las primeras es contra las tribus locales, en el caso del esta región del valle de las salinas, eran los cuanaales y los aiguales, sin embargo debido a su gran hostilidad y batallas en contra de los pobladores criollos y constante guerra con otras tribus, estas dos tribus habían desparecido para finales del siglo XVIII, la segunda etapa sería en contra de los comanches provenientes de Texas quienes se adentraban en el territorio para robar ganado, y atacar a los pobladores de la región estas constantes escaramuzas se daban desde época colonial hasta el siglo XIX, y en tanto la tercera etapa, estaría marcada por los ataques de apaches, quienes no aparecerían por estas regiones hasta la segunda mitad del siglo XVIII. En la última fase que llega a ser verdaderamente grave hacia el año de 1839, hay incursiones en Nuevo León, tanto de apaches como de comanches, pero la de estos últimos parecen haber sucedido en menor escala que los primeros. El período de 1840 a 1841, es considerado como uno de las épocas donde se efectuaron mayor cantidad de ataques. Los cuales se hacían presentes en todo el noreste del país, y es precisamente en el noroeste de Nuevo León, donde suceden gran parte de estos asaltos perpetrados por los apaches y los comanches, en pueblos que hoy conforman los municipios de Mina, Lampazos, Sabinas Hidalgo, y Agualeguas, siendo el Valle de las Salinas, una de las regiones más afectadas. En lo concerniente a la Hacienda del muerto, que para entonces ya jurisdicción del municipio de Mina, el cual se había conformado el 31 de marzo de 1851, tras la anexión de San Francisco de Cañas, otras haciendas y tierras que hoy conforman el municipio de Mina.

Para 1856, De la Garza Elizondo se convirtió en dueño único de la hacienda de San Antonio del Muerto, al comprarle la parte correspondiente a José María García Calderón.

Después, la hacienda fue vendida a Juan José Villarreal Elizondo, quien ordenó la construcción de su capilla, las casas para los sirvientes, las galeras, acueductos y otras construcciones de fortificación. En 1857 la producción disminuyó a causa de la guerra entre liberales y conservadores. El estado y el municipio fueron constantemente escenarios de la guerra. Sin embargo, con Juan José Villarreal y Elizondo (1856) la producción fue más próspera y favorable, además de que los ataques de los apaches y comanches disminuyeron.

En febrero de 1876, Juan José Villarreal y Elizondo fue requerido por las autoridades locales para que apoyara a la causa del Gobierno del Estado contra los pronunciados por el Plan de Tuxtepec, encabezados por Porfirio Díaz; sin embargo, el hacendado no quiso participar en el apoyar con recursos argumentando que ya lo había hecho mediante la disposición de la finca al ejército.

El 20 de mayo de 1876, las fuerzas comandadas por Díaz y Jerónimo Treviño fueron derrotadas en la batalla de Icamole por el comandante Carlos Fuero y el comandante neoleonés Mariano Escobedo.[4]​ La hacienda del muerto aportó insumos para la contienda, según el mismo Villarreal y Elizondo, para ese entonces la finca estaba en bancarrota; por lo tanto, no era rentable a consecuencia de los constantes enfrentamientos. En 1878 murió Juan José Villarreal Elizondo, el mayor impulsor de crecimiento de la hacienda, que mantuvo la hacienda en operación pese a las constantes guerras civiles mermaron la producción. Tras su muerte, la hacienda entró en una etapa de retroceso, Melitón Villarreal; su heredero, no invirtió mucho tiempo y dinero a esa propiedad.

A la llegada del siglo XX la hacienda se encontraba en decadencia. En 1904 Melitón Villarreal decide venderla debido a que no representaba una fuente de ingresos. Después fue afectada por la revolución mexicana y su propietario no le dio atención. La hacienda pasó a propiedad ejidal en 1934 y cayo en el abandono. En 1997 pasó a ser propiedad del municipio de Mina, y en 2004 surge interés por restaurarla, ya que representa un patrimonio histórico del estado de Nuevo León.

Modelo 3D de la hacienda



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