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Hadji Murat (novela)



Hadji Murat (o alternativamente Hadji Murad, en turco, Hacı Murat, aunque el primer título captura mejor el título original en ruso, Хаджи-Мурат [Jadzhí-Murat]) es una novela corta del escritor León Tolstói entre 1896 a 1904 y publicada póstumamente en el año 1912 (aunque no en su totalidad hasta 1917). Es el trabajo final de Tolstói. El protagonista es Hadji Murat, un comandante rebelde de etnia ávara que, por motivos de venganza personal, forja una alianza incómoda con los rusos, contra los cuales había estado luchando.

Según las cartas que escribió a su hermano Sergio, Tolstói parece haber escuchado hablar por primera vez de la historia del personaje real de Hadji Murad, mientras estaba sirviendo en el Cáucaso. El cardo que describe el autor en la apertura de la historia se encuentra, de hecho, cerca de su finca y es el pretexto que le lleva a recordar al personaje de Hadji Murad y a crear una historia sobre él. Tolstói dedicó buena parte de su vida a la composición de esta historia y para ello se documentó ampliamente sobre la vida de Hadyi Murad y la guerra del Cáucaso, recopilando una ingente cantidad de fuentes: documentos de archivos rusos, noticias de periódicos, memorias y diarios de personas que vivieron aquellos hechos, apuntes, correspondencia de la época... Sin embargo, la correspondencia de Tolstói en los últimos años de su vida sugiere que fue en esa época, con la muerte rondándole, cuando le dio el empujón definitivo a la obra. En aquellos años, el escritor creía estar componiéndola únicamente para sí mismo, pues pensaba que jamás iba a poder publicarla, dadas las críticas que vertía contra la actuación rusa en el Cáucaso y contra la figura del zar Nicolás I. No en vano, el texto no pudo publicarse hasta 1912, con el autor ya fallecido, y lo hizo de manera parcial. Para la primera publicación completa de Hadji Murat habría que esperar hasta 1917.

El tema principal es el de la lucha y la resistencia individual frente a poderes externos que intentan doblegarlos, ya sean los conquistadores rusos o los hombres del caudillo rebelde Shamil. Según la analogía inicial que se establece al comienzo de la obra entre la flor del cardo y Hadji Murat, ambos son bellos y tienen sentido únicamente en su entorno: si alguien intenta sacarlos de este, ofrecen la más fiera de las resistencias, hasta el punto de que sólo es posible arrancarlos de su medio si se los destruye.

Junto con el tema de la resistencia, hay muchas otras ideas que se pueden encontrar en la novela, como el determinismo, del que Tolstói también se había hecho eco en su gran obra Guerra y paz. Otro tema aún más evidente es el de la lucha entre la europeizada Rusia y la musulmana Chechenia. No es otro que el clásico tema de la oposición entre Occidente y Oriente, que se encuentra en la historia rusa desde sus orígenes y también en muchas obras literarias rusas (y que es una vez más pertinente a la luz de la Primera y la Segunda Guerra Chechena entre Chechenia y Rusia). El trabajo es muy similar al de Alexander Pushkin en La hija del capitán, ya que es un análisis realista, basado en personas y acontecimientos reales, y tiene una dirección similar, si bien el personaje principal de esta novela no acaba de la misma manera.

Hadji Murat es muy distinta a otras obras escritas por Tolstói hacia el final de su vida. En El diablo (1889), La sonata a Kreutzer (1890), "El padre Sergio" (1898), Resurrección (1899), "Amo y criado" (1895), o El cupón falso (1905), el énfasis se pone en las obligaciones morales del ser humano, lo cual no es el caso de Hadji Murat. Tolstói normalmente sumerge a sus personajes en un proceso de "purificación", por el cual aprenden algo sobre un ideal ético. Hadji Murat es el único relato suyo en el que no ocurre esto. Por el contrario, aquí retrata el lado negativo del hombre, poniendo en duda que haya algo de divino en el ser humano.[1]

La obra se abre con un prólogo del narrador: de camino a su casa, encuentra en el camino la flor de un cardo y le parece tan hermosa que intenta cogerla para añadirla a su ramo de flores; sin embargo, el cardo ofrece una resistencia tan fiera que, cuando finalmente consigue arrancarlo, está totalmente machacado y ya no le sirve para su ramo. Al poco tiempo, ve un terreno por el que acaba de pasar un carro, que ha aplastado prácticamente toda la vegetación del suelo, salvo una mata de cardos con tres ramas. A pesar de la desolación circundante y a pesar de que la mata está tronchada, ennegrecida y mutilada, se levanta enhiesta y orgullosa. Ambas imágenes llevan al narrador a evocar la figura de Hadji Murad, un guerrillero del Cáucaso que, después de haber infringido numerosos golpes a los rusos durante años, cae en desgracia entre los suyos. Cuando su madre, sus dos esposas y sus cinco hijos son hechos rehenes por el líder de la resistencia caucásica, el Imán Shamil, Murat se ve obligado a pasarse al bando de los que hasta entonces habían sido sus enemigos mortales, los rusos, con la esperanza de que estos le ayuden a recuperar a su familia.

La historia comienza cuando Murat y dos de sus seguidores huyen del Imán Shamil y se refugian en la casa de Sado, un hombre fiel a Murat. Sin embargo, cuando los vecinos de Sado se enteran de que éste esconde a Murat y a sus compañeros, los obligan a marcharse de su aldea, por miedo a sufrir las represalias de Shamil. Al poco tiempo, el lugarteniente de Murat consigue establecer contacto con los rusos, que prometen respetar a Murat si éste se pasa a su bando, y así es como el protagonista del relato llega a la fortaleza que los rusos tienen en Vozdvízhenskaya, confiado en que, si se une a su ejército, conseguirá derrotar a Shamil y recuperar a su familia. Antes de su llegada al fuerte, se produce una pequeña escaramuza con algunos chechenos y un joven soldado ruso, Petruja Avdéyev, muere tras recibir un disparo. Esto le permite al narrador hacer una larga digresión sobre Petruja: sin hijos, se había alistado en el ejército como voluntario, para sustituir a su hermano, ya que éste ya tiene hijos. El padre de ambos, no obstante, lamenta la decisión, puesto que Petruja es mucho más trabajador que su hermano y podría ayudarles más con las labores del campo. Cuando la noticia del fallecimiento de Petruja llega a su casa, sus padres lo lamentan profundamente. No así su esposa, que ya está embarazada de otro hombre.

Durante su estancia en la guarnición de Vozdvízhenskaya, Murat se hace amigo del príncipe Mijaíl Vorontsov, el hijo del virrey, y de su esposa María y su hijo, y se gana la buena voluntad de los soldados allí estacionados. Les admira su imponente físico y su reputación como soldado, y disfrutan de su compañía, pues lo encuentran honesto y recto. De hecho, los Vorontsov regalan a Murat un reloj con el que éste se queda fascinado.

En su quinto día de estancia de Murat, el ayudante del gobernador general, Mijaíl Lorís-Mélikov, llega con la orden de escribir la historia de Murat, y de este modo el lector conoce algo de su historia: nacido en el pueblo de Tselmes, Murat pertenecía al círculo de los kanes locales gracias a que su madre era la nodriza de la familia real. Cuando tenía quince años, algunos seguidores del Muridismo llegaron a su pueblo, llamando a la Guerra Santa (ghazavat) contra Rusia. En un primer momento, Murat declina su oferta, pero después un sabio es enviado a explicar cómo se llevará a cabo la ghazavat y Murat, aunque vacilante, decide finalmente unirse a ella. No obstante, ya desde el primer momento sufre la enemistad de Shamil. Cuando éste todavía no era el líder que luego sería, humilla a Murat en el momento en que iba a hablar con el caudillo Gamzat Bek. Gamzat Bek finalmente lanza un ataque contra la capital de Junzaj (en Daguestán) y mata a los kanes pro-rusos, tomando el control de esa parte del Daguestán. La masacre de los kanes lanza a Hadji y a su hermano contra Gamzat, y consiguen engañarlo y matarlo, haciendo que sus seguidores huyan. Por desgracia, el hermano de Murat es asesinado en la escaramuza y Shamil se convierte en el nuevo caudillo, en sustitución de Gamzat. Tras su ascenso, Shamil le pide a Murat que se una a su lucha, pero Murat se niega porque el nuevo caudillo tiene las manos manchadas con la sangre de su hermano y de los kanes.

Una vez que Murat se ha unido a los rusos, estos, conscientes de su posición y capacidad de negociación, intentan utilizarlo para llegar hasta Shamil. Sin embargo, los planes de Vorontsov de utilizar a Murat se ven arruinados por Chernishov, un príncipe que está celoso de él, y Murat tiene que permanecer a la espera en la fortaleza, máxime cuando al zar se le dice que es, posiblemente, un espía. En este momento, Tolstói abre una nueva digresión, para retratar a Nicolás I de Rusia como un déspota frío e insensible, caprichoso y arrogante, que disfruta aterrorizando a sus súbditos y que, a pesar de sentirse irreemplazable e imprescindible, toma las decisiones de manera arbitraria y sin ninguna consistencia. Imprevisible como siempre, Nicolás I ordena atacar a los chechenos y que Murat siga bajo vigilancia. El guerrillero caucásico entiende entonces que no puede confiar en los rusos y que estos no van a confiarle un ejército para ir contra Shamil y liberar a su familia de Shamil. Por eso, decide huir junto con sus hombres más fieles, para tratar de salvar él solo a su familia.

Llegados a este punto, se produce un salto de tiempo hacia delante. Un grupo de soldados llega a la fortaleza portando la cabeza cortada de Murat. Mientras María Dmítriyevna, compañera de uno de los oficiales y amiga de Murat- comenta la crueldad de los hombres en tiempos de guerra, los soldados cuentan la historia de la muerte de Murat. Éste había escapado de la fortaleza con sus hombres de confianza, pero los rusos lo habían perseguido y acorralado en una zona pantanosa. Ante la imposibilidad de cruzar las marismas, Murat y sus hombres se habían escondido entre los arbustos esperando al amanecer, pero un anciano había revelado su posición y Kargánov, el comandante de la fortaleza, sus soldados, y algunos cosacos lo habían rodeado. Hadji y sus hombres habían muerto valientemente, ofreciendo resistencia aunque sabían que iban a morir y lo tenían todo perdido, exactamente igual que el cardo con el que el narrador había iniciado su historia. Los ruiseñores, que habían dejado de cantar durante la batalla, retoman su canto y Tolstói concluye evocando de nuevo el cardo con el que había iniciado su relato.




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