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Halconazo



La Masacre del Jueves de Corpus o La Masacre de Corpus Christi —llamada El Halconazo por la participación de un grupo paramilitar identificado con el nombre Halcones— es como se conoce a los hechos ocurridos en la Ciudad de México, el 10 de junio de 1971 (día de la festividad de Corpus Christi, de donde tiene origen el nombre coloquial de la matanza), cuando una manifestación estudiantil en apoyo a los estudiantes de Monterrey, fue reprimida violentamente por un grupo paramilitar al servicio del Estado llamado Los Halcones.[1]

Fueron asesinados a tiros más de 120 jóvenes estudiantes de entre 14 y 22 años.[2][3]​ Pocos días después, renunciaron a sus cargos el Regente Alfonso Martínez Domínguez y el Jefe de la Policía Rogelio Flores Curiel.

El expresidente Luis Echeverría Álvarez se desligó de los hechos, pero nunca aclaró la situación que siempre fue negada oficialmente. De los hechos sangrientos nadie se responsabilizó y mucho menos fue llevado ante la justicia.

Desde sus primeros días de gobierno, el presidente Luis Echeverría Álvarez anunció reformas de apertura democrática en el país. Inmediatamente permitió el regreso de algunos líderes del movimiento estudiantil de 1968 exiliados en Chile y la excarcelación de muchos otros presos desde hacía dos años (en abril de 1971 la prensa habló de próximas reformas educativas y pronto resurgieron en el ámbito político personajes como José Revueltas y Heberto Castillo, encarcelados dos años y medio atrás).

Los estudiantes estaban entusiasmados y creyeron que habrían oportunidades para regresar a las calles a manifestarse en contra del gobierno. El conflicto en la Universidad Autónoma de Nuevo León les dio una razón más para hacerlo: A finales de 1970 profesores y estudiantes de la universidad presentaron una ley orgánica que proponía un gobierno paritario y el 20 de febrero de 1971 llegó Héctor Ulises Leal Flores a la rectoría bajo esta nueva ley.

El gobierno estatal, en desacuerdo, redujo drásticamente el presupuesto, lo que disgustó a los universitarios, y obligó al Consejo Universitario a aprobar un nuevo proyecto de ley que prácticamente suprimía la autonomía de la institución.[4]​ Los universitarios comenzaron una huelga y se pidió solidaridad a las demás universidades del país. La Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional inmediatamente respondieron y los estudiantes convocaron a una manifestación masiva en apoyo a Nuevo León el día 10 de junio.

El 30 de mayo el gobernador de Nuevo León, Eduardo A. Elizondo Lozano, renunció como parte del programa de conciliación de la Secretaría de Educación Pública y el 5 de junio entró en vigor una nueva ley orgánica que resolvía el conflicto. Los estudiantes capitalinos, pese a ello, decidieron manifestarse, aun cuando las demandas no eran claras. El Comité Coordinador de Comités de Lucha (CoCo) estaba dividido; había quienes pensaban que la marcha era inútil y sólo provocaría al gobierno, sin embargo, la mayoría la apoyó arguyendo que había muchos problemas más sin resolver. Se pedían desde 500 millas de mar territorial hasta efectividad en la apertura democrática prometida por Echeverría. Era, además, una oportunidad para que el gobierno mostrara que no sería represor como el anterior. En los días previos a la manifestación, muchos agentes policiacos comenzaron a patrullar los alrededores del Casco de Santo Tomás.[5]

La marcha comenzaría en el Casco de Santo Tomás y recorrería las avenidas Carpio y de los Maestros para salir a la Calzada México-Tacuba para finalmente dirigirse al Zócalo capitalino. Las calles que desembocan a la Avenida de los Maestros estaban bloqueadas por granaderos y agentes policiacos, los cuales impidieron el paso de los estudiantes.[6]​ Asimismo, también había tanques antimotines a lo largo de Av. Melchor Ocampo junto con transportes del ejército, los cuales se ubicaban cerca del colegio militar y transportes de granaderos en un enorme contingente policíaco en el cruce de las avenidas Melchor Ocampo y San Cosme.[7]

Un grupo de choque entrenado por la Dirección Federal de Seguridad y la CIA.,[5]​ conocido como "Los Halcones", los cuales vinieron en camiones y camionetas grises y transportes de granaderos, atacó brutalmente a los estudiantes desde las calles aledañas a la Avenida de los Maestros después de que los granaderos abrieran sus filas.[8]​ Los paramilitares venían armados con varas de bambú, palos de kendo y porras, por lo que en un principio fueron fácilmente repelidos por los estudiantes. En un contraataque, los Halcones agredieron a los manifestantes una vez más, esta vez, no sólo con sus garrotes, sino con armas de fuego de alto calibre.[5]​ Los estudiantes, por su parte, intentaron inútilmente esconderse de los jóvenes armados.[9]​ La policía no intervino y permaneció como espectadora permitiendo la masacre.[10]

El tiroteo se prolongó por varios minutos, durante los cuales algunos transportes daban apoyo logístico al grupo paramilitar, dotándolo con armas y transportes improvisados, como lo fueron automóviles privados, camionetas, patrullas policíacas e incluso una ambulancia de la Cruz Verde. Los heridos fueron llevados al Hospital Rubén Leñero, pero fue inútil, pues los Halcones llegaron al nosocomio y allí dieron remate a los jóvenes aún en el quirófano, además de intimidar a los internos y al personal médico. El número de muertos fue cercano a 120, entre ellos un muchacho de catorce años: Jorge Callejas Contreras.[5]

Esa misma noche, elementos del ejército resguardaron el Palacio Nacional y el entonces presidente, Luis Echeverría, anunció una investigación sobre la matanza y afirmó que castigarían a los culpables. Alfonso Martínez Domínguez, regente de la ciudad, y Julio Sánchez Vargas, procurador general, negaron que hubiera Halcones; y los jefes policíacos culparon a los estudiantes de haber creado grupos extremistas dentro de su propio movimiento, quienes finalmente habrían atacado a sus compañeros. Pasó una semana hasta que el coronel Manuel Díaz Escobar (entonces subdirector de Servicios Generales del Departamento del Distrito Federal) aceptara que los había, pero no los involucró en la masacre.[11]

El alto número de periodistas agredidos y de evidencia gráfica de los sucesos logró que la prensa contradijera la versión oficial del gobierno y aceptara la existencia del grupo.[12][13]​ Martínez Domínguez entregó su renuncia a Echeverría el 15 de junio pues estaba convencido de que los manifestantes habían sido provocados, entre otras cosas, para que el gobierno tuviera un pretexto y se deshiciera de él. Así y todo, durante años, Martínez Domínguez recibió el apodo popular de "don Halconso" (ya que formalmente se le conocía como don Alfonso), en alusión a la Matanza del Jueves de Corpus.[14]

El terrible saldo de la manifestación desanimó a muchos estudiantes, pero también propició que se radicalizaran otros más, quienes más tarde formarían parte de las organizaciones guerrilleras urbanas.[15]​ Los estudiantes en 1971 demandaban especialmente la democratización de la enseñanza, el control del presupuesto universitario por los alumnos y profesores y que éste representara un 12% del PIB, así como libertad política donde obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales gozaran de libertades democráticas reales y controlaran el régimen social; Educación de calidad para todos, en especial para campesinos y obreros, y mayor importancia y respeto a la diversidad cultural mexicana; estricta apertura democrática, apoyo a la vida política sindical de los obreros y fin de la represión por parte del gobierno. Estas y otras expresiones de la oposición empezarían a canalizarse años después a través de la Reforma Política de 1977, impulsada por José López-Portillo desde las entrañas del régimen y que terminaría con la razón de ser de las guerrillas y la clandestinidad política.

Los Halcones eran un grupo de choque creado a finales de los años 60 para evitar otro movimiento popular grande como lo fue el movimiento estudiantil en México de 1968. Su primera participación fue el 2 de octubre de 1969, en el primer aniversario de la matanza de Tlatelolco. Al público capitalino se le informó por parte del gobierno que habría un destacamento especial creado para la seguridad del recién inaugurado Metro de la Ciudad de México. El pueblo, desde luego, ignoraba el verdadero nombre del grupo de choque y más aún su verdadero propósito. Se cree que su líder fue Nazar Haro quien torturó al fotógrafo Lenin Salgado.[16]​ Este era el policía político de Echeverría.

Los integrantes de los Halcones eran identificados con apodos y sus integrantes eran muy variados. Los más jóvenes provenían de clubes deportivos. Otros eran "porros" de las universidades, creados para contrarrestar y vigilar a los estudiantes de tendencia izquierdista (después del Halconazo, su número se incrementó exponencialmente); algunos eran militares, los cuales eran referidos con el mote de "profesores" o "paisanos" (estos últimos teniendo a su mando a decenas de "Halcones" y la gran mayoría eran "veteranos" de la matanza de Tlatelolco)[5]​ y otros más, pandilleros[17]​ que fueron liberados de las cárceles de la ciudad con la promesa de tener un sueldo mayor si se unían al destacamento paramilitar.[5]

Hasta el día de hoy se desconoce si hay infiltración de halcones en las escuelas.

Durante años varios grupos guerrilleros hicieron hincapié e incluso llegaron a clamar ataques "vengando" a las víctimas de la masacre, siendo una justificación para atentar contra la propiedad privada o las fuerzas gubernamentales.[18]​ En 2005 se debatió en México si los delitos cometidos en este hecho deberían considerarse prescritos o si podían ser aún juzgados los responsables eventuales, ya que para algunos la responsabilidad de Echeverría nunca se aclaró por estar protegido por la ley.[19]

El 29 de noviembre de 2006, se declaró responsable a Luis Echeverría Álvarez, así como su formal prisión por estos hechos, revocando la decisión previa del 8 de julio que había declarado prescritos los delitos de genocidio. En el 2009 Luis Echeverría fue exonerado al no encontrarse suficientes pruebas en su contra.

En 1992 el cineasta Gabriel Retes produjo, dirigió y actuó una película denominada El bulto. Su personaje, Lauro, es un reportero gráfico de un periódico que cubría el momento en que la manifestación era reprimida cuando recibió un toletazo de un miembro de los Halcones, dejándolo en coma por veinte años.

El director de cine mexicano Alfonso Cuarón muestra una recreación del Halconazo y sus antecedentes en su largometraje Roma[20]​, que fue presentado internacionalmente en julio de 2018, al participar en la sección oficial del Festival de Venecia, donde obtuvo el León de Oro a la mejor película y el aplauso de crítica y público.[21][22]​ La película fue seleccionada para representar a México en la categoría de Mejor película extranjera en la edición 2019 de los Premios Óscar de la que resultó ganadora y a los premios Goya de la Academia de Cine española en la categoría de mejor película latinoamericana.[23][24]

Solís Mimendi, Antonio (1972), Jueves de Corpus sangriento: sensacionales revelaciones de un halcón, Editorial Argo, 155p.



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