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Hérib Campos Cervera



Hérib Campos-Cervera (*Asunción, Paraguay; 30 de marzo de 1905Buenos Aires, Argentina; 28 de agosto de 1953) fue un poeta paraguayo. Sus progenitores fueron de origen español: Hérib Campos-Cervera, también poeta, y Alicia Díaz-Pérez, hermana del gran intelectual Viriato Díaz-Pérez.

Fue interno en el Colegio de San Lucas de Hohenau, institución a la que más de una vez llamó “cárcel”, lo cual lo revela como un adolescente vital y libertario. Además de su afición por la filosofía y las ciencias exactas, se dedicó a la crítica literaria y, fundamentalmente, a la poesía.

En el prólogo de la reedición de “Ceniza redimida”, escribe el estudioso Miguel Ángel Fernández Argüello: “Una infancia desdichada, lejos de sus progenitores, parece haber marcado toda su vida, y en su poesía tal vez se encuentre las huellas de esta primera etapa de su existencia. Su adolescencia y juventud no habrían sido más afortunadas...”

Su valor como poeta es innegable. Todos los estudiosos de la literatura paraguaya coinciden en afirmar que su obra señala el punto de partida de una nueva concepción poética vinculada a los nunca sencillos senderos del vanguardismo. Así, en su insustituible libro “La poesía paraguaya -Historia de una incógnita”, el crítico e intelectual brasileño Walter Wey precisa: “Campos Cervera colocó la literatura paraguaya en el ritmo americano y a la altura de la actual poesía del continente. Para eso no necesitó auscultar el corazón de Hispano-América. Realizó apenas lo que hacía mucho la temática de su tierra aguardaba: un profundizamiento del nativismo de los modernistas que quedaron en los aspectos objetivos de la vida y de la naturaleza. Se volvió para los temas sociales y humanos con penetración, aprovechando parte de un inmenso folclore inexplotado. En este sentido, también abrió camino para las nuevas generaciones.

Si no realizó de manera total la revelación del Paraguay como se esperaba de su intuición, mostró cómo podrá ser revelado en el futuro. Puso en evidencia que en casi 100 años de poesía, los poetas paraguayos a pesar de describir la tierra no se identificaron con ella y con su estilo de vida”.

Colaborador de revistas tales como “Juventud”, “Ideal” y “Alas” en la década de los años 20, su producción de entonces se vincula a la corriente del postmodernismo. La firmaba con el seudónimo de “Alfonso Monteverde”.

César Alonso de las Heras y Juan Manuel Marcos, en un texto para estudiantes de la literatura paraguaya señalan: “Campos Cervera es el padre de la literatura paraguaya contemporánea. Si bien en el campo de la narrativa, el ensayo y el teatro lo podrían disputar esa preeminencia Casaccia, Barrett y Correa, respectivamente, no cabe duda ni discusión sobre su influencia decisiva en el de la poesía. Sus poemas manifiestan por primera vez en el país, el dominio de las metáforas surrealistas, las técnicas de enumerar de Neruda, del ritmo de Nicolás Guillén, de la imagen nostálgica de Alberti -a quienes dedicó su elegía “Regresarán un día”-.

La nostalgia y la esperanza, la elegancia verbal y la transparencia espiritual distinguen el estilo personalísimo, hondamente enraizado en las circunstancias nacionales, del malogrado poeta...”

En 1950 publicó el único de sus libros de poemas que apareció en vida del poeta, “Ceniza redimida”, reunión de 28 muestras magníficas de su mejor producción. “Hombre secreto” es el nombre del segundo de sus poemarios, aparecido póstumamente. Le pertenecen asimismo el relato “El buscador de fe”, la novela corta “El ojo enterrado”, la obra teatral “Juan Hachero”, no estrenada y aún inédita, a más de la novela “Hombres en la selva” y el poemario “Romancero del destierro”, cuyos originales le habrían sido sustraídos cuando su exilio en Montevideo, Uruguay.

Casado con Tita de los Ríos, de quien se separó tempranamente.

Se volvió a casar con María del Carmen Palermo, hija de Raquel Falabella y Giuseppe Palermo, con quien vivió hasta el final de sus días en su último exilio en Argentina, donde tuvo sus tres hijos: Alicia Raquel, poetisa como su padre, Hérib, músico y María Carmen, fallecida en Asunción en el año 2000.

El periodista Humberto Pérez Cáceres, compañero de Hérib en la redacción del diario “Democracia” de Buenos Aires, transmitió las últimas palabras del poeta para su pueblo: “El arte, la política, el quehacer cultural, deben beber los zumos mejores de la nacionalidad. El proceso tiene este itinerario de lo nacional a lo universal, no a la inversa.

Que no haya arte inútil, que no haya belleza divorciada del pueblo. El pueblo, su servicio, su redención, su felicidad, su justicia, deben constituir los motivos de todo trabajo. Lo nacional, nuestro país, nuestros hombres, nuestros campesinos y obreros, nuestras mujeres. Es a ellos, a su elevación, que los artistas deben dedicar todos sus esfuerzos”.[2]



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