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Hernando de la Cruz



¿Qué día cumple años Hernando de la Cruz?

Hernando de la Cruz cumple los años el 15 de febrero.


¿Qué día nació Hernando de la Cruz?

Hernando de la Cruz nació el día 15 de febrero de 6.


¿Cuántos años tiene Hernando de la Cruz?

La edad actual es 2018 años. Hernando de la Cruz cumplió 2018 años el 15 de febrero de este año.


¿De qué signo es Hernando de la Cruz?

Hernando de la Cruz es del signo de Acuario.


Hernando de la Cruz (Panamá, ca. 1592 - Quito, 6 de enero de 1646), bautizado como Fernando de Ribera, fue un pintor y religioso jesuita activo en la Real Audiencia de Quito.

La fecha aproximada de su nacimiento se toma según la opinión de su biógrafo, el padre Pedro Mercado, que lo conoció más de ocho años. Hernando era hijo legítimo de los hidalgos sevillanos Fernando de la Vega y Palma y Leonor de Ribera. Lo bautizaron como Fernando de Ribera. Según su biógrafo:

Por la lectura anterior se desprende que su ingreso en la Compañía de Jesús, como religioso coadjutor, fue a los treinta años de edad y que por obediencia dejó de hacer poesías, mas no así las pinturas, y enseñó a numerosos seglares españoles, criollos e indios, y entre estos últimos, a uno que después sería religioso de San Francisco.[2]​ Por eso se ha dicho que logró formar escuela y que también tuvo entre sus oficiales al hermano Fray Domingo, lego franciscano mencionado a fines del siglo XVIII por Juan de Ascaray, quien floreció por los años 1640 y viajó cuatro años después a España, en compañía del Padre Custodio Diego Vélez.[3]

Por entonces el hermano Marco Guerra había completado la sacristía de la primitiva fábrica de la Iglesia de la Compañía. En el frontispicio puso un retablo de madera y en su nicho colocóse una devotísima imagen hecha por el pincel del Hermano de la Cruz, óleo de San Ignacio de Loyola, a todo color y revestido de sacerdote, en actitud de ofrendar su corazón a la Trinidad.[4]

Igualmente, entre sus más conocidos obras están las dos gigantescas que se hallan a la entrada del templo actual de la Compañía, tituladas El Infierno o las llamas infernales y El Juicio Final o la resurrección de los predestinados, que causaron terribles efectos psicológicos en la mentalidad supersticiosa de esa época; pues, según opinión del Padre Mercado, ambas pinturas fueron «como predicadores elocuentes y eficaces que han causado mucho bien y obrado muchas conversiones».

Ambos lienzos datan de 1620 y existieron hasta que en 1879, quizá por su avanzado estado de deterioro, fueron reemplazados por fieles copias, como consta explicado en sus reversos. En ambas creaciones se nota «una temática efectivista dirigida a demostrar los tormentos a que supuestamente son sometidas las almas de los pecadores. Es el tipo de obra artística que lleva en sí una finalidad específica de moralizar y enseñar a la manera de una obra de propaganda. En cuanto a la técnica utilizada, ésta es muy pobre y lineal, resintiéndose por la falta de profundidad de sus figuras».

De la Cruz vivió el momento máximo de tenebrismo en la colonia, donde las penitencias y las mortificaciones eran lo usual para obtener el favor divino y había que aprender diariamente a morir para ganar la vida eterna.[5]​ Época sombría y aberrante, originada en el movimiento de la Contrarreforma, que felizmente pasó y sólo es un mal recuerdo en la historia de Occidente.

Otras de sus obras son el trazo de la iglesia del Monasterio del Carmen Antiguo de San José y, en el Museo de Bellas Artes de Quito, la hermosa virgen pintada sobre madera, que, anónima, allí se conserva.

Otra de sus importantes facetas es la del religioso místico, pues todos los actos de su vida dedicábalos a promover el culto a Dios, a la Virgen y a sus santos, y a mostrar el desengaño de su espíritu; por eso se ha dicho que tenía la costumbre de hacer que uno de sus discípulos leyese un libro de piedad en su obrador mientras estaba pintado, y que era tanta su piedad que pronto cobró fama en Quito como director de almas, a las que ayudaba para santificarlas. Por eso fue durante algún tiempo confesor y director espiritual de Mariana de Jesús, para quien escribió un Ejercicio Devoto que la joven quiteña leía constantemente. Hernán Rodríguez Castelo con mucho acierto se ha preguntado si la lírica del Hermano de la Cruz jugó algún papel importante en la vida espiritual de Mariana. Algo nuevo, liberador y jubiloso, pues ella misma escribió al padre Antonio Manosalvas: « Desde que trato las cosas de mi alma con el Hermano Hernando de la Cruz, vivo una vida alegre ».

En 1645, conjuntamente con los padres jesuitas Juan de Enebra, Marco, Pedro y Hernando Alcocer, llevóse la palma en los cantos con que la gente quiteña despidió a Mariana de Jesús en su tránsito terrenal, señal de que había vuelto a la poesía. El padre Mercado asegura que también compuso Hernando de la Cruz unas rimas espirituales en el último año de su vida, recogiendo en ellas puntos muy delicados de espíritu. Obra es, aunque en pequeño volumen, tan grande, que muy entendidos teólogos se han admirado, viendo que un hermano sin letras pudiese saber y explicar sutilezas tan delicadas de teología y dar documentos tan saludables de espíritu. Dicho volumen fue incluido por el padre Lucas de la Cueva en el Proceso Informatorio para la beatificación de la virgen quiteña, puesto que el propio autor lo había guardado sin querer que se conociera, pero como murió en Quito el 6 de enero de 1646, sus hermanos en religión lo rescataron del olvido.[6]

Su elogio fue escrito por el padre Jacinto Morán de Butrón, S. J. No nos ha quedado su descripción física.



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