En el contexto fisicoquímico, el término hidrófobo se aplica a aquellas sustancias que son, en apariencia, repelidas por el agua (ya que, estrictamente hablando, no hay fuerza repulsiva involucrada; se trata de una ausencia de atracción) o que no se pueden mezclar con ella. Un ejemplo de sustancias hidrófobas son los aceites.
En medicina el término hidrofobia se utiliza como sinónimo de rabia. El hidrófobo por lo tanto es quien padece la enfermedad comúnmente conocida como rabia o hidrofobia. Está provocada por un virus perteneciente a la familia Rhabdoviridae, género Lyssavirus tipo 1, típico de ciertos animales de sangre caliente, como el perro, el gato, la rata, el lobo y el murciélago, pero puede transmitirse al hombre si es mordido por un animal infectado.
Este virus ataca al sistema nervioso central y, si no se previene la enfermedad mediante vacunación, acaba provocando la muerte del enfermo. Cuando una persona se contagia del virus de la rabia los síntomas de la enfermedad pueden tardar entre 30 y 180 días en manifestarse; los más característicos son las alteraciones de los sentidos y problemas de movilidad. Al principio el enfermo experimenta cambios de humor, temores injustificados, dolor en la herida y malestar general; a continuación sufre espasmos, excitación, aversión al agua debido a que, al tragar o ver agua, se paralizan los músculos de la garganta, trastornos mentales y alucinaciones; finalmente, la parálisis inmoviliza sus extremidades y, cuando se extiende al cerebro y a los pulmones, provoca la muerte al no moverse.
En las zonas hidrófobas de la imagen en plancha se repele el agua, siendo la tinta la que se adhiere a estas zonas, puesto que el sistema de impresión ófset se basa en un equilibrio agua-tinta.
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