El periodismo en territorio paraguayo ha pasado por momentos difíciles en la época en donde la democracia era solo letra muerta y en donde algunas noticias de ciertas relevancia no podían salir a la luz justamente para no perjudicar al gobierno de turno por ende no existía a lo que hoy llamamos libertad de prensa.
En tiempos coloniales, el Paraguay vivía una prolongada era de pobreza e incomunicación. Su pueblo carecía de la elemental ilustración como para interpretar el sentido de las parcas noticias que llegaban del exterior. No conocía mayores razones que pudieran estimular su espíritu para oponerse a las ataduras impuestas por las disciplinas de la Corona, del Virrey y del Gobernador.
El ciudadano común vivía ajeno por completo a los cambios políticos y económicos que amenazaban sacudir las antiguas estructuras sociales. Las propias autoridades provinciales accedían a esas preocupantes novedades con mucho atraso. Ante tales ocurrencias y para evitar la difusión de las mismas se recurrió a un férreo control. No podía permitirse el ingreso de publicaciones extranjeras que propalaran ideas revolucionarias de libertad y emancipación.
Producida la independencia y una vez implantada la Dictadura del doctor Gaspar Rodríguez de Francia, éste ordenó redoblar la vigilancia en los puestos de frontera. Los esporádicos viajeros que llegaban al Paraguay eran sometidos a un rígido control para evitar la introducción al país de correspondencia o periódicos que pudieran soliviantar los espíritus populares. Toda clase de documentación como cartas, gacetas o libros era secuestrada y remitida al despacho del Supremo para su evaluación.
Así también en Asunción y demás pueblos estaba vedada la circulación de cualquier tipo de comunicación escrita sin el aval del Dictador. BY=OJGL
Producido el deceso de Francia e instaurado el primer presidente don Carlos Antonio López en 1844, se dio a conocer La Ley de Administración Pública que permitía una apertura controlada y vigilada. Se dejaron las puertas libres al comercio extranjero facilitando el ingreso disimulado de noticias y correspondencia.
Cuando la campaña periodística ejercida desde el Río de la Plata contra la política del gobierno del Paraguay se hizo intensa, don Carlos se vio en la obligación de acallar dichas noticias y difundir otras que respondieran a su percepción personal. La política rioplatense se había tornado amenazante y compleja, por tanto, era necesario que el pueblo, los subalternos y los agentes de gobierno en el extranjero estuvieran impuestos de la realidad.
En 1844, el presidente Carlos Antonio López anunció que “en breve se abrirá el primer establecimiento de una imprenta”.
En 1845, en una máquina impresora adquirida en Río de Janeiro por el doctor Juan Andrés Gelly, se imprimió el primer número de “El Paraguayo Independiente” que duró desde el 26 de abril de ese año hasta el 18 de septiembre de 1852. Esta publicación respondía primariamente al esfuerzo por obtener el reconocimiento de la Independencia nacional. Sus artículos eran redactados por el propio presidente. Conseguido el objetivo perdió su razón de ser. En total fueron publicados 118 números.
El 21 de mayo de 1853 lo remplazó otro órgano, “El Semanario de Avisos y conocimientos Útiles” hebdomadario, inicialmente de ocho páginas, cuyo director fue Juan Andrés Gelly, antiguo colaborador del primer periódico. El Semanario anunció la suspensión de actividades el 2 de febrero de 1856 por enfermedad de su redactor.
Reapareció el 7 de noviembre de 1857, con el número 191 bajo la dirección del español Ildefonso Antonio Bermejo (1820-1882) quien lo editó hasta su retorno a España en 1863. Bermejo fue reemplazado por Natalicio Talavera y más tarde por Gumercindo Benítez.
A pesar de la falta de papel durante el curso de la guerra “El Semanario” siguió editándose en Luque y posteriormente en Piribebuy, hasta el número 759 (14 de noviembre de 1868) con papel elaborado con fibras de caraguatá.
El mismo Ildefonso Bermejo dirigía simultáneamente una publicación llamada “Eco del Paraguay”, cuyo primer número vio la luz en abril de 1855. Éste se denominaba Periódico político, industrial, comercial y literario. Subsistió hasta el 9 de abril de 1857 con el número 108. Bermejo fundó igualmente “La Aurora”, periódico del Aula de Filosofía, de efímera vida, en el que colaboraban los alumnos e intelectuales destacados.
Durante el gobierno de Carlos Antonio López la política cultural era la de “Gobernar es enseñar”, en sus haberes se restablece la enseñanza Superior por medio de la creación de la Academia Literaria, el Colegio Nacional, el Seminario, las Escuelas de Medicina, Derecho, Matemática y Latín, cuyos estudiantes intelectuales que integraron el conjunto pionero de “La Aurora” fueron quienes impulsaron la actividad literaria del Paraguay y quienes durante la contienda de la guerra de la Triple Alianza se desempeñaron en la actividad periodística.
En el transcurso de la guerra de (1864-1870) surgieron cuatro periódicos: El Centinela (1867-1868), Cabichuí (1867- 1868), Cacique Lambaré (1867-1868) y Estrella (1869)
“El Cabichuí” en Paso Pucú; en Asunción y Luque, “Cacique Lambaré, redactado en guaraní por el Presbítero Francisco S. Espínola y finalmente en Piribebuy, de febrero a julio de 1869, “La Estrella” bajo la dirección del Pe. Gerónimo Bechis.
Desde 1866 inició la producción de papel y tinta con materias primas autóctonas, asimismo se introdujeron periódicos autodenominados satíricos, cuyo contenido se realizó en idioma guaraní y su ilustración se realizaba mediante el xilograbado en madera.
El 25 de abril de 1867 apareció “El Centinela”. Periódico satírico de propaganda bélica que servía para alentar a las fuerzas combatientes. Sus páginas con secciones en tono burlesco escritas en guaraní, ponían en ridículo a los gobernantes de los países enemigos. Los artículos eran redactados por el boliviano doctor Tristán Roca. Su ejemplar número 36 fue el último publicado en fecha 26 de diciembre de 1867.
En la posguerra el periodismo adquirió inusual difusión por tratarse del único medio de comunicación pública. Se puede destacar que una de las características de los periódicos de guerra fue la ilustración que se introdujo mediante el grabado y que se constituyó como novedad.
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