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Homenajear



El homenaje, palabra proveniente del provenzal homenatge,[1]​ en el contexto del feudalismo (la Edad Media y su extensión en determinados usos durante el Antiguo Régimen) era el primer paso de la ceremonia de homenaje e investidura por la que se establecía un vasallaje. También refiere a la ceremonia completa e, incluso, a los propios conceptos de vasallaje e infeudación y, por extensión de sentido, a cualquier juramento que implicara una obligación de cumplimiento, o a los actos de sumisión, veneración y respeto.

Se utiliza con el verbo rendir («rendir homenaje» u «homenajear») y con la expresión pleito homenaje.[2]

Se realizaba en un lugar específico, la torre del homenaje del castillo del señor. Consistía en una doble promesa verbal y gestual, ante libros o reliquias sagradas,[3]​ mediante una serie de gestos muy ritualizados y codificados: el vasallo se arrodillaba,[4]​ colocaba sus manos en posición vasallo y declaraba: «Je deviens votre homme» («Me hago vuestro hombre»).[5]​ El señor cerraba las manos sobre las de su vasallo en señal de aceptación (inmixtio manum -véase apretón de manos-),[6]​ y se daban un beso (osculum).[7]

Etimológicamente proviene del provenzal homenatge,[8]​ en francés hommage (término con el que se utiliza en la mayor parte de los textos, pues es una institución que se extendió especialmente en ese ámbito lingüístico)[9]​ y latinizado como homagium. Se ha asociado al significado de homme (hombre);[10]​ aunque su vinculación con el latín homo es muy tardía (hominaticum -en un texto de 1035-,[11]​ u hominium[12]​).

Recibía diferentes denominaciones debidas a las partes que comprendía: encomendación, investidura, humillación o arrodillamiento -véase proskynesis-, espaldarazo, osculum, inmixtio manuum. También se denominaba sacramentum (no en el sentido de sacramento, sino de juramento) o infeudatio (infeudación, inféodation, enfeoffment).[13]

El vasallo se encomendaba al señor (de ahí el término commendatio -véase encomienda, comendador y encomendero- o el de patrocinium -véase patrocinio, patronazgo y patrón-), pero de una manera totalmente diferente a como lo hacía el colono en el colonato romano[14]​ o el siervo en la servidumbre feudal (cuya condición social era la propia de un campesino); pues el vasallaje se entendía como un contrato sinalagmático entre iguales (nobles ambos). Por tal contrato, el vasallo recibía del señor un feudo (feudum, beneficium,[15]fief) para su mantenimiento (simbolizado en unas hojas de hierba o un puñado de tierra) y quedaba obligado a guardar fidelidad a su señor y darle, cuando este se lo demandara, auxilium et consilium (servicios militares y políticos).[16]​ El incumplimiento por cualquiera de las partes suponía la ruptura del contrato y obligaciones del vasallaje por incurrir en felonía.[17]

Una de las primeras referencias a la ceremonia de homenaje la hace Eginardo en sus Anales, donde describe el homenaje de Tasilón III de Baviera a Pipino el Breve (año 757):

A imitación suya se establecieron otros juramentos de fidelidad en otras instituciones (eclesiásticos, órdenes militares), e incluso, como parodia o solemnidad invertida, en la brujería (pacto diabólico, osculum infame), en asociaciones delictivas (mafia) y en reconstrucciones literarias (libros de caballerías y el propio Don Quijote de la Mancha).

Fuera del contexto histórico, en la actualidad se utiliza el término para denominar la celebración (acto público -civil, militar o religioso-, desfile, conferencia, banquete) en la que se "homenajea" o "rinde homenaje" a una persona o institución con motivo de alguna ocasión especial.

Hay ciertas celebraciones patrióticas que se denominan "homenajes" (homenaje a la bandera,[19]​ homenaje a los caídos -Ceremonial en Homenaje a los Caídos por España-, etc.).

En contextos artísticos, dentro de las obras de arte (muy frecuentemente en las de la música y el cine), se denomina "homenaje" a una forma de cita, alusión, imitación o paráfrasis de una obra artística previamente famosa en otra posterior; cuando la intertextualidad no se produce ocultamente (como plagio) sino abiertamente (como reconocimiento), sabiendo que va a ser apreciada por los que conocen la primera (como complicidad o guiño).[20]​ Que un autor "rinda homenaje" a otro de esta manera se interpreta como un reconocimiento de prelación o superioridad equivalente al que un vasallo hacía a un señor, en este caso de un discípulo a un maestro.

Además de esta, hay otras formas de recursividad en el te como tema del arte); especialmente, la difusión de los tópicos literarios. Otros asuntos importantes en la teoría del arte y la teoría literaria son los que se identifican con expresiones del tipo "obra dentro de la obra", "cuadro dentro del cuadro", "teatro dentro del teatro", "novela dentro de la novela", etc.[21]La poesía como tópico autorreferencial es en sí misma una sucesión de homenajes.[22]



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