La Huaca Huantille es un sitio arqueológico situado en el distrito de Magdalena del Mar, en Lima, Perú. Es una estructura piramidal que perteneció a la cultura Ichma (900-1450 d. C.) y que también fue ocupada por los incas (1450-1532 d. C.). Fue el templo principal de un conjunto del que formaban parte otras cinco huacas, las cuales ya no existen. En época reciente fue ocupada por un grupo de invasores de terrenos. Sin embargo, en el 2006 se recuperó la zona y se empezaron a realizar obras de investigación, restauración y puesta en valor.
Esta huaca es el único sitio arqueológico situado en el distrito de Magdalena del Mar, de la provincia de Lima. Se halla rodeado por los jirones Mariscal Castilla (sur), Rufino Echenique y Ayacucho (oeste), José Salas (norte) y Rufino Echenique y Huamanga (este). Ocupa once mil metros cuadrados, lo que equivale solo al 30 por ciento de su área original, resultado de la bárbara devastación que sufrió a lo largo de la época contemporánea.
Es un conjunto arquitectónico edificado a partir de muros de contención con rellenos de tierra y cantos rodados, y muros superficiales en la parte superior o tapiales. La fachada este, que es la mejor conservada, está construida a base de plataformas superpuestas que le dan una forma piramidal. Sobre esas plataformas se hallaron fogones con evidencias de ofrendas de animales (cuy, camélidos) y productos agrícolas (maní, maíz, gramíneas). Asimismo, se hallaron muros policromos de color azul, gris y blanco, con diseños geométricos en bajo relieve. Su sección central está organizada en recintos, patios, plazas, escaleras y pasadizos. La sección norte constituye su fachada principal y está vinculada a una escalinata central de acceso a la plaza, así como con plataformas superpuestas todavía enterradas.
Huantille surgió como una de las principales sedes ceremoniales del señorío Ichma, hacia el siglo X, edificada a base de tapiales o adobones, según la técnica constructiva de esa época. Dependía del curazcazgo de Maranga y se hallaba conectado por redes de caminos con otros sitios monumentales de la época, situados a pocos kilómetros, como las huacas de Mateo Salado, la huaca Tres Palos y algunas del Parque de Las Leyendas que forman parte del complejo Maranga.
Debido a su gran tamaño, algunos arqueólogos sostuvieron que este conjunto arquitectónico habría tenido funciones defensivas para proteger la ciudad de Huatica o Maranga. Es por ello que a veces aparece denominada como la Fortaleza de Huantille. Sin embargo, actualmente la posición más aceptada es que debió funcionar como un centro administrativo y religioso, el mismo que fue aprovechado también por los incas, luego que conquistaran el valle del Rímac, hacia 1450.
En 1872 E. George Squier visitó las ruinas situadas al sur de Lima, entre ellas una que llamó Templo de Magdalena (por estar ubicado en el antiguo pueblo de La Magdalena), de la que resaltó su suntuosa construcción, finamente decorada, atribuyéndole ser la sede del famoso ídolo denominado Rímac o Límac, mencionado por los cronistas como el más importante oráculo del valle del Rímac, que competía con el de Pachacámac, situado más al sur, en el valle de Lurín.
En 1873, el explorador Thomas J. Hutchinson en su libro Two Years in Perú, with exploration of Antiquities, describió a una huaca denominada entonces San Miguel, que no es otra que Huantille. Afirmó que se trataba de una estructura enorme de 170 yardas de longitud por 168 a 170 de anchura y de cerca de 90 pies de alto, la cual contaba con numerosos compartimientos o divisiones por muro.
El alemán Ernst W. Middendorf recorrió la zona por la década de 1880 y en una obra que escribió después dice que «si continuamos nuestro paseo desde La Magdalena... encontraremos una Fortaleza que por su gran extensión se distingue, de todas las demás de esta región. Se trata de la huaca San Miguel, llamada así por el nombre de la hacienda vecina…»
El estadounidense Adolph Bandelier, en un plano que hizo de La Magdalena en 1892, destaca a la huaca como la más imponente de una docena de montículos esparcidos en la zona.
A partir de la década de 1940, con la expansión desordenada de la capital, muchas huacas limeñas empezaron a ser demolidas y aprovechados sus restos como materiales de construcción. Entre ellas se hallaba el conjunto de Huantille. En la década de 1960, la parte norte de la huaca fue invadida. En 1968 fue recortada por la Junta Nacional de Vivienda con el fin de construir un mercado por el lado sur. Incluso, en 1972, el alcalde del distrito, Alberto Yábar, propuso su demolición para construir allí un centro cívico, lo que felizmente no se concretó.
En 1987, el alcalde distrital Ricardo Flores cercó la zona arqueológica, pero sin intentar reubicar a los invasores, que en el 2006 sumaban medio centenar de familias, las mismas que en su afán de ampliar sus precarias viviendas fueron destruyendo paulatinamente los muros de la huaca. Esta fue también usada como refugio de delincuentes y adictos a las drogas. Los moradores de las urbanizaciones aledañas, inconscientes de su valor arqueológico, llegaron incluso a pedir su demolición.
En el 2001 el monumento fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación.2006 el alcalde Francis Allison Oyague se animó a recuperar Huantille para incluirla dentro del circuito turístico de su distrito. Tras sostener varios diálogos con los invasores, estos aceptaron trasladarse a otras zonas.
Finalmente, en elDe inmediato, la Municipalidad de Magdalena del Mar, con asesoría del Instituto Nacional de Cultura (hoy Ministerio de Cultura), emprendió el proyecto de investigación, conservación y puesta en valor de la huaca, a cargo del Arqueólogo Marco Antonio Guillén Hugo.
Décadas de abandono y depredación dejaron como resultado que solo se conserve una tercera parte del monumento, pese a lo cual mantiene todavía una imponente extensión. En el transcurso de las obras de recuperación se han venido realizando importantes hallazgos. Se desenterraron varios fardos funerarios, entre los que destaca una momia conservada de 1,70 m. de largo y el fardo de un niño de aproximadamente 3 años de edad. Asociado a estos entierros se encontraron vasijas de cerámica, mates decorados, dijes de metal (cobre, plata u oro) y textiles. Asimismo, las excavaciones han puesto al descubierto recintos, patios y una gran escalinata central, que le da una singular característica a este monumento de la cultura Ichma.
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