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Huelga de hambre



La huelga de hambre es una herramienta de lucha no violenta, que consiste en renunciar a cualquier tipo de alimentación para reivindicar el cumplimiento de algún derecho, eliminar reglas o normas consideradas ilegítimas por el sujeto huelguista.

Puede tener una duración determinada o ser ilimitada, en el segundo caso el desenlace final será la muerte por inanición que sobrevendrá entre los 60 y 91 días del comienzo de la misma.[1]

Una huelga de hambre es la abstinencia de alimentos que se impone a sí misma una persona, de manera voluntaria, mostrando de este modo su decisión de morir si no consigue lo que pretende. Esta actitud suele venir determinada por el deseo de poner en evidencia una situación que se considera injusta, o para luchar por un derecho que le ha sido arrebatado al individuo o a toda la sociedad.

Una variante de la huelga de hambre, es el ayuno, que consiste en una restricción alimentaría por un período breve prefijado, a diferencia de la huelga de hambre, que por definición es por tiempo pero se puede decir que es innovable.

Este tipo de huelgas estará constituido generalmente por lo siguiente:

Durante la evolución de la huelga de hambre se suceden al igual que en ayuno tres fases:

La primera fase del ayuno o huelga de hambre dura aproximadamente un día y medio. En esta fase se consumen las reservas de glucosa almacenadas en el hígado y en los músculos. La reserva de glucosa para un hombre de características: (70 kg de peso y 1,74 m de altura) es de unos 300 gramos lo que equivale a unas 1200 kcal (puesto que se obtienen unas 4 kcal/g de la combustión de 1 g de glucosa).

Existen dos objetivos principales en las primeras fases del ayuno:

Durante los dos primeros días se consume la glucosa circulante y la glucosa hepática almacenada en forma de glucógeno, así como la glucosa muscular. La glucemia disminuye a los dos o tres días para comenzar a utilizarse las grasas, ácidos grasos y los cuerpos cetónicos.

El glucógeno necesita una gran cantidad de agua para almacenarse, así para almacenar un gramo de glucógeno muscular se necesitan 4 g de agua, por lo tanto se trata de un tipo de energía a utilizar y consumir en casos de necesidad como es el ayuno hídrico. Como se necesita tanta agua para depositarse a nivel intracelular el gramo de glucógeno solo se obtendrán una o dos kilocalorías. Todos estos datos llevan a la conclusión de que la glucosa almacenada en el organismo, ya sea como tal o como glucógeno se consume rápidamente. Así los hidratos de carbono almacenados son insuficientes a nivel energético. El glucógeno muscular puede proporcionar energía para unas 12 horas.

La glucemia desciende durante los primeros días de 10 a 15 mg y así la célula beta del páncreas deja de liberar insulina. El descenso de la insulina puede hacer que el músculo libere proteínas, principalmente aminoácidos como la alanina necesarios para la gluconeogénesis, obteniéndose 180 g de glucosa, 140 de los cuales se transformarán en CO2 y H2O a nivel cerebral. Unos 36 g se reciclan con la glicólisis anaerobia (hematíes, leucocitos, médula ósea y renal) llegando a piruvato y lactato volviendo a formar glucosa por el ciclo de Cori. En este ciclo de Cori se convierten dos moléculas de lactato en glucosa, utilizando energía hepática de la oxidación grasa y evitándose así la gluconeogénesis a partir de proteínas.[3]

En esta segunda fase que ocurre a partir del quinto día aproximadamente el organismo pasa de consumir la glucosa y el glucógeno almacenados a consumir las grasas. En el organismo humano existen aproximadamente unos 10-11 kg de grasa que aportan a partir de 9 kcal/g unas 100 000 kcal, y pueden durar más de 40 días. El epiplón, la grasa perirrenal y el tejido subcutáneo constituyen la reserva energética más importante y están completamente disponibles para tal fin.

En el ayuno o huelga de hambre tenemos dos fuentes de energía:

Y dos vías de utilización:

Entre la fase primera y la segunda fase del ayuno si se pierden algunas proteínas musculares no ha de ser de forma excesiva porque los hechos demuestran que no se pierde excesiva masa muscular incluso con ayunos de dos o tres semanas.

Los cuerpos cetónicos que son productos de la degradación de las grasas en este momento pueden ser también utilizados para la formación de energía llegando a aportar dos terceras partes de la energía total que necesita en cerebro, este proceso ocurre al cabo de las 2 semanas de huelga y el consumo de estos cuerpos explica el mal aliento y el mal olor de la orina.

En esta fase empiezan a dañarse órganos importantes como el hígado y los riñones y una vez se alcanza la semana de ayuno, la acidosis afecta a la función del corazón empeorando la circulación y el cerebro empieza a tener fallos por la falta de riego perdiendo algunas funciones.

A partir del vigésimo día de huelga se comienzan a consumir los tejidos llenos de proteínas musculares. Se produce un apetito desmedido tras un gran adelgazamiento y una gran debilidad y tras una pérdida de interés por la comida durante casi todo el ayuno excepto durante los dos o tres primeros días. La albuminemia y los edemas son una prueba de la autofagia y de la autodigestión proteica. Se puede producir a partir de los 20, 30 o 40 días o incluso más y varía en función de las características constitucionales de cada individuo.

Dependiendo de cada organismo a partir de los 30 días la desnutrición afecta a todos los sistemas y comienza a experimentarse un cansancio desmesurado que prácticamente impide hablar. Ya a partir de los cuarenta o cincuenta días, el deterioro se hace notable por el desgaste físico, produciendo inmovilidad y llegando a producir pérdidas de consciencia por la falta de energía. La muerte por inanición se puede llegar a producir por falta de riego al cerebro o por un fallo cardiaco.[4]

Personas que llevaron a cabo huelga de hambre sin que esta llegase a un término fatal para el huelguista:

Holger Meins, miembro militante de la Fracción del Ejército Rojo murió el 9 de noviembre de 1974 a los 33 años, pesando tan solo 45 kilos con 1,82 metros de estatura, en la prisión de Stuttgart-Stammheim. Meins fue obligado a ingerir alimentos por medio de una sonda nasogástrica, y su muerte fue clasificada como "suicidio", lo que provocó protestas e indignación a lo largo de toda Europa.

Franklin Brito Rodríguez, productor agropecuario de 49 años de edad, falleció el 30 de agosto de 2010 en el Hospital Militar de Caracas, en donde había sido recluido en contra de su voluntad por órdenes expresas de la Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez. Desde el 2 de julio de 2009, Brito habría realizado sucesivas huelgas de hambre como medida de presión para solicitar la entrega de sus tierras e indemnización para su familia debido a la expropiación de las mismas. La última la inició el 1 de marzo de 2010, con consecuencias fatales para su organismo. Al momento de su muerte pesaba 35 kilogramos, siendo un hombre de 1,90 metros de estatura.[5]



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