x
1

Humanae vitae



Humanae Vitae (latín: De la vida humana) es una encíclica escrita por el papa Pablo VI y publicada el 25 de julio de 1968. Esta encíclica, publicada con el subtítulo Sobre la regulación de la natalidad, define la doctrina de la Iglesia católica sobre el aborto, los métodos anticonceptivos y otras medidas que se relacionan con la vida sexual humana. Debido al hecho de que la encíclica declara ilícito todo tipo de control artificial de la natalidad,[1]​ su publicación resultó muy controvertida.

Esta encíclica subraya que el matrimonio cristiano es válido solo bajo los fundamentos de la unión, el amor, la fidelidad y la fecundidad. Por ello, el acto conyugal no puede separar los dos principios que lo rigen: el unitivo y el procreativo. De esta forma, la Iglesia católica se opone a todo tipo de anticoncepción, sea cual sea su naturaleza. Aun así, cuando existen serios motivos, la encíclica propone como lícito el uso de los métodos naturales para espaciar temporalmente los nacimientos, limitando las relaciones conyugales a los períodos naturales de infertilidad de la esposa.

Además indica que "la interrupción directa de un proceso reproductivo que ya haya iniciado" va en contra de las leyes morales cristianas. El aborto, aun cuando sea para fines médicos, hay que excluirlo de forma absoluta al igual que la esterilización quirúrgica, aun cuando se trate de una medida temporal. De igual forma cualquier acción terapéutica que tenga como propósito prevenir la procreación es ilícita, incluyendo métodos químicos y aquellos que crean barreras físicas para evitar el embarazo. Sin embargo, la encíclica no condena los métodos que causan infertilidad como un efecto secundario, siempre y cuando la esterilización no sea lo que realmente se está buscando.

La encíclica reconoce que tal vez, las enseñanzas que intenta diseminar no serán aceptadas por todos, pero que la Iglesia católica no puede declarar ciertos actos como morales cuando en realidad no lo son. Luego, indica diversas consecuencias que podrían darse del uso de medios no naturales para el control de la natalidad: se abriría el camino para la infidelidad conyugal y la degradación de la moralidad, se perdería el respeto por la mujer que podría llegar a ser considerada como un mero objeto de placer, y se "permitiría" a algunos estados la posibilidad de intervenir en temas íntimos de la pareja. Algunos de los argumentos de la encíclica para estar en contra de los anticonceptivos, que según ella estarían en contra de la ley natural,[2]​ serían el excesivo poder que los métodos de control de natalidad supuestamente otorgan a las autoridades públicas, convirtiéndose en una herramienta de las que aquellas podrían «abusar»,[3]​ o bien una supuesta pérdida del respeto del hombre a la mujer derivada del uso de anticonceptivos, postura criticada por Cohen por no considerar en ningún momento el deseo sexual femenino.[3]

En la tercera parte, titulada "Directivas pastorales" el papa se dirige a diversos grupos para solicitar su apoyo. Pide a las autoridades públicas que se opongan a las leyes que deterioren las leyes naturales de moralidad pide que los científicos estudien mejores métodos de control natal natural, y hace un llamado a que los doctores, enfermeras, y sacerdotes para que promuevan los "métodos naturales" sobre los artificiales.

La última sección de Humanae Vitae contó con una fuerte influencia del obispo de Cracovia, Karol Wojtyła, futuro papa Juan Pablo II. El obispo Wojtyła defendió la posición tradicional de la iglesia desde un punto de vista filosófico en su libro Amor y responsabilidad, publicado en 1960.[4]

Según se detalla en la biografía de Juan Pablo II escrita por George Weigel, Wojtyła había sido nombrado como uno de los integrantes de la comisión de Pablo VI. Sin embargo el obispo tuvo problemas ya que las autoridades comunistas de Polonia no permitieron que el obispo viajara a Roma para poder reunirse con el resto de la comisión.[5]

Luego de ser elegido papa en 1978, Juan Pablo II impartió una serie de catequesis durante las audiencias generales de los miércoles en el Vaticano que trataban sobre la teología del cuerpo. En dichas catequesis, Juan Pablo II detalló más a fondo las ideas que aparecieron en Humanae Vitae y en Amor y responsabilidad.[6]

Su aparición suscitó un fuerte rechazo,[7]​ provocando que sus ideas fuesen rechazadas abiertamente por muchos grupos de católicos y especialmente los teólogos de liberación. [8]​ De hecho, dos días después un grupo de teólogos, liderado por el sacerdote Charles Curran que trabajaba en la Universidad Católica de América, publicaron una declaración que decía que la conciencia individual de cada católico debía de prevalecer en un dilema tan personal. Según Joseph Komonchak, en 1978, solo el 29% del clero bajo estaba de acuerdo con esta amoralidad de los métodos anticonceptivos artificiales.[9]

Dos meses después, un grupo de obispos canadienses publicaron la Declaración de Winnipeg (originalmente Winnipeg Statement), declaración que afirmó que aquellos católicos que no siguieran la encíclica (es decir, que emplearan anticonceptivos) obraban bien[10]​ siempre y cuando hubieran intentado previamente aceptar las directivas de la encíclica. Sin embargo, en 2008 un numeroso grupo de católicos canadienses pidieron a sus obispos que se retractasen[11]​ de dicha declaración. Por su parte, el papa Juan Pablo II respondió al argumento presentado por los obispos canadienses en las encíclicas tituladas Evangelium Vitae y Veritatis Splendor. En dichos documentos el papa reafirmó la Humanae vitae y aclaró que el uso de anticonceptivos artificiales no es una práctica aceptada por la Iglesia católica bajo ninguna circunstancia. La misma encíclica detalla el uso y la validez de la conciencia para determinar decisiones morales, incluyendo el uso de anticonceptivos.

Además, esta encíclica ha sido criticada por las organizaciones que sostienen los métodos abortivos y anticonceptivos como herramientas para el control de la población y la lucha contra el sida.

Por otro lado, esta encíclica ha tenido apoyos de teólogos cristianos como Janet E. Smith,[12]Scott Hahn[13]​ y Mary Shivanandan,[14]​ además del fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá.[15]​ Según el escritor católico José Noriega, parte del Camino Neocatecumenal «ha acogido sin reservas» la encíclica.[16]

En 1969, un año después de su aparición, el filósofo estadounidense Carl Cohen criticó Humanae vitae por supuestamente impedir esta un control de la natalidad adecuado, creando la correspondiente superpoblación «miseria» en la sociedad de los países subdesarrollados que siguieran estos preceptos.[1]



Escribe un comentario o lo que quieras sobre Humanae vitae (directo, no tienes que registrarte)


Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)


Aún no hay comentarios, ¡deja el primero!