Humberto Peña Taylor (Bucaramanga, 19 de noviembre de 1966-Bogotá, 15 de junio de 1995) fue un estudiante universitario colombianolibertarios contemporáneos en Colombia. Fue asesinado en la Universidad Nacional siendo aún estudiante con la aparente connivencia del Estado. Su muerte forma parte de la lista de presuntos casos de víctimas del Terrorismo de Estado en Colombia denunciados ante Amnistía Internacional y por la Human Rights Watch que aún no han sido resueltos. Taylor participó en el movimiento estudiantil de su época enlazándolo con colectivos libertarios.
que participó en los movimientosForma parte del imaginario de la Universidad Nacional de Colombia por haber hecho parte de los debates de ideas que se dieron en esa institución entre 1987 y 1995 y también por acciones cuestionadas por muchos sectores, como las protestas universitarias no pacífica. Su devenir se vincula a la formación de las generaciones de 1987 hasta 1999 de la Universidad Nacional de Colombia. Peña Taylor es parte de una generación de estudiantes y egresados que han manifestado inconformismo contra el Stato Quo y las costumbres colombianas. Entre ellos, y debido a una posible crisis de viabilidad del pensamiento crítico en Colombia que ha sido señalada por sectores académicos algunos cayeron en la abierta marginación por cuestionar los valores de la sociedad colombiana, mientras que otros fueron asesinados por intolerancia. Entre las víctimas de Crímenes de Estado debido al inconformismo frente a la sociedad colombiana están también Jamie Garzón y Jesús Antonio Bejarano, quienes fueron profesores de filosofía y economía de Taylor, así como los profesores universitarios Hernán Henao Delgado y Darío Betancourt Echeverry.
Peña Taylor, era hijo de Amilto Humberto Peña Martínez, veterano de la guerra de Corea y Alba Lucía Parra, ama de casa de Palmira ( Valle del Cauca).Viajó de Bucaramanga a la Universidad Nacional de Bogotá, en enero de 1987, dónde estudio hasta el año 1995, cuando fue asesinado en la cafetería de la Facultad de Derecho, su vida habría de quedar enfocada en la Ciudad Universitaria, dejando memorias depresivas sobre la siguiente generación de estudiantes que tuvo que oír su nombre durante cinco años. Peña presentó el servicio militar en 1985.
En el primer semestre de 1987, el profesor Juan Montes dictaba una cátedra sobre sistemas constitucionales, luego de que la Universidad Nacional reabriera sus puertas después ser cerrada en 1984, y de que la Facultad de Derecho reestructurara el currículo académico. Humberto Peña participaba de esa clase, hablando en favor de una argumentación radical en pro del uso de la mano militar como respuesta a la crisis de eficacia que había en Latinoamérica.
- ¿Cómo le digo, pues, El Duce? –, es la respuesta que recibió Humberto Peña Taylor, durante esta clase de primer semestre, haciendo mofa de sus posturas. Duce que en italiano significa “Duque”, es el sobrenombre con el que pasó a la historia Mussolini.
Peña Taylor está relacionado con una generación de estudiantes que llegarían a ser parte activa de la vida nacional tales como Jaime Garzón y Antanas Mockus, quien dijo de Peña que "entonces sabía más de Derecho que todos nosotros”, en una entrevista para el documental La ciudad blanca. Peña entabló posturas de debate con Leopoldo Múnera Ruiz, hoy profesor e investigador de esa universidad que ha trabajado también en la crítica a la sociedad colombiana, y en temas de Teoría del Poder, dentro del contexto de sistema y cibernética de Humberto Maturana interpretada como la comunicación de complejidad simplificada para Talcott Parsons y Niklas Luhmann.
Después de las primeras semanas de clase pudo encontrarse con lecturas relacionadas con Nietzsche. Después de esas lecturas introductorias apareció en su vida Jaime Garzón, miembro de la misma generación quien por entonces era monitor de filosofía, quien le sugirió tomar materias de ciencias humanas para leer a Freud, Kant, Hegel, Marx, Horkheimer, Adorno, Althusser, Deleuze, Castoriadis, Negri, Gramsci, Fromm, Karl Jung, Zuleta, Guattari, Walter Benjamin y en especial a Bakunin por su relevancia en el anarquismo. Así lo hizo, anteponiendo el interés por la filosofía al estudio de los códigos de derecho.
El tránsito de posturas se dio de manera rápida: pasó a ser promotor práctico de la desobediencia civil, Taylor llegó a encadenarse frente a la Rectoría como una muestra de violencia simbólica, habló directamente como participante activo en las discusiones que se dieron en torno a la reforma universitaria de 1990:
“El fin de la reforma no es hacer que la Universidad responda a las necesidades de modernización del aparato productivo, sino como se propone explícitamente, de asumir su responsabilidad ante la Nación” (Carta Universitaria, citando a Peña Taylor, en agosto de 1990).
A los 28 años, Peña Taylor escribió una tesis de grado sobre la Enseñanza del Derecho y la Crisis de la Justicia en Colombia combinando los discursos de poder de Michel Foucault, la institucionalización de la función jurídica de Jürgen Habermas y la Eficacia simbólica del Derecho de Mauricio García Villegas.
Una corriente que contribuyó en la evolución de su pensamiento fue la Escuela de Frankfurt, encabezada en su primera generación por Habermas y Herbert Marcuse cuyo núcleo central es la crítica sistemática de la sociedad occidental industrializada, y la denuncia de los intereses y necesidades creados en su seno, cuyos intereses arrebatan la esencia misma de la libertad humana y reifican al ser humano convirtiéndolo en una simple cosa, en un accesorio que carece libertad al servicio de su cultura, en un medio para la obra de su propio trabajo.
En este sentido la denuncia del antropólogo Jules Henry contra la visión contemporánea del ser humano tratado como una cosa obsolescente al servicio de la cultura impositiva y productiva, también forma parte del Pensamiento Libertario intelectual que contribuyó en gran medida al desarrollo de las ideas de Humberto Peña.
En los últimos párrafos de su tesis puede leerse lo siguiente: “Pareciera que la verdad sobre cómo debe existir y reproducirse la sociedad (Colombiana) ha de servirse de la muerte, la física y la simbólica, como técnica de producción de ésta”. En palabras más simples: que la verdad en Colombia se impone por medio de la violencia. El director fue Germán Palacio; Camilo Borrero, actuó como jurado.
Al asistir a la sustentación de tesis de filosofía de Clara Carrillo, sobre la armonización de ley moral y cultura, levantó la mano y preguntó: “¿Por qué armonizar ley, moral y cultura?” Dentro del imaginario de la universidad se le menciona y se le cuestiona porque recibió un tiro en el estómago (siete puntos, recuperación en el Hospital San Juan de Dios durante ocho días) por subirse y saltar sobre una tanqueta de la Policía Nacional, en medio de una protesta, por tumbar las puertas del auditorio León de Greiff y ser suspendido por tales hechos. Igualmente se declaró anticomunista en esa universidad abiertamente de izquierdas durante los años noventa.
En el último párrafo de su tesis de grado comparte con el lector una aspiración final con una breve connotación libertaria: “Lo que sigue en adelante es la profundización de la investigación en la dirección que aquí estamos proponiendo que, valga la pena repetirlo, pretende hacer de este discurso una herramienta útil en la tarea de construir prácticas de libertad para nuestra sociedad”.
El 15 de junio de 1995, a pocos días de recibir su título como abogado, entró en la cafetería de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional en Bogotá. A la 1:00 de la tarde, un hombre y una mujer le dispararon por la espalda, lo dejaron caer al piso con la monografía apretada en una mano y lo remataron. Al principio, los estudiantes no reaccionaron. Las diligencias del levantamiento del cadáver de la Fiscalía estuvieron obstaculizadas por los estudiantes, que se negaban a que el cadáver saliera de las instalaciones y se lo llevaran a Medicina Legal para la necropsia. Las directivas de la Universidad en un comunicado de prensa rechazaron el hecho y al igual que los estudiantes quienes dijeron que solicitaban la presencia de la Procuraduría delegada para los derechos humanos y la Defensoría en ese sitio. La necropsia, fue realizada en el anfiteatro de la universidad: cinco de las siete balas eran letales.
Como reacción los estudiantes protestaron de forma no pacífica y por tales motivos la universidad cerró durante dos días. El cadáver fue trasladado un día después a Bucaramanga, donde tuvo lugar un sepelio con discursos anarquistas y de preguntas. Por su parte la Policía Nacional dijo que Taylor fue identificado como presunto jefe del grupo de Guardias Rojos de la Universidad, cosa improbable siendo anarquista.
Es difícil determinar el motor y motivo para su asesinato a pesar de que sostuvo serios altercados con casi todos los sectores de su universidad. El propio rector de La Nacional, Guillermo Páramo, en conjunto con el Consejo Directivo, el personal docente y administrativo de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, le comunicaron a la opinión pública nacional, en 1995, que el estudiante sacrificado “se distinguió por sus capacidades intelectuales, que le llevaban a rechazar toda forma institucionalizada de violencia social y en consecuencia, mantuvo siempre una postura valerosa de crítica frente al orden existente”. Por un tiempo persistieron rumores de que era agente secreto del Estado o policía encubierto y que familiares suyos habían pedido indemnización a las fuerzas armadas por su muerte prestando servicio en la Universidad Nacional. Ese fenómeno se ha dado en otras universidades de Colombia y Latinoamérica. Tales versiones, por cierto, algo perturbadoras para algunos sectores, nunca se han demostrado ni probado.
El caso de Humberto Peña Taylor, reposa en Amnistía Internacional, en un documento público del 25 de julio de 1995, pide celeridad para hallar a los culpables de su asesinato. Un informe de Human Rights Watch, 1996, menciona que lo mataron “en aparente confabulación con el personal de seguridad de la universidad”. En el mapa “Bogotá, Ciudad Memoria”, del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación aparecen, bajo el número 22, los estudiantes de la Nacional de Colombia que han sido asesinados: Peña es uno de ellos.
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